Lluvias y sequías se alternan en Bolivia para golpear producción de alimentos

 

El agricultor Alfredo Ureña Quinteros muestra las áreas dañadas de sus cultivos cubiertos por el lodo y las aguas desbordadas entre el 8 y 11 de marzo, en Capachi Norte, en el municipio de Colcapirhua, en el departamento de Cochabamba, en el centro de Bolivia. Imagen: Franz Chávez / IPS

COCHABAMBA, Bolivia – En la agricultura de Bolivia, las lluvias suelen ser presagio de buen año productivo. Pero cuando exceden los niveles normales, representan destrucción de cultivos, escasez de alimentos, una forzada adaptación al cambio climático y un debilitamiento de la economía de las familias campesinas.

Bolivia está ingresando en el tramo final de un ciclo de intensas lluvias en algunas regiones, y aguda sequía en otras, en un irregular periodo que comenzó en el mes de octubre y se extiende hasta abril, como efecto de fenómenos climatológicos multiplicados según los especialistas por la destrucción de los bosques.

A 11 kilómetros de la ciudad de Cochabamba, en el centro del país y en la zona de Capachi Norte, en el municipio de Colcapirhua, decenas de familias quechuas intentan recuperarse de una riada y desbordamientos que ocasionaron pérdidas de animales, destrucción de cultivos, así como daños a los maizales y otros productos.

Con 72 años a las espaldas, Alfredo Ureña Quinteros, un agricultor y habitante de esta zona, enseñó a IPS apesadumbrado un espacio de cultivo dañado que posee junto a un canal de agua de unos dos metros de ancho que entre el 8 y 11 de marzo, fue rebasado por aguas que bajaban desde la cordillera.

Los escombros y troncos de árboles arrastrados por el río desde las zonas altas del municipio de Colcapirhua, en el departamento boliviano de Cochabamba, llegaron hasta la pequeña granja de Pepe Villarroel, que perdió gallinas y patos durante las inundaciones de marzo en amplias áreas de Bolivia. Imagen: Franz Chávez / IPS

Ríos que cargan destrucción

Otro pequeño ganadero y productor de leche, Pepe Villarroel, de 57 años, enseñó  una cantidad enorme de troncos, ramas y restos de maleza que el río arrastró con furia y los depositó en su propiedad, una pequeña granja donde tiene vacas que producen hasta 450 litros de leche por día.

“¿Usted es de la alcaldía?”, preguntó con gesto adusto cuando el corresponsal de IPS se aproximó a su puerta. Su molestia estaba motivada por la ausencia de autoridades municipales durante y después de las inundaciones.

“No ha venido nadie, ni la alcaldía a ver los daños”, dice mientras el sol cae con intenso brillo y en la cordillera cercana aparecen nubes oscuras como anuncio de nueva lluvia.

“Las gallinas, los patos y pequeños animales han muerto”, describió sin dejar de mostrar su contrariedad por la ausencia hasta entonces del representantes del gobierno municipal y la gubernamental Organización Territorial de Base (OTB) para evaluar daños y prestar ayuda.

Dos acequias, Tolavi y Khora, se juntan en la zona de fértiles valles y en la época de lluvias en su “primera llegada” cargan con escombros, raíces, troncos y hasta llantas de caucho abandonadas kilómetros arriba en depósitos de basura instalados al aire libre.

Los escombros arrastrados por la fuerza de las aguas “taponan” los puentes y se forman diques de los que rebalsa el agua. “Es peligroso para la gente” porque llega de noche y sorprende a la gente”, relató Ureña mientras descendía de una bicicleta impulsada a pedal pero con el apoyo de un improvisado motor eléctrico.

Mostró condolido los daños en una de sus parcelas y se declaró derrotado al ver los cultivos cubiertos de lodo.

“No he sembrado (para comercializar) y solo puse maíz y avena (avena sativa) para alimentar al ganado”, dice y recuerda que en épocas de abundante producción llevaba el maíz hasta los mercados de La Paz, a unos 400 kilómetros al oeste de la localidad.

El cambio climático es evidente

Los cambios del clima fueron impredecibles los últimos tiempos. Cuando se disponía a cultivar maíz, “no había agua para sembrar y esperamos. La lluvia llegó tarde”, comentó Ureña con resignación, ante una elocuente evidencia del cambio climático.

