Al Capone (Scarface), una vida dedicada al servicio del mal

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En las páginas que narran la historia del crimen en el mundo no puede faltar un hombre que entregó su vida al mal en el Chicago de los años de la Ley seca. Amasó influencia y una gran fortuna cometiendo múltiples delitos que durante los años veinte del sigo pasado perpetró directamente o a través de la agrupación criminal que encabezó.

Alphonse Gabriel Capone nació en Brooklyn el 17 de enero de 1899 y murió en Miami Beach, Florida, el 25 de enero de 1947). Se le conoció como Al Capone, Al Scarface Capone (traducido al español como Al Cara cortada Capone).

El apodo se propaló por las cicatrices en el lado izquierdo del rostro, causadas por navajazos. Sus crímenes causaron terror en el Chicago de los 20 y 30 del siglo pasado. Alcanzó notoriedad durante la Ley seca como cofundador y jefe del Outfit de Chicago. Su identidad falsa en su tarjeta de visita lo identificaba como un simple vendedor de antigüedades, hijo de padres inmigrantes italianos.

Antes, el 30 de diciembre de 1918, se había casado con Mae Josephine Coughiln, quien le dio su único hijo, Albert Francis, a quien llamaban “Sonny”.

Al Capone empezó su carrera como delincuente en Brooklyn uniéndose a la Five Points Gang como adolescente convirtiéndose en portero en locales del crimen organizado, como burdeles. A los veinte años, ejercía de guardaespaldas en Chicago y hombre de confianza de Johnny Torrio, cabecilla de un sindicato criminal que suministraba alcohol de forma ilegal, el precursor del Outfit, y protegido políticamente mediante la Unione Siciliana.

Pero un conflicto con la North Side Gang catapultó el ascenso de Al Capone. Torrio se retiró luego de que pistoleros de North Side intentaran asesinarlo, por lo que le entregó el control a Al Capone en 1925.

No dudó entonces en extender el negocio del contrabando con medios cada vez más violentos, mientras sus relaciones mutuamente beneficiosas con el alcalde William Hale Thompson y la policía de Chicago lo libraban de la aplicación de la ley.

Al Capone gozaba con la atención de los espectadores cuando se dejaba ver en los juegos de pelota. Realizó donaciones a diversas organizaciones benéficas y muchos lo consideraron un «Robín Hood moderno». La matanza de San Valentín, cuando siete pandilleros rivales acabaron asesinados, perjudicó, no obstante, la imagen pública de Chicago y de Al Capone, lo que llevó a ciudadanos influyentes a demandar la acción del Gobierno y a los diarios a llamar a Al Capone «Enemigo público número 1».

Su banda criminal había incluso impuesto para 1924 a su candidato en las elecciones municipales luego de una campaña en la que varios de sus rivales acabaron secuestrados y los votantes amenazados.

Prisión por evasión de impuestos

Para sorpresa de muchos, sin embargo, Al Capone no purgaría prisión por violación a la “Volstead Act” o “National Prohibition Act” (conocida coloquialmente como Ley seca), tampoco por sus incontables crímenes violentos, proxenetismo o el juego ilegal vinculado a su negocio, pues la red de protección mediante el soborno, la intimidación de funcionarios de policía y autoridades locales que el criminal había sabido tejer lo protegía de acabar en prisión.

No fue hasta que la autoridad impositiva se percató de su situación tributaria que los crímenes del temible gánster de Chicago llegaron a su fin hasta acabar en una fría prisión.

La caída del todopoderoso criminal de Chicago arrancó con el cambio de jurisprudencia que introdujo la Corte Suprema de los Estados Unidos en el denominado caso Sullivan de 1927 cuando se discutió si un contribuyente estaba obligado a cumplir con el pago de impuestos por rentas producidas como resultado de actividades ilícitas. El máximo tribunal determinó que los beneficios derivados del tráfico ilícito de bebidas alcohólicas sí quedarían sujetas al impuesto a la renta. Además, dispuso que la Quinta Enmienda no protegería de ser juzgado al destinatario de estos ingresos de no haber pagado el impuesto a la renta.

Así, el ingreso bruto incluiría las ganancias, beneficios e ingresos que se derivaran de la transacción de cualquier negocio realizado con estos fines. De esta manera, una empresa así estuviera fuera de la ley no quedaría libre de cumplir con pagar impuestos.

Al Capone llevaba la contabilidad de sus negocios ilícitos hasta que parte de estos registros quedaron al descubierto por la autoridad impositiva.  Acorralado, su ex contador declaró en contra del criminal a cambio de recibir protección. Así, Al Capone fue condenado el 17 de octubre de 1931 a once años de pena privativa de la libertad, por evasión de impuestos por 200 mil dólares y delito contable tributario. El fallo Sullivan había resultado clave para llevarlo a prisión.

Reclusión y fin

Al Capone fue recluido en una prisión de Atlanta en 1932. Sin embargo, aún podía manejar la mayoría de sus negocios desde su reclusión, por lo que tuvo que ser encerrado en la temible cárcel de la isla de Alcatraz en agosto de 1934, donde se lo vigiló de forma estricta y completamente aislado del exterior. Con la ley seca revocada y ya en confinamiento, el imperio de Al Capone se desmembraba.

Permaneció los últimos años de reclusión en el hospital de la prisión hasta quedar en libertad por mala salud en noviembre de 1939.  El otrora todopoderoso criminal no podía caminar, nadie entendía lo que hablaba y babeaba sin control.

Sin embargo, se las ingenió para seguir haciendo el mal. En 1939 ordenó asesinar a Edward J. O’Hare, su exasesor en sus ilícitos negocios, quien había ayudado a destapar la contabilidad de Al Capone y estaba al tanto que el jurado que dictaría la sentencia contra su exjefe estaba sobornado. El juez del proceso Wilkerson ordenó que se variara de jurado en pleno juicio y Al Capone fue finalmente sentenciado.

Ya no pudo seguir haciendo mayor daño. Arruinado, mal de salud y con la mente deteriorada, Al Capone se encerró en una propiedad de Palm Island, en Miami Beach, Florida, donde se aisló con su esposa. Sufrió un derrame cerebral el 21 de enero de 1947, y murió cuatro días después de neumonía en su bañera.

Enterrado en el cementerio Mount Olivet fue trasladado luego al de Mount Carmel, en el oeste de Chicago, junto a los restos de su padre y de su hermano.

En su lápida quedó escrito: «Jesús mío, ten compasión».

El crimen no paga

RG- Fotos internet-medios- Archivo La Vanguardia (España)

 

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