PEKÍN.- China ha optado por un plan de reforma de cariz capitalista para mejorar a nivel nacional su medio ambiente, cuyo deterioro es uno de sus principales problemas, al mismo tiempo que intenta mostrar liderazgo en el ámbito internacional en la lucha contra el cambio climático.
Como el mayor contaminante del planeta y segunda economía mundial, el país asiático ha visto que la salida más eficaz para poner freno a los gases de efecto invernadero es una política agresiva que contemple el comercio de derechos de emisión.
En una declaración conjunta tras el encuentro en Washington este viernes entre los presidentes de China (Xi Jinping) y EEUU (Barack Obama), China anunció que en 2017 pondrá en marcha dicho sistema a nivel nacional, tras haberlo probado de forma limitada antes.
También anunció un fondo de 3.100 millones de dólares para ayudar a países pobres a combatir el cambio climático, una cantidad similar a la comprometida anteriormente por EEUU (aunque en este caso aún debe ser aprobada por su Congreso).
El director ejecutivo de la consultora estadounidense IHS Energy, Zhou Xizhou, señaló hoy a Efe que la creación de un mercado nacional de inversiones, sistema que impone un límite sobre la cantidad de gases contaminantes a las empresas y que crea bonos o derechos para su compraventa, «es la continuación de políticas ya existentes».
Ahora hay seis lugares en China que han experimentado con programas de comercio de emisiones: Pekín, Chongqing (centro), Cantón (sur), Hubei (centro), Shanghái (este) y Shenzhen (sur), y su «lecciones» ayudarán al gobierno a desarrollar un plan sólido a nivel nacional», opinó Zhou.
Para que éste triunfe y que las empresas que necesiten aumentar las emisiones compren créditos a otras que contaminen por debajo del límite impuesto por las autoridades, de forma que las menos contaminantes acaben siendo «premiadas», hay un requisito sine qua non: transparencia.
«Si las normas son transparentes y el gobierno lo lleva a la práctica de manera escrita, puede funcionar bien», comentó a Efe Lin Boqiang, director del Centro de Investigación de Energía y Economía de la Universidad de Xiamen.
Se trata de resolver el problema «con un enfoque de mercado», apuntó en declaraciones a Efe Ma Jun, una de las grandes plumas de China en temas de protección medioambiental, quien subrayó que «en el mundo hay ejemplos muy exitosos» y que la potencia asiática «está todavía muy lejos del nivel internacional».
Pero Ma se muestra más cauto a la hora de evaluar cómo el gobierno chino, inmerso también en una extensa campaña anticorrupción, acometer un control eficaz de la compraventa de derechos y de la cantidad de la emisiones cuando «las empresas estatales no son muy transparentes».
En un tono más alentador, reconoció que «en los últimos años los departamentos de protección medioambiental han promovido la transparencia, y ahora muchas empresas estatales (en plena reforma para la entrada de capital privado) tienen que hacer públicos sus datos de contaminación, lo que era inimaginable en el pasado».
Tanto Ma como los otros expertos subrayaron, no obstante, la creciente firmeza del gobierno a la hora de hacer frente a la contaminación, que se ha convertido en uno de los problemas más acuciantes del país y en uno de los principales factores de protesta social, algo que las autoridades quieren evitar a toda costa.
El pasado año, el consumo de carbón, la principal fuente de energía de China y uno de sus mayores contaminantes, se redujo por primera vez en un siglo, lo que hace posible que Pekín cumpla con el objetivo de que sus niveles de emisiones alcancen su nivel máximo en 2020, para después empezar a reducirse.
Si ese fue el compromiso al que llegó Xi con Obama durante la visita de éste el pasado año a China, el anuncio que el presidente del país asiático realizó ayer en la Casa Blanca es un golpe de efecto del dirigente chino durante su primer viaje de Estado a la primera potencia mundial, del que quiere salir reforzado.
El anuncio en EEUU es una ocasión para Xi de sobresalir en la arena internacional de forma positiva, entre críticas por el paso atrás en libertades durante su mandato, y de sentar la tónica para la cumbre sobre el cambio climático de París en diciembre, a la que China quiere demostrar que va con los deberes hechos. EFE
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