«Aporofobia», el neologismo que da nombre al miedo, rechazo o aversión a los pobres, ha sido elegida palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente, promovida por la Agencia Efe y BBVA.
Esta es la quinta ocasión en la que la da a conocer su palabra del año, escogida entre aquellos términos que han estado presentes en mayor o menor medida en la actualidad informativa durante los últimos meses y tienen, además, interés desde el punto de vista lingüístico.
Tras elegir «escrache» en 2013, «selfi» en 2014, «refugiado» en 2015 y «populismo» en 2016, el equipo de la Fundación ha optado en esta ocasión por «aporofobia«, un término relativamente novedoso que alude, sin embargo, a una realidad social arraigada y muy antigua.
La voz «aporofobia» ha sido acuñada por la filósofa española Adela Cortina en varios artículos de prensa en los que llama la atención sobre el hecho de que solemos llamar «xenofobia» o «racismo» al rechazo a inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres.
Lo que no tiene nombre no existe. Por eso es necesario buscar palabras que nos ayuden a definir realidades sociales innegables y cotidianas como el miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.
Solo así, dando nombre a esa realidad, podremos hacerla presente en el debate social, conocer sus causas, enfrentarnos a ella, buscar soluciones… Eso es lo que pensó la filósofa española Adela Cortina cuando en 1995 preparaba una columna para ‘ABC Cultural’ en la que denunciaba que, bajo muchas de las actitudes racistas y xenófobas que vemos cada día a nuestro alrededor, late una fobia distinta: la que nos producen los pobres, aquellos que en esta sociedad del intercambio, del dar y recibir, no parecen tener nada que ofrecernos.
Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad. Como ella misma explica en su libro ‘Aporofobia, el rechazo al pobre’ (Paidós, 2017), «no repugnan los orientales capaces de comprar equipos de fútbol o de traer lo que en algún tiempo se llamaban ‘petrodólares’, ni los futbolistas de cualquier etnia o raza que cobran cantidades millonarias pero son decisivos a la hora de ganar competiciones».
«Por el contrario -explica Cortina-, lo cierto es que las puertas se cierran ante los refugiados políticos, ante los inmigrantes pobres, que no tienen que perder más que sus cadenas. (…) Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad». «El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza», concluye.
La existencia de esa «lacra sin nombre» llevó a la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia a rebuscar en sus diccionarios escolares de griego hasta encontrar el término «áporos» (‘pobre’, ‘sin recursos’) y construir, a partir de él, el neologismo «aporofobia».
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