Bachelet resalta la «actitud salvaje» que evoca el verbo de Violeta Parra

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GINEBRA.- El verbo de Violeta Parra «evoca su actitud salvaje», expresó hoy la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, durante el homenaje tributado en Ginebra a la cantautora más emblemática del folclor chileno.

«Y es que las letras de sus canciones y su autobiografía en versos chilenos captan de manera impresionante quiénes somos los habitantes de ese país que, como ella cantó, «limita al centro con la injusticia», describió Bachelet.

La mandataria chilena encabezó una emotiva ceremonia en Ginebra para conmemorar el centenario de la autora de «Gracias a la vida».

«Violeta Parra «supo conectarse con las luchas de las multitudes que luchaban por una vida mejor, por romper las exclusiones de una sociedad cerrada y discriminatoria», recordó la presidenta chilena durante el acto, al que asistieron unas doscientas personas, entre ellas, representantes de la familia Parra.

El homenaje tuvo lugar en el Colegio Voltaire, un centro de enseñanza secundaria situado muy cerca de donde la autora de «Volver a los 17» residió en 1960, cuando vivía a caballo entre Ginebra y París.

La primera estrofa de «Gracias a la Vida», quizás el himno más relevante de su extenso recorrido musical, fue la que quedó grabada en la placa conmemorativa que esta tarde develó la presidenta Michelle Bachelet en Ginebra, en la conmemoración del centenario del natalicio de Violeta Parra. Foto: Emol.com

En esos años, Parra conoció al que fue el amor de su vida, el suizo Gilbert Favre, «El gringo», como le llamaba la cantautora. Favre llegó a Chile participar de un proyecto sobre el folclore chileno.

Inmersa en sus actividades artísticas, Parra dedicó sus años europeos a cantar en el barrio Latino de París, dar recitales en el teatro de las naciones de la Unesco, actuar en la radio y la televisión, y hasta a bordar arpilleras y hacer esculturas de alambre.

Violeta Parra se enamoró profundamente del antropólogo y musicólogo suizo, quien se convirtió en el último y gran amor de su vida.

Con él vivió en Ginebra, compartiendo su tiempo entre Suiza y Francia, y a él dedico sus más notables composiciones de amor y desamor, entre ellas «Qué he sacado con quererte, «Corazón maldito» y «El gavilán, gavilán».

A su etapa franco-suiza corresponden sus textos más combativos, como «Miren cómo sonríen», «Qué dirá el santo padre» y «Arauco tiene una pena», canciones que integraron la corriente musical que después se conocería como Nueva canción chilena.

 

 

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