Ureña halla respaldo en el análisis de la especialista en agronomía y directora del no gubernamental Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca), Nancy Camacho, que habló con IPS en Cochabamba, capital del departamento homónimo, con la tercera economía del país.

“La inestabilidad y reducida frecuencia de precipitaciones pluviales afecta directamente y en primera instancia (época de siembra) en la productividad de los cultivos estratégicos de familias campesino indígenas”, señaló Camacho.

Los productos agrícolas “son fundamentales para la seguridad alimentaria familiar y de la población en su conjunto, sin embargo, también son la base y sustento de su economía”, explicó.

Bolivia es un país localizado en el centro de Sudamérica con una población estimada en unos 12 millones de habitantes, instalada en una geografía diversa que incluye altiplanicie, valles, llanuras y selvas amazónicas y que soporta intensas lluvias y sequía desde octubre.

Campos de cultivo con maizales resecos afectados inicialmente por la sequía y luego por las inundaciones en Capachi Norte, una zona alta del municipio de Colcapirhua, en el centro de Bolivia. Imagen: Franz Chávez / IPS

Efectos en la producción de alimentos

Los fenómenos climatológicos, sequía e incendios afectaron a más 80 000 hectáreas y tendrá incidencia en el producto interno bruto (PIB), según datos difundidos por el viceministro de Desarrollo Agropecuario, Álvaro Mollinedo.

Como saldo de la sequía, detalló, 56 000 hectáreas fueron afectadas. Los incendios registrados en zonas agrícolas destruyeron 20 000 hectáreas; las granizadas dañaron 4818 hectáreas y las inundaciones afectaron a 4223 hectáreas.

Camacho observó que los efectos llegaron al pueblo indígena quechua en los valles interandinos que comprende a los departamentos de Cochabamba, Chuquisaca, Tarija y parte de Santa Cruz; a los aymaras en el altiplano (La Paz y Oruro) y a familias guaraníes en el Chaco (Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija).

Cita la caída en la producción de cultivos de papa entre 30 y 60 %, en los valles interandinos, con una gran incidencia en la seguridad alimentaria ya que el producto es básico en la dieta boliviana.

En la zona lacustre de Huatajata, en el altiplano de La Paz, y a 90 kilómetros de la sede de gobierno boliviano, los impactos exhiben pérdidas y mejoras en la producción, según la representante de la Asociación Mujeres en Acción Bolivia, Carolina Gutiérrez.

Mientras los cultivos localizados en las orillas del Lago Titicaca fueron inundados por la subida de las aguas, cerca de allí, en la montaña, la papa, las cebollas y habas  brotan alimentadas por las lluvias de marzo y abril.

A una altura de 3943 metros sobre el nivel del mar, la falta de lluvias en los meses de octubre y noviembre, afectó a los cultivos y de ellos no se recuperó ni la semilla, relató a IPS.

Precios en descenso

Con las lluvias de febrero y marzo, anunció una “buena producción”, y como anticipo de esta previsión favorable informó que el precio de la arroba (12,5 kilogramos) de papa que se cotizaba en un equivalente a 12 dólares descendió en algunos casos hasta 4 dólares, en el mercado de La Paz.

En municipios del departamento de Pando y la provincia Vaca Diez del Departamento de Beni, en la región fronteriza con Brasil, la oficina regional Norte Amazónico de Cipca verificó una caída en la producción de castañas entre noviembre y marzo.

Las familias de pueblos indígenas recurren a la producción de plátano (banano para cocinar), cacao y café, y con ello obtienen mayores ingresos económicos que con otros cultivos más tradicionales.

Los principales pueblos indígenas son los quechuas y aymaras en este país declarado constitucionalmente como plurinacional, seguidos por numerosos otros, donde en el último censo cerca de 30 % de la población se autoreconoció como originaria y se dedica principalmente a la agricultura.

Camacho señaló que en los pueblos indígenas las mujeres representan al grupo más vulnerable “porque a ellas se les asigna las tareas del hogar, el cuidado de los animales y la producción de cultivos como las hortalizas”.

Entre las tareas que se perjudican para ellas por las alteraciones climáticas está el que deben recorrer rutas muy largas para tener acceso al agua para consumo humano y animal, afirmó la especialista.

ED: EG

 

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