En diciembre de 1956 llegó a Lima River Plate, campeón argentino, para un lance amistoso con Alianza Lima, que ese año, quedó segundo en el torneo peruano. El título había ido a parar a manos del recién estrenado Sporting Cristal dirigido por el chileno Luis Tirado y que tenía en sus filas a Máximo «Vides» Mosquera, Luis Navarrete, Dante Rovay y buscaba ya contratar a «Toto» Terry.
El país recibía las pascuas navideñas y en medio de los apuros, característicos de esos días, se programó el choque para la víspera de Nochebuena en el Estadio Nacional. Era el 23 de diciembre de 1956.
Los argentinos con José María Millena como estratega habían formado un poderoso cuadro con figuras como Mantegari, Pérez, Carrizo, Rossi, Sola, Vairo, Vernazza, Sívori, Ménendez, Labruna y Zárate.
Alianza Lima, que había ganado los torneos del 52, 54 y 55, era entrenado por Adelfo Magallanes y aún tenía en su oncena a Valeriano López (en el 57 pasó al Mariscal Sucre) «Huaqui» Gómez Sánchez, Guillermo Delgado y Cornelio «Chocolatín» Heredia.
El encuentro acabó 2 a 2. Alianza marcó por intermedio de Juan Seminario y Guillermo Barbadillo, mientras el empate de los argentinos llegó por obra de Enrique Sívori en dos oportunidades.
La prensa de la época consigna que el encuentro fue de «categoría y digno de los rivales», pero advertía que había acabado en un escándalo, luego de que los suplentes del cuadro argentino, a los que acusó de haber iniciado la gresca, irrumpieran en el terreno de juego para encarar a Valeriano por una falta contra Zárate.
«Ocurrió lo imprevisto, se desataron las puñadas a discreción entre los jugadores de ambos equipos. No hubo policía que controlara estos desmanes y por primera vez en el Estadio Nacional, el público exaltado invadió el terreno y la batahola adquirió proporciones inesperadas», cuenta la crónica de aquel diciembre de 1956.
De pronto, los argentinos que no alcanzaron a correr a los camerinos tuvieron que convertirse por largos minutos en boxeadores o en cachascanistas, para defenderse de los golpes que caían por todo lado.
La prensa criticó también la actitud del público, al mencionar que «el prestigio internacional, que goza nuestra afición de ser la más imparcial, se ha empañado con los sucesos del match River Plate-Alianza Lima», y demandaba a «la Policía cumplir el cometido que la lleva al Estadio, pues en caso contrario, de más está su asistencia».
Así acabó este violento lance, hoy sin registro alguno en la hoy poderosa internet, aunque seguramente sí en la mente del viejo aficionado, y que de alguna manera prefiguraba otro drama en el Nacional, esta vez con peores consecuencias: el del 24 de mayo de 1964 entre las selecciones de Perú y Argentina. Este sí, por desgracia, acabaría con muertos y en histeria colectiva.
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