Nada más contrario al genuino origen de la Unión Europea que ese asalto al derecho a la vida. La aceptación social del aborto ha ido calando poco a poco y convirtiéndose en el caldo de cultivo que las diferentes legislaciones iban necesitando. Sin embargo, el verdadero progreso es aquel que no solo no da la espalda a sus raíces, sino que se cimienta sobre ellas. Es en el cristianismo donde se hallan las raíces comunes del viejo continente, que ahora necesita -como alentaba en 1982, en aquel histórico discurso en Santiago de Compostela, san Juan Pablo II- volver a encontrarse a sí mismo, no renunciar a aquello que precisamente hicieron gloriosa su historia y benéfica su presencia en los demás continentes, y entender que volver a ser brújula para un mundo que ha perdido el norte. El futuro de Europa pasa así por recuperar la unidad, que es sobre todo, una unidad espiritual, donde están en juego la misma vida y la libertad de cada persona.
Jesús D Mez Madrid