Este es un artículo de opinión de Sebastián Villamizar Santamaría, editor de OpenGlobalRights.
WASHINGTON – Cuando uno piensa en lo que se necesita para ser periodista, es probable que las habilidades que más vengan a la mente sean la escritura, la edición, la fotografía, el procesamiento de datos y tal vez incluso el uso de redes sociales. Pero en algunos casos, hay que pensar también en la supervivencia.
Según datos de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, el número de periodistas y personal de medios de comunicación asociados asesinados ha aumentado en los últimos años.
En media década, de 2015 a 2020, el número de víctimas pasó de 349 a 392. Si se desglosa por sexo, hay más periodistas hombres asesinados que mujeres; por ejemplo, en 2020, hubo 345 hombres y 48 mujeres víctimas
Aunque no tenemos pruebas para explicar la brecha de género, sí tenemos datos que apuntan a otra discrepancia: la geografía. Puede hacer clic en el enlace “Change country” del gráfico para ver los asesinatos de periodistas por región.
Quiero llamar la atención en particular sobre los países de América Latina y el Caribe. Al ser de Colombia, sé que los asesinatos selectivos de activistas, líderes y periodistas están entre los más altos del mundo.
No es de extrañar, por tanto, que esta región haya tenido el mayor número de asesinatos, según el gráfico, y que siga aumentando. Este número aumentó casi 75 %, ¡de 166 en 2015 a 290 en 2020!
Ahora bien, ¿cómo es el otro extremo del espectro en un lugar donde los periodistas están relativamente seguros? En Oceanía, por ejemplo, solo una persona fue asesinada en 2015. En Europa y América del Norte, el pico más alto en el número de asesinatos fue de 14 tanto en 2018 como en 2015, pero ha ido disminuyendo en ambas regiones desde entonces.
Las cifras de las diferentes regiones de Asia y África, aunque no son tan altas como las de América Latina y el Caribe, también han disminuido con el tiempo. En 2018 fueron asesinadas 50 personas en Asia central y del sur, pero las cifras se redujeron rápidamente a 8 en 2020.
Asia del este y el sudeste asiático también experimentaron una tendencia a la baja, pasando de 64 personas asesinadas en 2017 a 31 en 2020. En el norte de África y Asia occidental, los asesinatos bajaron de 69 a 19 entre 2015 y 2020, mientras que en África subsahariana el descenso fue de 27 a 8 personas asesinadas.
Ser periodista en América Latina y el Caribe es una ocupación de alto riesgo, pero el peligro de ser asesinado mientras se realiza este trabajo es real en todas las regiones.
Los periodistas y los medios de comunicación suelen ser los primeros objetivos de los gobiernos autoritarios. En Hungría, por ejemplo, hubo una centralización de todos los medios de comunicación, o en Estados Unidos un expresidente calificó a algunos medios de comunicación con buena reputación como de noticias falsas.
Silenciar a los periodistas —ya sea mediante sanciones, multas o asesinatos— es una amenaza para varios derechos y sus efectos son devastadores para la libertad de expresión y la documentación de los abusos.
Entonces, ¿cómo podemos proteger a periodistas en tiempos de crisis?
En primer lugar, tenemos que mejorar la recolección de datos. Las cifras que aparecen en esos gráficos son exactamente eso, datos reportados, lo que significa que no conocemos la magnitud total de este problema. En muchos lugares, es posible que la gente ni siquiera denuncie estos asesinatos por miedo a las represalias o porque no existen mecanismos para hacerlo.
En segundo lugar, podemos difundir esta información. Al exponer este problema, podemos ayudar a crear más conciencia y llamar más la atención sobre él.
Y, por último, podemos apoyar a los medios de comunicación locales que hacen el trabajo que consideramos valioso. El apoyo puede significar diferentes cosas, desde suscribirse a publicaciones hasta leer y compartir artículos.
Lo que es evidente, sin embargo, es que para proteger a los periodistas de todo el mudo, los medios necesitan recursos para crear plataformas más seguras y garantizar la protección de los derechos a la vida, el trabajo y la libertad de expresión.
Este artículo se publicó originalmente en OpenGlobalRights.
RV: EG
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