El recuento de los votos de las elecciones israelíes de ayer avanza con lentitud, pero los resultados no oficiales y los arrojados por las encuestas a pie de urna muestran un patrón muy claro: Benjamín Netanyahu está en la cuerda floja.
El “rey Bibi”, como le apodan algunos, podría no solo dejar de encabezar el gobierno después de una década, sino incluso pasar a la irrelevancia política o ser descartado por su propio partido, que por el momento lo defiende a capa y espada pero que podría cambiar de opinión si el bloqueo electoral deriva en una posible convocatoria de terceras elecciones.
Los datos, aún no definitivos pero filtrados desde el Comité Electoral Central, indican que el Likud, con 32 escaños (de 120), no lograría formar una coalición de partidos de derecha y religiosos sin el apoyo de Avigdor Lieberman, que ya se lo negó el pasado abril y vuelve a cerrarle la puerta.
Este exministro de Defensa, reforzado en los comicios con unos 9 escaños frente a los 5 de la anterior cita, ha llamado a un Gobierno de unidad con Likud y su opositor, Azul y Blanco, cuyo líder, Beny Gantz, se opone por su parte a gobernar junto a Netanyahu.
Hay una posibilidad, algo rocambolesca pero no imposible: que el Likud se una a sus tradicionales aliados (los ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá, con 9 y 8 escaños y el ultraderechistas Yamina, con 7) y los seis del Laborismo-Guesher, en el otro espectro político. El digital Times of Israel informó esta mañana de que el Likud se ha aproximado con la propuesta a los laboristas, que la han rechazado.
Quitando de la mesa esa opción y sin el apoyo de Lieberman, Netanyahu no parece tener opciones de encabezar un Gabinete de coalición.
«Solo hay una opción, un gobierno de unidad nacional, un amplio gobierno liberal. No apoyaremos ninguna otra opción», declaró Lieberman esta mañana a los periodistas apostados fuera de su casa, recogió la radio del Ejército.
Azul y Blanco ha tendido la mano a un gobierno de unidad, pero Gantz dejó durante la campaña muy claro que su coalición se formó para expulsar del poder a Bibi, al que considera manchado por las acusaciones en tres casos de corrupción.
La pérdida de relevancia política también afectaría a Netanyahu en ese campo, limitando las opciones de sacar adelante la ley de inmunidad para altos cargos que impulsaba su partido y se esperaba formase parte de las negociaciones de coalición.
«Quizás, solo quizás, la ‘era de Netanyahu’ ha llegado a su fin», titulaba anoche su columna en Haaretz Chemi Shalev.
El analista Nahum Barnea aseguraba esta mañana en el Yediot Aharonot que «de cara afuera, los ministros del Likud han mantenido un frente unido: o Netanyahu o nada. Pero en conversaciones privadas algunos cantan una melodía diferente. No creo que nadie quiera arriesgarse a una tercera elección, ni siquiera por Netanyahu. Quizá ha llegado la hora de decir adiós».
En el mismo periódico, la comentarista Sima Kadmon afirma que «en sus diez años en el poder, Netanyahu nunca se ha encontrado en una situación tan mala», ya que es muy difícil imaginar cómo podría formar con éxito un gobierno en un contexto «en el que Likud es más pequeño que Azul y Blanco y el bloque de derechas es menor que el de centro e izquierda».
«Ayer, los representantes del Likud dijeron que Netanyahu era su único líder, pero eso no debe ser tomado muy en serio. Veremos cuán rápido pueden cambiar las cosas», advirtió.
Efectivamente, el apoyo fue rotundo. El ministro de Justicia, Amir Ohana, dijo que «no hay ningún otro candidato del Likud para primer ministro que no sea Netanyahu», mientras su compañero de Exteriores, Israel Katz, afirmaba que este «es y seguirá siendo el único candidato» a la jefatura del Gobierno, recogió hoy el diario Maariv.
También cerraron filas en torno a Bibi la ministra de Cultura -«no será expulsado, estamos unidos apoyándole»- y el titular de Mediambiente, Zeev Elkin, quien aseveró que «Netanyahu es el líder elegido del Likud» y recordó que, de acuerdo a los resultados provisionales, «no hay forma de hacer un gobierno sin el Likud».
Pero los analistas anticipan un bloqueo que abocaría a unas terceras elecciones que todos desean evitar, lo que podría forzar que su propio partido optase por dejar fuera a Netanyahu.
«¿Será el primer ministro un miembro aún no nombrado del Likud?», se preguntaba el articulista Amit Segal en el digital Mako, pero recuerda que los posibles candidatos, como Gidon Saar o Yuli Edelstein, han salido a la palestra a apoyar de Netanyahu.
El discurso de Bibi esta madrugada de este miércoles, en el que aseguró que no podía permitirse que se forme un gobierno con los partidos árabes (que se convertirían en tercera fuerza política con 13 escaños) daba a entender que podría hacer concesiones para entrar en un ejecutivo de unidad.
La cuestión es si el socio necesario, Azul y Blanco, le aceptará en el Gabinete o forzará el fin de su reinado.
EFE/Foto: publico.es