El panorama pintaba mal este domingo cuando toda Argentina, excepto Tierra de Fuego (sur), amaneció sin luz y, aunque gran parte de la actividad comercial se perdió en las primeras horas, la incertidumbre y el enfado fueron generalizados hasta que la energía volvió hasta alcanzar una normalidad parcial.
En Buenos Aires, para colmo, diluviaba y se asomaban truenos, por lo que cuando a las 10 de la mañana el corte ya sumaba tres horas en pleno Día del Padre, la cara del encargado de la pizzería El Destino, Pedro Palacios, reflejaba el mismo poema que el de muchos otros argentinos, empresarios y ciudadanos de a pie exasperados tras sufrir un apagón así después de elevados aumentos en las tarifas.
«Tenemos muchas reservas y estamos avisando a la gente, tenemos menú de emergencia pero para abastecer a todo el salón, no», lamentó Palacios a Efe, dentro de su tradicional local en el porteño barrio de Caballito, que cualquier domingo normal acoge a decenas de vecinos que toman el desayuno pero que hoy en la mañana estaba vacío.
El origen de ese amago de caos estaba a centenares de kilómetros de allí, en las centrales hidroeléctricas de Yacyreta, de gestión argentino-paraguaya, y Salto Grande, manejada entre Argentina y Uruguay, país que también quedó sin luz.
Por causas que todavía se investigan, la consecuencia fue un fundido a negro masivo en cuestión de segundos.
«Además no hay grupos electrógenos disponibles», recalcaba Palacios, mientras alrededor de su pizzería lo único que funcionaba era alguna frutería, un quiosco de diarios -lugares que no necesitaban luz- y una parafarmacia con generador en la que una fila de gente se apilaba para conseguir medicamentos.
«Estoy con un poco de angustia porque uno piensa en las personas que son electrodependientes, con problemas de salud, esto provoca una sensación de zozobra muy grande», explicaba un conductor horas después, cuando esperaba en una cola de vehículos para llenar el depósito en una gasolinera que abrió tras las siete horas de parón total.
El servicio se restableció de a poco desde las 09.30 hora local (12.30 GMT), en la capital comenzó a haber luz en el centro antes del mediodía y luego volvió por barrios hasta que hacia las 16.00 hora local (19.00 GMT), el 56 % del país había recobrado la conexión eléctrica mientras el 44 % restante seguía en penumbra, en un día gris afuera de casa y con velas dentro.
En las calles de Buenos Aires, el funcionamiento o no de los semáforos otorgaba la clave de quienes estaban en un lado del problema y quienes permanecían en el otro.
A las 14.30 (17.30 GMT), mientras en un barrio los comercios ya tenían electricidad y los semáforos daban el verde, el naranja y el rojo, en el barrio colindante, tan lejos como en la vereda de enfrente, aún experimentaba el desorden de automoviles y peatones que intentaban cruzar sin entenderse debido a la ausencia de los códigos de colores.
La pizzería El Destino de Caballito ya tenía luz, clientes y daños minimizados, pero su competencia, el establecimiento Maricel, a 30 metros, en Villa Crespo, estaba a oscuras.
Su encargada, desesperada, explicaba que no pudieron hacer nada y que el Día del Padre estaba casi perdido cuando, de un momento a otro, regresó el servicio.
Aun así, su enojo persistió: «con lo que aumentó la luz, es una vergüenza», dijo en referencia a los sucesivos aumentos en las tarifas de la luz durante el Gobierno de Mauricio Macri.
Uno de los clientes que entró a Maricel una vez restablecida la luz, precisamente con su hijo para celebrar la fecha especial, afirmó que «con lo que aumentó la luz, que fue tremendo, no se invirtió nada».
Sin embargo, muchos otros ciudadanos sufrieron el apagón en menor medida, ya que la mayor parte de la actividad laboral no existió por ser domingo y, además, madrugar no era una obligación.
Un tendero de quiosco, que abrió pasado el mediodía, fue uno de los que disfrutó de más horas de sueño.
«Estuve durmiendo, (lo noté) apenas cuando me levanté», dijo, sin saber contestar cuándo volvió el servicio, porque para él casi siempre estuvo ahí.
Desde su llegada a la Presidencia, a finales de 2015, Macri emprendió una política de incrementos de las tarifas de la luz, el gas y el agua, con el objeto, según el Ejecutivo, de normalizar el sistema energético del país tras años de desinversión y facturas subsidiadas por el Estado, una de las fuertes críticas que vertieron contra la gestión kirchnerista.
La reacción del Gobierno llegó con el apagón contenido, con una rueda de prensa en la que el secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, reconoció que es «muy grave» dejar al país sin electricidad y afirmó que fue anormal «la cadena de acontecimientos posteriores que causaron la desconexión total».
El estudio ya está en marcha y las conclusiones se esperan dentro de diez días, pero aunque el restablecimiento se recobre al 100 %, algo que aún demorará, quedará la irritación entre la población.
«Es un desastre, no nos merecemos esto, esto va para atrás 10 kilómetros por minuto. No conozco un apagón similar, vamos a ver en las elecciones», criticó una anciana que compraba una comida familiar de emergencia en una pastelería a base de sándwiches y alfajores de maicena, ajena al ruido frenético de unas redes sociales que pronosticaron un «#apocalipsis» que no fue. EFE