Angelina Jolie: «Hago cine con mi familia para vencer momentos de fragilidad»

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Veinte años de carrera, seis hijos, dos batallas para evitar el cáncer y un único amor: Brad Pitt. Hollywood le ha dado un Óscar, la reina Isabel la nombró dama de honor y la ONU, embajadora de Buena Voluntad para los Refugiados.

Según un sondeo internacional de la empresa YouGov, Angelina Jolie es la mujer más admirada del mundo. Y, en ocasiones, la más vilipendiada, como quedó claro en un intercambio de mensajes robados donde uno de los principales productores de Hollywood la llamaba “niñata mimada con poco talento”. Las cualidades de Jolie como actriz, directora y también guionista en su último estreno, Frente al mar, quedan para que otros las juzguen. Pero la mujer de 40 años que recibió al diario español El País en el hotel Four Seasons de Los Ángeles parece justo lo contrario: una artista que controla plenamente su carrera. Y, a juzgar por la prole que le espera en el quinto piso del hotel, no tiene mucho de niña mimada. “Soy quien soy gracias a mis hijos. Ellos son lo mejor de mí misma”, asegura sin rodeos.

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Angelina Jolie está en plena promoción de su película, la tercera como realizadora en una industria que no ofrece oportunidades a sus mujeres. Frente al mar, estrenada ya en España, mezcla lo personal y lo profesional. En la cinta, dedicada a su madre Marcheline Bertrand, la actriz y su esposo encarnan a una pareja en crisis. “Es un estudio sobre el dolor, porque no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Una experiencia universal en la que aprendemos las idas y venidas de la vida”.

Las mareas en la vida de Jolie han sido turbulentas. Hija de actores, su rebeldía fue algo siempre patente. A los 16 años se fue a vivir con su primer novio. Habló de bisexualidad antes de que la fluidez sexual fuera parte del vocabulario aceptado, intercambiando lo mismo anillos que viales de sangre con otros o besando a su hermano como se hace con el mejor amante. Ahora, Jolie es toda una institución: estrella, benefactora, mujer, madre y esposa. “Solo me da envidia que alguien llame a su madre porque yo no puedo”, afirma sobre una muerte que aún le duele.

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Esta afirmación no la hace para evitar hablar de su esposo Brad Pitt. Para nada. Llevan juntos más de 10 años y tras la boda sorpresa en Francia en 2014 se cambió el apellido al de Jolie-Pitt, el mismo que sus niños. “Tener hijos es lo que te ata. El día que firmó los papeles de adopción de Zahara y Madoxx supe que estábamos unidos para el resto de nuestras vidas”, confiesa refiriéndose a los dos mayores. A veces, sus palabras pueden parecer cursis y, más que a amor, suenan a farsa calculada. Es en ese momento cuando la hija de John Voight deja las musas y baja a la tierra esbozando una sonrisa pícara. “Claro que también lo vuelvo loco”, añade con malicia. “Las gafas, por ejemplo”, continúa buscando en su cabeza las lentes de sol que llevaba puestas al llegar a la cita, “las dejo por todos lados. No lo soporta”, se ríe de nuevo comentando las manías de su familia.

Un matrimonio que, cuando suma al medio equipo de fútbol internacional que tienen por hijos, es algo caótico. Como dijo una exniñera, se trata de una familia que está a caballo entre lo hippie y lo salvaje, donde los padres apoyan las iniciativas creativas de su tribu, escolarizada en casa y siempre a su lado, viajando de rodaje en rodaje. Y en la que no faltan las discusiones. “Es lo que pasa tras 10 años de matrimonio”, confiesa la intérprete sin dejar claro si habla de los protagonistas de su cinta o de ellos mismos. “Brad me conoce ya en cada gesto y sabe cuando me impaciento”, añade. Ella reconoce que, cuando se enfada, o lo soluciona enseguida o se encierra en sí misma. Resulta fácil verlo.

