MÓNACO. – El maestro colombiano Fernando Botero, quien falleció hoy viernes a los 91 años, fue el artista de las imágenes voluminosas, «no gordas», como aclaraba, un estilo que lo catapultó al arte universal.
Sus cuadros hoy se reparten en forma de pinturas y esculturas en museos y plazas de todo el mundo.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero Angulo, destacó por su estilo figurativo, desarrollado mediante las suaves formas de sus figuras regordetas, el que le otorgó fama mundial.
La palabra ‘gordo’ le desagradaba, él era un pintor de volúmenes, resaltó en marzo pasado Marisa Oropesa, comisaria de la exposición «Botero: Sensualidad y melancolía», que se presentó en Valencia (España).
La carrera de Fernando Botero empezó luego de que se incorporara como ilustrador en su adolescencia en el diario El Colombiano, el principal de su natal Medellín y uno de los medios regionales más destacados de Colombia.
De esa manera a los 19 años, en 1951, realizó una exposición individual en la Galería Leo Matiz, de Bogotá.
Desde pequeño a Fernando Botero le interesó la pintura, así como la tauromaquia, pues un tío suyo lo inscribió en una escuela de toreros y ese mundo quedó muy presente en su obra.
Recibió la influencia de muralistas mexicanos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Antonio González Orozco, además de los retablos del barroco colonial.
En 1952, Fernando Botero obtuvo el segundo premio en el Salón Nacional de Artistas, por lo viajó a Europa donde desarrolló su vida artística.
En Florencia (Italia) estudió en la Academia de San Marco, y también en la localidad de Pietrasanta, donde vivió sus últimos años y en la que mantuvo su taller abierto.
El pintor y escultor estudió en la Real Academia de Arte de San Fernando, en Madrid, y expuso en los 60 en los Estados Unidos, con una primera muestra en el Milwaukee Art Center donde mostró su estilo figurativo.
Vivió también en París, donde pasó gran parte del tiempo en el Museo del Louvre, y en Ciudad de México, lugar en el que pintó una mandolina volumétrica que le abrió las puertas del estilo de su obra.
Sus obras se reparten hoy por decenas de ciudades del mundo, sin embargo, un hecho significativo ocurrió el 2015 y 2016 en su primera exposición íntegra y retrospectiva en escenarios como el National Museum of China de Pekín, ubicado en la plaza de Tiananmen, y el China Art Museum de Shangai.
Debido a la importancia de su obra, Fernando Botero entregó gran parte de sus trabajos a su Colombia natal y piezas suyas se reparten entre el Museo Botero, en la capital colombiana; la Plaza Botero (Medellín), la Plaza Santo Domingo (Cartagena) o en la Casa de Nariño, el palacio presidencial, donde se encuentra la escultura «La paloma de la paz», así como la pintura monumental «La monja».
El Museo Botero, con la colección más completa de su obra, se creó en 1998 con la donación al Banco de la República de 123 obras de su autoría y 87 de artistas del extranjero.
Fernando Botero obtuvo numerosos reconocimientos internacionales, entre los cuales resalta el premio Guggenheim International en 1957, que lo llevó a exponer en el Guggenheim Museum de Nueva York y a posicionar su nombre internacional.
Entre sus distinciones están también la Orden de Andrés Bello (1976), la Cruz de Plata de la Orden Boyacá (1977), la Legión de Honor francesa (2002), el Premio Américas (2002), la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2007), así como el título de Embajador honorario de Colombia ante la Unesco.
Expuso en 1969 en la galería Claude Bernard de París y en 1972 en la Marlborough Gallery de Nueva York. Un año después en París realizó sus primeras esculturas, que por primera vez mostró en la Feria de Arte de la capital francesa.
Su natal Medellín celebró sus 90 años en abril del 2022 EN gratitud por iluminar con sus obras a una ciudad que soportó la violencia del narcotráfico.
Sus obras han sido parte de millonarias subastas. La escultura «Hombre a caballo» logró en Christie’s 4,3 millones de dólares.
En 1974 falleció su tercer hijo, Pedrito, de cuatro años, en un accidente de tráfico en Madrid en el que el artista estuvo a punto de perder una mano.
El dolor físico y psicológico significó una etapa compleja de su obra, de cerca de un año, en la que solo pintó a su hijo.
La última exposición antes de fallecer se tituló “Sensualidad y melancolía» se inauguró justamente este miércoles en Murcia (España) y muestra su evolución artística mediante obras de diversas épocas que van desde los años 70 hasta sus últimas creaciones.
Fotos Europa Press
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