MADRID.- Hace entre 1.5 y 2 millones de años, la evolución dividió el género de los chimpancés en dos especies, los chimpancés y los bonobos. Hasta ahora se creía que no se habían cruzado, pero un nuevo estudio constata que lo hicieron en dos episodios: uno hace medio millón de años y otro hace 200,000 años.
Esta es la principal conclusión de una investigación del Instituto de Biología Evolutiva, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español y la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, que publica hoy la revista Science.
El trabajo, que tiene además «una aplicación inmediata» en la conservación y lucha contra el tráfico ilegal de estas especies en peligro de extinción, es importante porque constata la hibridación, que ha resultado ser muy parecida a la que se produjo entre el género Homo. Esto sugiere que el flujo de genes podría haber sido generalizado durante la evolución tanto de los grandes simios como de los homínidos.
Para la investigación, se analizaron 75 genomas de chimpancés (60) y bonobos (15), secuenciados en el Centro Nacional de Análisis Genómico, en Barcelona.
Chimpancés (‘Pan troglodytes’) y bonobos (‘Pan paniscus’) son dos especies con marcadas diferencias físicas y de conducta.
La comunidad científica creía hasta ahora que no había habido flujo genético entre ellas, debido al río Congo, que separa físicamente la distribución geográfica de las dos especies.
Sin embargo, este trabajo revela por primera vez que sí hubo cruzamientos, de manera similar a lo que ocurrió entre humanos y neandertales.
Esta hibridación se produjo en dos tiempos. El primer episodio hace medio millón de años y el segundo hace unos 200,000 años.
No obstante, los investigadores no han podido constatar si se trató de un evento puntual o prolongado en el tiempo.
En este trabajo se han estudiado genomas de ejemplares de diez países, desde Guinea a Tanzania, es decir, desde las regiones más occidentales a las más orientales en las que habitan estos simios.
Lo primero que constataron los científicos es que hay diferencias genéticas regionales entre, por ejemplo, el chimpancé del Congo y del Camerún.
Además, comprobaron que había más similitudes genéticas de algunos grupos de chimpancé con bonobos, «una señal coherente con su proximidad geográfica», explica a Efe Tomás Marquès-Bonet, investigador ICREA (Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados), vicedirector del Instituto de Biología Evolutiva y líder de este trabajo.
Los chimpancés de África central y oriental comparten más material genético con los bonobos que otras poblaciones de chimpancés.
El trabajo establece que el 1 % del genoma de los chimpancés deriva de los bonobos (desde el punto de vista biológico, al contrario también debe ocurrir, pero esto no se comprueba en este trabajo).
Para este investigador, que asegura estar orgulloso de que el trabajo se haya hecho mayormente en centros españoles, la importancia es haber constatado esa hibridación, que ha resultado ser muy parecida a la que se produjo entre el género Homo, lo que sugiere que el flujo de genes podría haber sido generalizado durante la evolución tanto de los grandes simios como de los homínidos.
Además, la investigación es importante porque tiene «una aplicación social inmediata», que crea nuevas oportunidades de conservación para los chimpancés, subraya este científico.
Y es que, gracias a la secuenciación de los 75 genomas, los investigadores han establecido un catálogo de genes y mutaciones que facilitará conocer la procedencia de los ejemplares víctimas del tráfico ilegal: si las autoridades requisan un chimpancé fuera de su hábitat, con un test sabrán de dónde viene y dónde debe volver.
«Ahora nos hemos convertido en el ‘CSI’ de los chimpancés», apunta Marquès-Bonet, quien indica que a partir de un pelo o de excrementos del animal se podrá establecer su origen.
En este estudio también participaron investigadores del Zoo de Copenhague, la Universidad de Cambridge y del Wellcome Trust Sanger Institute, ambos en Reino Unido.
«Muchos chimpancés son víctimas cada año del tráfico ilegal. Nuestros datos revelan un estrecho vínculo entre la geografía y la diversidad genética, lo que significa que cuando un chimpancé es, por ejemplo retenido en la aduana, una muestra de ADN nos puede ayudar a revelar el origen geográfico y de este modo podemos retornar los individuos confiscados a su país de origen», concluye Christina Hvilsom, del Zoo de Copenhague.