WASHINGTON (EEUU).- La propuesta de la candidata presidencial Nikki Haley (foto) de imponer pruebas de competencia mental a los políticos mayores de 75 años abre hoy polémicas en Estados Unidos porque podría establecer discriminación con ese segmento poblacional.
Según el diario The Hill, la cuestión reavivó los debates sobre cómo decidir quién es apto para dirigir y pone de relieve los llamamientos al relevo generacional, que ocuparán un lugar destacado en el ciclo de la campaña electoral del 2024.
Los comentarios de Haley fueron entendidos aquí como indirectas para el presidente Joe Biden, quien cumplió el pasado 20 de noviembre ocho décadas de vida, pasó a la historia de este país como el primero en funciones con esa edad y, de fructificar sus esfuerzos por la reelección, tendría 82 años tras la próxima investidura.
Sin embargo, medios subrayan que la cuestión también afectaría al exmandatario Donald Trump (2017-2021), quien hace campaña por repetir en la Casa Blanca, lo cual supone que al inicio de su segundo mandato rondaría los 78 años. A su vez, esa medida tendría implicaciones para el resto de Washington, donde casi el 10 por ciento del Congreso tiene al menos 75 años.
El senador independiente por el estado de Vermont Bernie Sanders, de 81 años, rechazó la idea de Haley en un programa de la cadena de televisión CBS la semana pasada, y la calificó de “absurda” y discriminatoria.
Mientras Trump expresó su apoyo y refirió en su plataforma Truth Social que “cualquiera que se postule para el cargo de presidente de los EEUU debería aceptar someterse a una prueba de competencia mental completa y exhaustiva”.
Expertos en psiquiatría y envejecimiento consideran que sería difícil crear y aplicar un cuestionario u otro instrumento eficaz para medir la competencia mental de los políticos.
También comentaron que trazar una línea en la arena a los 75 años para exigir dicha prueba “no necesariamente tiene sentido”.
El doctor Bennet Blum, experto en capacidad mental y cuestiones jurídicas que afectan a los ancianos, explicó cómo encontró individuos de 80, 90 o cientos de años mucho más flexibles mentalmente y conscientes de la actualidad mundial y de la interacción de esas cosas que algunos veinteañeros, treintañeros y cuarentones.
La presidenta del Departamento de Gerontología de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, Tracey Gendron, estima que la edad por sí sola no es un buen indicador de la salud o la capacidad.
“Envejecer no es una experiencia homogénea y lineal; no hay hitos ni expectativas que permitan hacer comparaciones. Las afirmaciones generalizadas sobre el uso de la edad como barómetro de la capacidad son peligrosas y erróneas”, enfatizó la experta.
Quienes condenan la imposición de límites de esta índole para asumir un cargo político argumentan que puede llevar años desarrollar el tipo de conocimientos y relaciones institucionales que les permitan a las autoridades y funcionarios trabajar con mayor eficacia para sus electores.
Fuente y foto Prensa Latina