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Jolie también conoce cada rasgo de su marido, de su amigo, del hombre en el que ve a sus hijos. Una familia donde todos han ido creciendo y se acercan peligrosamente a la pubertad. “De momento, solo Mad está entrando en esa etapa. Es el más reservado, así que no sé mucho. Supongo que será mejor así”, confiesa. Habla de su primogénito, el que adoptó en Camboya en 2002 cuando tenía 6 meses. Ahora ha vuelto a ese país que cambió su vida y donde prepara, con Maddox como asistente, su nueva película, basada en la novela Primero mataron a mi padre, sobre la masacre del régimen de Pol Pot. “Me siento más cómoda haciendo películas de guerra. No es que el matrimonio no sea una guerra”, bromea.

Jolie tiene claro que piensa continuar dirigiendo. Hay muchas historias que quiere contar y en esta nueva etapa de su vida es lo único importante. Con la sombra de todas las mujeres de su familia que enfermaron o murieron en sus 40, Jolie solo tiene tiempo para los suyos o para hablar de lo que considera importante. Preferiría no ser ejemplo para las mujeres afectadas por el cáncer de mama, pero ahí está. Su segunda operación —en 2015 se extirpó los ovarios, y en 2013 se sometió a una doble mastectomía— tuvo lugar mientras montaba Frente al mar. “Claro que tengo mis dudas pero también quiero decirle a las mujeres que, aunque se sientan diferentes, siguen siendo mujeres”, afirma.

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Tampoco calla como portavoz a cargo de los refugiados. “Ya me gustaría estar al cargo”, salta en un tema que aunque solo sea por un instante la hace perder la compostura. “No lo digo como excusa sino desde el enfado porque se ha convertido en un hábito responder a las crisis con ayuda en lugar de que los políticos pongan fin a los conflictos. Pero esto es lo que está ocurriendo”, añade afligida. ¿Su solución? Llevar el tema a la pantalla aunque sea hablando de otras guerras y otras víctimas. “Es cierto que cada vez quiero apartarme más del cine; pero hacer filmes que realmente importan y hacerlos con mi familia es mi forma de crecer, de vencer los momentos de fragilidad”, concluye uno de los iconos de Hollywood.

Un libro abierto

«Una plegaria por aquellos de corazón salvaje encadenados en jaulas». Así reza el tatuaje más visible de Angelina Jolie, el que recuerda en su brazo izquierdo las palabras de Tennessee Williams. Bajo la compuesta figura de esta actriz sigue latiendo su corazón salvaje. Y su epidermis es un libro abierto en el que se pueden leer los capítulos de su vida. El último, en Camboya, le ha dejado tres nuevas obras del artista que habitualmente trabaja en su cuerpo, Ajarn Noo Kampai. Dos son mantras budistas protectores y el tercero, también en el brazo izquierdo, honra a las víctimas de los Jemeres Rojos.

Jolie empezó decorando el final de su espalda con tigres. Y entre los hombros la frase «Conoce tus derechos», título de una de sus canciones preferidas, de The Clash. Luego vinieron los dragones, en su estómago, que cubriría con una cruz y esa sentencia en latín que reza «Lo que me alimenta, me destruye». Hay tatuajes en árabe, en sánscrito o números romanos, XIII V MCMXL, que hacen referencia a un discurso de Churchill. Más claros son esos otros números en sus brazos, las diferentes coordenadas donde sus hijos y su marido llegaron a su vida. Hay recuerdos del pasado, las líneas que le diseñó Billy Bob Thornton o esa «H» en su muñeca que muchos atribuyen a Timothy Hutton y otros a James Haven, el hermano siempre presente en su vida. La muerte también tiene un hueco en su piel, grabada en japonés en su espalda, mientras que su brazo derecho resume su vida luciendo orgulloso la palabra «determinación».

(Entrevista: Rocío Ayuso – Revista Sábado, Diario El País, España).

 

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