Así como el mito del diluvio universal es común a todas las culturas con apenas pequeñas variantes, todas tienen también refranes o proverbios cuyo origen se pierde en el tiempo.
Decía Sócrates que el refrán es la filosofía más antigua y loada; varias décadas más tarde, Aristóteles los llamaba “reliquias de la antigua sabiduría” y hasta escribió un libro sobre ello.
Los refranes son expresiones memorizadas que provienen de la creación popular y se expresan generalmente en lenguaje poético: “Agua que no has de beber, déjala correr”. Su significado no es, ciertamente, literal.
Refranes hay en todas las culturas y han llegado a formar parte de la idiosincrasia de los pueblos.
A don Juan de Valdés, escritor y políglota nacido en 1504, precursor de la lingüística, le interesaban los refranes como creaciones propias de cada lengua, sin derivación ni aportes de otras. ¿Será cierto o habrá por el contrario, influencia de unas sobre otras?.
Traemos el tema a esta columna gracias a que el excelente sitio web de noticias alemán, Deutsche Welle, viene publicando una sección en la cual invita a sus usuarios a compartir refranes de origen germano.
Catorce refranes de origen germano, se titula la sección en referencia que aparece cada día con material renovado. Es uno de los recursos que usa para mantener y reforzar la identidad germana, a través de la cultura popular.
DW se publica en 30 idiomas; gracias a ello no necesitamos conocer la lengua de Goethe para apreciar que muchos de los refranes alemanes son los mismos que usamos en castellano, aunque expresados con palabras diferentes.
Muchos tienen origen latino con una excepción: el refrán “de tal palo tal astilla” lo atribuyen a una antigua leyenda tribal germana acerca de los hermanos gemelos nacidos en día de luna nueva, y otros detalles que se pierden en la leyenda.
Que los pueblos antiguos hayan sabido crear “expresiones memorizadas” en lenguaje poético, acerca de verdades de la vida cotidiana, que siguen siendo hoy tan válidas como entonces, parece superar la idea que tenemos de nuestra moderna sabiduría superior.
Parecen ser tan antiguos como la civilización. Por lo menos, los primeros agricultores conocían las relaciones de causalidad en la naturaleza y la expresaban en frases como: “En abril, aguas mil”. La siembra y la cosecha deben haberse guiado por estas máximas infalibles.
Según estudios realizados por el etimólogo y filólogo Joan Corominas, (1905-1997), los proverbios han existido siempre. Lo que no llega a precisar es cuándo empieza el “siempre”.
Los refranes, añade Corominas, sobreviven porque son atemporales, sabiduría acuñada en pocas palabras y muy fácilmente recordables, que logran sobrevivir en el lenguaje popular.
En Internet encontramos centenares de refranes. Entre ellos, uno recogido por Gonzalo Correa en 1627: “De dinero y santidad, mitad de la mitad” o dicho de otro modo, hay que ser escépticos ante las muchas declaraciones de riqueza y de virtud.
Se cuenta de un profesor de griego del siglo XVIII de la Universidad de Salamanca, que instalado frente al rio Tormes, pagaba a algún arriero o labrador para que le enseñara un nuevo refrán que él no conociera.
De allí salieron “Dar y tener, y que nos vengan a ver”, que aconseja a los viejos tener recursos propios para mantener su independencia frente a los hijos.
“Sol madrugador, poco llovedor”. En versión gallega: “Sol madrugueiro, non dura o dia enteiro”.
Un grande de las letras que recopiló refranes fue don Miguel de Unamuno, que nos ha dejado el célebre: ”Los hijos de mis hijas, mis nietos son; los hijos de mis nueras, lo sabrá Dios”.
Calderón de la Barca utilizó un refrán como título de una de sus obras “Casa con dos puertas mala es de guardar” y Lope de Vega los empleó sin reparos sobre todo en su novela pastoril La Dorotea.
El rey Salomón, paradigma del hombre sabio, dedicó gran parte de su tiempo a reunir y seleccionar proverbios, y por ello se le atribuye la autoría del Libro bíblico llamado precisamente, Libro de los Proverbios, donde aparecen más de tres mil.
Tanto la Biblia como El Quijote son algunas de las principales fuentes de proverbios y refranes que han perdurado, y sin duda, eran frases que ya existían en la época en que esas obras fueron escritas y publicadas.
Don Quijote, por ejemplo, le explica a su escudero las ventajas de los refranes. “No hay ninguno que no sea verdadero porque todos son sentencias sacadas de la misma (mesma) experiencia, madre de las ciencias todas”.
De modo que, aplicando lo tratado, digamos que “a la tierra que fueres haz lo que vieres”, o sea, hagamos como los demás en cuanto a no inhibirnos de utilizar de vez en cuando un poco de sabiduría popular, acuñada y conservada por muchos siglos.