MADRID (España).- Una coalición de científicos del clima afirma que las constantes vitales de la Tierra han empeorado más allá de lo visto nunca antes por la Humanidad y que la vida en el planeta está en peligro. El estudio, publicado en Bioscience y en el que han participado una docena de científicos de varios países, señala que 20 de las 35 constantes vitales planetarias que los autores utilizan para seguir el cambio climático se encuentran en extremos sin precedentes.
William Ripple, profesor de la Facultad de Silvicultura de la Universidad Estatal de Oregón (OSU), y Christopher Wolf, antiguo investigador postdoctoral de la OSU, son los autores principales del informe, y otros 10 científicos estadounidenses y mundiales son coautores.
«Sin medidas que aborden el problema de fondo de que la humanidad toma más de la Tierra de lo que puede dar con seguridad, vamos camino del posible colapso de los sistemas naturales y socioeconómicos y de un mundo con un calor insoportable y escasez de alimentos y agua dulce», afirma Wolf.
Los autores, procedente de Estados Unidos, China, Australia, Países Bajos, Reino Unido, Brasil y Bangladesh, comparten nuevos datos que ilustran que muchos récords relacionados con el clima se batieron por «márgenes enormes» en el 2023, en particular los relativos a las temperaturas de los océanos y el hielo marino. También señalan una extraordinaria temporada de incendios forestales en Canadá que produjo emisiones de dióxido de carbono sin precedentes.
El informe sigue en cuatro años a la “Advertencia de los científicos del mundo sobre una emergencia climática”, publicada por Ripple y colaboradores en BioScience‘ y firmada conjuntamente por más de 15,000 científicos de 161 países.
«La vida en nuestro planeta está claramente asediada –afirma Ripple–. Las tendencias estadísticas muestran patrones profundamente alarmantes de variables y desastres relacionados con el clima. También encontramos pocos avances que comunicar en cuanto a la lucha de la humanidad contra el cambio climático».
Los subsidios a los combustibles fósiles –acciones de los gobiernos que reducen artificialmente el coste de la producción de energía, aumentan el precio que reciben los productores o reducen el precio que pagan los consumidores– se duplicaron aproximadamente entre el 2021 y el 2022, pasando de 531,000 millones de dólares a algo más de un billón.
Ya este año, los incendios forestales en Canadá han bombeado más de 1 gigatonelada de dióxido de carbono a la atmósfera, más que las emisiones totales de gases de efecto invernadero de Canadá en el 2021, que fueron de 0,67 gigatoneladas.
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En el 2023, ya ha habido 38 días con temperaturas medias mundiales superiores a 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Hasta este año, tales días eran una rareza, señalan los autores. La temperatura media de la superficie terrestre más alta jamás registrada se produjo el pasado mes de julio, y hay razones para creer que fue la temperatura de superficie más alta que ha registrado el planeta en los últimos 100,000 años.
«Como científicos, nos preocupa enormemente el repentino aumento de la frecuencia y gravedad de las catástrofes relacionadas con el clima –afirma Wolf, ahora científico de Terrestrial Ecosystems Research Associates, en Estados Unidos–.
La frecuencia y gravedad de esas catástrofes podría estar superando el aumento de las temperaturas. A finales del siglo XXI, entre 3,000 y 6,000 millones de personas podrían encontrarse fuera de las regiones habitables de la Tierra, lo que significa que se enfrentarán a un calor intenso, una disponibilidad limitada de alimentos y unas tasas de mortalidad elevadas».
Los autores afirman que se necesitan políticas que apunten al problema subyacente del «sobregiro ecológico». Cuando la demanda humana de los recursos de la Tierra es demasiado grande, el resultado es una serie de crisis medioambientales, como el declive de la biodiversidad. Mientras la humanidad siga ejerciendo una presión extrema sobre el planeta, cualquier estrategia que se centre únicamente en el carbono o el clima simplemente redistribuirá la presión, señalan.
«Nuestro objetivo es comunicar los hechos climáticos y hacer recomendaciones políticas –afirma Ripple–. Es un deber moral de los científicos y de nuestras instituciones alertar a la humanidad de cualquier amenaza existencial potencial y mostrar liderazgo a la hora de tomar medidas».
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Los autores instan a la transición a una economía mundial que dé prioridad al bienestar humano y frene el consumo excesivo y las emisiones excesivas de los ricos. Entre las recomendaciones concretas figuran la eliminación progresiva de las subvenciones a los combustibles fósiles, la transición hacia dietas basadas en plantas, la intensificación de los esfuerzos de protección de los bosques y la adopción de tratados internacionales de eliminación del carbón y de no proliferación de combustibles fósiles.
Subrayan que todas las medidas relacionadas con el clima deben basarse en la equidad y la justicia social, y señalan que las personas más pobres, que son las que menos han contribuido al cambio climático, sufren de forma desproporcionada las condiciones meteorológicas extremas y otros efectos del cambio climático.
Fuente Europa Press / foto Twitter