MADRID.- El viaje de Neil Armstrong y Edwin Aldrin a la superficie de la Luna en 1969 supuso un momento histórico para la Humanidad, pero también un hito científico y tecnológico: casi todo hubo que descubrirlo, desarrollarlo y probarlo en una misión que tuvo, entre sus claves, la miniaturización de sus componentes.
El Apolo 11 de la NASA contenía la tecnología más avanzada que en esos momentos era posible construir, gracias a un impulso e inversión «salvajes», según expertos consultados por Efe, que coinciden en que, si bien la tecnología de ahora y la de hace 50 años no son comparables, conceptualmente no hay muchas diferencias.
«Todos los conceptos que se manejaron se siguen empleando hoy», resalta Félix Pérez Martínez, director de la Escuela Técnica Superior de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid, quien explica que, por ejemplo, si comparas el Apolo 11 con la actual Estación Espacial Internacional -lo más parecido a un viaje a la Luna- sus sistemas conceptualmente son «muy parecidos».
Inventaron cosas que siguen siendo casi iguales, como conseguir establecer con precisión dónde estaba situada la nave o asegurar las comunicaciones a larga distancia. La diferencia actual, apunta Pérez, es que el desarrollo tecnológico es mucho más poderoso.
Si Armstrong, Aldrin y Michael Collins -quien se quedó orbitando la Luna en el módulo de comando- podían mandar algunos datos de telemetría y una señal de vídeo mala con poca resolución y en blanco y negro, «ahora se pueden enviar miles de imágenes de muy alta resolución en pocos segundos».
Javier Gómez-Elvira, del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), ubicado en Madrid, coincide con Pérez: las cosas, conceptualmente han cambiado poco, pero si te vas al detalle lo han hecho mucho. Lo mismo pasa con un coche, antes y ahora son conceptualmente iguales, cuatro ruedas y un motor, pero en lo concreto no se parecen en nada.
Sí supuso un reto tecnológico que desencadenó en decenas de avances en materiales e informática; «casi todo necesitaba ser descubierto y probado», como los ordenadores de a bordo, apunta por su parte Didier Schmitt, de la Agencia Espacial Europea (ESA), quien resume: «Fue una carrera tecnológica e ideológica como nunca antes y después» se había visto.
Y es que, aunque cualquier móvil hoy es muchísimo más potente que los ordenadores del Apolo 11, la investigación de entonces permitió desarrollar computadores con componentes de estado sólido que eran mucho más pequeños que las válvulas, la tecnología electrónica usada hasta ese momento en ordenadores y en los sistemas de comunicación.
Eso permitió que los ordenadores pudieran ser embarcados. Eso sí, con un peso todavía aproximado de 30 kilogramos y con una memoria RAM que podía almacenar solo 2.048 palabras; los teléfonos inteligentes de hoy tienen cien mil veces más memoria que aquellos.
Otra de las diferencias grandes entre lo de hace 50 años y lo de ahora es que en la misión Apolo 11 tenía aún muchas cosas manuales. Por ejemplo, Armstrong tuvo que maniobrar el módulo lunar manualmente desde una altura de 335 metros, recuerda Gómez-Elvira.
También hay grandes diferencias en cuanto a seguridad, según Schmitt: el riesgo de muerte en el Apolo era de alrededor del 50%.
Es, dice, como ocurre con la industria automovilística si la comparas con la de los años 60: hoy en día tenemos ‘airbags’, cinturones de seguridad, frenado asistido, etc. Lo mismo pasa en los vuelos espaciales tripulados, ahora estamos en el 99% de seguridad por vuelo.
Schmitt y Markus Landgraf, también de la ESA, coinciden en que los momentos más críticos de la misión Apolo 11 fueron el lanzamiento, como en cualquier misión espacial, y el aterrizaje.
Para Landgraf, del programa de exploración humana y robótica de la ESA, el programa Apolo, además de tecnológico, fue un hito científico, ya que contribuyó significativamente a la comprensión del Sistema Solar y de la formación de la vida en la Tierra.
EFE/Fotos EFE