En lo que hace referencia al tema educativo, el problema no es tanto el modo en que se ha ideado la promoción de los alumnos (hay muchas formas de recabar la opinión de los docentes). Tampoco, pienso yo, radica en si es conveniente valorar la aptitud de los alumnos más allá de las calificaciones (ciertamente, los niños y los jóvenes no pueden ser “medidos” por sus notas; tantas veces a algunos alumnos los boletines les llevan a dudar sobre su valor como personas). El problema real es creer que la democracia, el voto, la opinión… Establece la verdad de las cosas.
En definitiva, el inconveniente de estas mociones que algunos están imponiendo, en el fondo, no es tanto que dificultan transmitir a las nuevas generaciones criterios válidos y ciertos (reglas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales construir la propia vida, interés por el conocimiento, aprender a enfrentarse a los desafíos…), como que introducen en la escuela la duda sobre el significado mismo de la verdad. “Cuando vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales –cito a Benedicto XVI- la necesidad de esos valores vuelve a sentirse de modo urgente”. Fue profético en sus palabras: cada día aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal.
Juan García
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