Diez años después de su muerte, el músico neoyorquino de origen puertorriqueño Ray Barretto es recordado como uno de los más destacados intérpretes de jazz latino y, al mismo tiempo, imprescindible percusionista de la salsa más clásica.
Y es que según contaron hoy a Efe Billy Carrión, excantante de la orquesta de Barretto, y el historiador Robert Padilla, la huella que dejó hace una década «el rey de las manos duras» tras más de cuarenta años de carrera tocando las congas es difícil, de borrar.
«Yo le digo papá a Barretto. Estar bajo su tutela fue una experiencia única en mi vida», dijo Carrión sobre el también exmiembro de Las Estrellas de Fania, considerada por algunos como la orquesta de salsa más importante de la historia.
Añadió que «de todos los directores musicales con los que he estado, él ha sido el más amigable», lo que le permitió llegar a tener con él «una amistad muy íntima».
«Ray Barretto fue una persona a la que le gustaba ayudar a cualquiera. Como persona fue bella y como músico, increíble», agregó Carrión al recordar a quien fuera también productor de conocidas canciones como «El watusi», «La hipocresía y la falsedad», «Quítate la máscara» y «Guararé».
Barretto, quien también contó en su orquesta con los cantantes puertorriqueños Adalberto Santiago y Tito Allen y con el panameño Rubén Blades, falleció hoy hace una década cuando tenía 76 años en el centro médico de la Universidad de Hackensack, en Nueva Jersey, debido a complicaciones con una neumonía.
Al recordar los motivos de la muerte de Barretto, quien sufría de asma, Carrión explica que al llegar a Nueva York -donde nació y residió durante casi toda su vida- procedente de una presentación en Venezuela, la limusina que lo transportaba lo dejó en una esquina de una calle bastante lejos de su destino final y bajo una intensa nevada «el frío le quemó los pulmones».
Siendo Carrión miembro aún de la agrupación de Johnny Pacheco, este recuerda cómo durante un tiempo ambas se presentaban en un club neoyorquino llamado Lola.
El fenecido músico le dijo que si en algún momento tenía algún problema con su entonces jefe, siempre podría abandonar esa orquesta y unirse a Barretto. Y eso fue lo que hizo al cabo de un tiempo, según rememora Carrión, que destaca el estilo tan personal que Barretto tenía a la hora de hacer percusión.
«Las diferencias de Ray con los demás percusionistas son porque tenía el golpe y la marcha de la conga. Ray cargaba a la banda y esa marcha muy pocos la tienen», resaltó Carrión sobre el músico que dejó en su legado emblemáticos discos como «Acid» o «Indestructible».
Por su parte, el historiador Robert Padilla describió a Barretto como un músico «muy detallista», por lo que es «muy raro» que en alguna de sus más de 40 producciones «se le encuentre algún error en los arreglos musicales».
«Barretto fue un fajón (alguien muy trabajador) y un líder musical», indicó Padilla sobre el destacado percusionista, de alta estatura y tez blanca, «que tocaba un instrumento original del negro africano», lo que ayudó a despertar el interés de otros músicos y aficionados por la conga.
Padilla, sin embargo, recordó que Barretto «siempre quedó a la sombra» del legendario timbalero Tito Puente cuando fue miembro de su orquesta, pues este último era considerado una de las grandes eminencias del jazz y la salsa en el ambiente musical caribeño.
Barretto nació y creció en Nueva York y pasó su infancia escuchando música de Puerto Rico, así como jazz de figuras como Duke Ellington, Count Basie y Benny Goodman.
Su primer trabajo fue con el Latin Jazz Combo de Eddie Bonnemere y dos años más tarde integró el conjunto del cubano José Curbelo. Luego pasó a sustituir al cubano Mongo Santamaría en la orquesta de Puente, con la que permaneció cuatro años.
En 1961 formó una orquesta de charanga, con la que sacó su primer álbum, «Pachanga with Barretto».
Dos años más tarde, y luego de haber firmado con una nueva casa discográfica, Tico, logró su primer gran éxito con el tema «El watusi», que se convirtió en la primera canción netamente latina en entrar a las listas del Billboard en EEUU.
EFE/Jorge J. Muñiz Ortiz