Cabo de Hornos: Su descubrimiento cambió la visión del mundo

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CABO DE HORNOS (Chile).- Amanece en el fin del mundo, donde los marineros de todas las latitudes aseguran que está fondeado el diablo. Hoy, sin embargo, las oscuras aguas que rodean el Cabo de Hornos presentan una extraña mansedumbre, como si con ella quisieran rendir homenaje a los 400 años de su descubrimiento.

Este remoto y enigmático lugar, que apadrina el duelo entre el Océano Pacífico y el Atlántico, fue descubierto el 29 de enero de 1616 por Williem Schouten y Jacob Le Maire, dos holandeses hechos de acero que bautizaron el peñón en honor a la ciudad de los Países Bajos que los vio zarpar en junio de 1615.

Ellos fueron los líderes de una expedición de circunvalación de la Tierra que se adentró en los mares del fin del mundo con el objetivo de descubrir un paso alternativo al Estrecho de Magallanes, que por aquel entonces controlaba una empresa rival, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales.

La misión, encomendada por el padre de Le Maire, fundador de la compañía Austral y cuyo objetivo era acabar con el monopolio del comercio hacia la «Isla de las Especias», sólo fue comunicada a los 87 miembros de la tripulación cuando ya hacía semanas que navegaban por las aguas del Atlántico.

«Además de intentar evitar el espionaje, decidieron mantener la misión en secreto para poder llenar el barco con marineros. ¡Nadie habría embarcado si hubieran sabido que el propósito era surcar mares desconocidos!», dijo a Efe la alcaldesa de Hoorn, Yvonne van Mastright.

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Schouten y Le Maire zarparon del puerto de esta ciudad, situada en el norte de Holanda, a bordo del «Eedracht» y el «Hoorn», dos pequeños bergantines de madera, convencidos de que existía una ruta interoceánica que aún no había sido descubierta.

Además de desafiar al escorbuto, el frío atroz y la ventisca subantártica que destripaba las velas del bergantín, en la mitad del camino, en las costas del actual Puerto Deseado, Argentina, los marineros sufrieron la destrucción del buque «Hoorn», que tras un incendio quedó totalmente inservible.

«A partir de entonces prosiguieron el viaje con un solo barco, el «Eendracht». Los marineros tuvieron que compartir agua, cama y comida», dijo a Efe el vicealmirante holandés Matthieu Borsboom.

Ocho meses después de zarpar, se adentraron en los misteriosos canales del fin del mundo, poblados por «seres gigantescos» y «monstruos marinos oscuros como la ceniza y con fauces de cocodrilo», detalla el diario que Schouten publicó al regresar a Holanda.

«20 de enero. Cielo oscuro y mal tiempo. Hemos visto algas y todo tipo de pájaros. El mar cambia constantemente de color y el aire está raro», relató Schouten, convencido de que la «brisa tóxica» que golpea el fin del mundo pudre la carne y descompone los mapas.

Días antes de dar con el Cabo de Hornos, el capitán plasmó en su diario la ansiedad y el nerviosismo que se apoderaba de la tripulación.

«23 de enero. Nos encontramos en aguas poco profundas, muchos no hemos podido dormir pensando en hallar la tierra desconocida», señala.

El anhelado encuentro llegó la tarde del día 29 de enero de 1616, cuando toparon con un promontorio «alto y blanco de nieve» que acababa en una «empinada curva» que el capitán bautizó en honor a la ciudad de Hoorn.

Su hazaña marcó el descubrimiento por parte de los europeos de este temido hito geográfico, pues los indígenas americanos que habitaban estas latitudes, hacía al menos «600 años que surcaban las aguas del fin del planeta», explicó a Efe Alberto Serrano, director del Museo Antropológico Martín Gusinde, en Puerto Williams.

«Los científicos han constatado presencia de yaganes (canoeros nómadas) en el Cabo de Hornos hace más de 1,000 años, así que me parece justo decir que Schouten y Le Maire fueron los primeros europeos en llegar aquí, pero no descubrieron nada», puntualizó.

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El Eendracht siguió su camino hasta Java, en Indonesia, donde fue confiscado por un miembro de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales que, al no creer que habían encontrado el paso bioceánico les acusó de haber circulado por el Estrecho de Magallanes sin previa autorización.

Ambos intrépidos exploradores fueron arrestados y enviados en custodia a bordo de otro buque en unas condiciones que Le Maire no pudo soportar.

Dos años y 18 días después del inicio de su travesía, Schouten regresaba a Holanda y ponía punto final a un «viaje triste y muy difícil» en el que tuvo que despedir a un «querido y valioso amigo (Jacob Le Maire), a quien le hubiera gustado mucho poder ver el final de esta aventura».

Cuatro siglos después de esta hazaña que dibujó la forma definitiva del mapa planetario, autoridades de Chile y Holanda viajaron hasta la Isla de Hornos para celebrar que, gracias a esta épica travesía se logró unir el mundo de forma universal.

EFE/Júlia Talarn Rabascall

 

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