Un ilustre colega del pasado, dejó escrita una magistral frase que debiera ser faro rector para todos los que ejercemos el periodismo.
Lamentablemente,-por razones que un día saldrán a flote- nuestra prensa actual, está saturada de personajes que se auto titulan “opinólogos”, pero que de periodistas, no tienen más que el disfraz elegido y el vergonzoso patrocinio de quienes los cobijan, para así servir sus intereses.
La señorial frase aludida al inicio de estas letras, dice así: “El periodismo, según como se ejerza, puede ser, la más honorable de las profesiones, o el más vil de los oficios”.
A lo largo del tiempo, en nuestro país, hay un triste balance que resalta la ejecutoria de personajes aupados al periodismo por “amistad”, parentesco, u otras “razones”, que fácilmente puede imaginarse, los mismos que ensombrecen la vocación seria y noble de quienes asumiendo los riesgos e injusticias que-a veces-debemos enfrentar, vamos tranqueando hacia el olvido, sobreviviendo en la convicción de haber cumplido orgullosamente, el trazo de la honestidad sacrificada, antes que la bochornosa senda de los sobornos sin conciencia , o los desdichados silencios culpables.
No hace mucho, tropecé con un anciano y honorable colega, a quien conocí en mis lejanos días de “Última Hora” (diario vecino a “La Prensa), donde laboraba el citado señor y éste caballero que caminaba a tientas por su postrer senda, me dijo cariñosamente: “ Ay, César Augusto”. Tú sigues siendo el mismo muchachito entusiasta que yo conocí, allá por los sesenta. Y eso, seguramente, te hará sufrir mucho. Pero yo te voy a revelar, cómo llegan al periodismo, algunos personajillos, que se hacen llamar “opinólogos”-sobre todo, uno, de mal trajinado apellido ilustre-quien sabe cómo heredado- que después de “vivir” a una viuda heredera y escamotear algún dinero de sus tíos libreros, ahora, pretende “orientar” al Perú y “enseñar democracia “ a todos los peruanos.
Bueno, lo que me contó el viejito, no es para andarlo repitiendo, por lo menos, no en mi estilo. Pero, tuve que consolar sus recuerdos y acompañarlo luego, en el difícil retorno a la casa de unos hijos, que -gracias a Dios- lo amparan piadosamente en sus últimos días.
Recuerdo que en los tiempos finales de su ejercicio, este buen señor, se ocupaba de los “aniversarios nacionales” y en tal virtud, escribía en la página editorial de “La Prensa”, los homenajes correspondientes a “Fechas Patrias” de todos los países del mundo.-Y en tal razón, los jóvenes periodistas de aquellos lejanos tiempos, lo mirábamos con admiración y respeto, como se usaba por entonces.
Hoy, este honorable colega, transita los dramáticos días de su final en la tierra.
Y al despedirnos, me regaló un abrazo y dos lágrimas que me hicieron llorar de inmediato.
-“Ya son pocos como tú, los que van quedando, hijito”, -me hizo el honor de obsequiarme, antes de perderse al amparo de su cariñosa nuera que al reconocerme, me dijo como quien se disculpa: “no le haga mucho caso, señor. Mi suegro ya, vive soñando en el periodismo de los viejos tiempos”.- “No se preocupe, señora,-respondí enjugando mi llanto. Yo. doy clases de periodismo en algunas universidades. Y ahí trato de enseñar a los jóvenes que “siempre el coraje es mejor. Nunca la esperanza es vana”,-como a mi tiempo aprendí de otro maestro grandioso. Se llamaba Jorge Luis Borges y siempre recomiendo a mis alumnos, que lean sus obras y se esfuercen por imitar su honorable vida y su ejemplar trabajo. Algunos, seguirán mi consejo. Otros no, porque así es la vida.
Yo, partiré tranquilo y sereno, cuando me llegue la hora.