BUENOS AIRES – Recostadas en una reja, unas 40 personas que llevan bolsos enormes hacen fila con paciencia, castigadas por el inclemente sol del verano austral de Buenos Aires. De vez en cuando miran hacia el otro lado de la reja, con la esperanza de detectar un lugar vacío en el universo de mantas y lonas dispuestas en el piso donde se ofrecen objetos variados, casi todos con muchos años de uso.
“En la feria somos 200 familias fijas. Y los que hacen cola son los que llamamos visitantes, que esperan que alguien se vaya y aparezca un lugar para vender. Antes los visitantes eran poquitos, pero ahora son cada vez más y a veces se juntan 50 personas que esperan todo el día pero no pueden entrar”, dice a IPS Julio Arancibia, uno de los referentes del espacio.
“Está aumentando la cantidad de gente que viene a vender y también la gente que viene a comprar. Buscan, por ejemplo, un par de zapatos para los chicos o útiles escolares, porque dentro de poco empiezan las clases y los precios de los negocios son imposibles. Toda mi vida estuve en ferias y nunca vi una crisis así”, agrega amablemente, con una sonrisa amarga.
“Puede aparecer alguna mercadería nueva por algún negocio que cerró y la dejó en un volquete, pero casi todo lo que se ofrece acá es usado. Mucha gente se está yendo del país por la crisis y vende o directamente deja en la calle ropa y utensilios de cocina. Siempre hay cosas”: Julio Arancibia.
El Parque Centenario es uno de los espacios verdes más conocidos y concurridos de Buenos Aires por su ubicación estratégica. Está en el límite entre tres de los barrios más densamente poblados de la alguna vez fuerte y hoy empobrecida- clase media de la capital argentina: Caballito, Almagro y Villa Crespo.
En sus 12 hectáreas tiene un lago artificial con patos y gansos, un gran antiteatro para espectáculos y un pequeño observatorio astronómico.
Sin embargo, los fines de semana, es cada vez menos un espacio de recreación y deporte y, cada vez más, un enorme mercado a cielo abierto. Tradicionalmente se ofrecían artesanías, pero luego siguió con mercaderías nuevas y hoy hay gente que ofrece allí cualquier cosa que le sobre en su casa, que alguien le regale o que pueda conseguir en la reventa.
Se puede encontrar desde un sacacorchos un poco oxidado hasta libros escolares usados; desde una raqueta de tenis de los años 70 hasta monedas en desuso hace décadas; desde una destartalada mesita de luz hasta lápices consumidos en más de la mitad de su tamaño original. “El precio lo pone usted” anuncian algunos vendedores a través de letreros escritos con marcador sobre trozos de cartón.
Argentina está hundida en una crisis económica que lleva por lo menos 12 años, caracterizada por una elevadísima inflación que ha deteriorado de manera persistente el poder adquisitivo del salario.
Sin embargo, la caída de la calidad de vida de amplios sectores de la población se aceleró en los últimos dos meses, desde que gobierna el economista ultraderechista Javier Milei, quien liberó completamente los precios que estaban regulados o contenidos por el Estado y duplicó la inflación, para llevarla hasta 25,5 % mensual, según el último dato oficial.
Argentina está entrando así en una recesión profunda, de la que empiezan a surgir los primeros datos concretos. En enero, las ventas minoristas de los negocios formales cayeron 28,5 %, a valores constantes, con respecto al mismo mes de 2023, informó la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came).
Los más castigados son el número creciente de argentinos que no tienen para cubrir las necesidades básicas. Es que el derrumbe de las ventas en el primer mes de 2024 fue más pronunciado aún en los rubros más sensibles: alimentos y bebidas (37,1 %) y farmacia (45,8 %).
“Algunos empresarios señalaron que las cifras de enero parecen las de un mes donde nadie se enfermó”, se lee en un comunicado de la Came.
Casi todo usado
La feria de artículos usados del Centenario empezó sobre las veredas del perímetro y, luego de una negociación con los agentes encargados del cuidado espacio público, pasó al cemento del amplio playón de estacionamiento del Marie Curie, el hospital público del Parque Centenario donde se atienden pacientes oncológicos de todo el país.
“No nos dejan poner puestos y por eso tiramos las mantas en el piso. Nosotros somos manteros”, afirma Arancibia, quien explica: “Puede aparecer alguna mercadería nueva por algún negocio que cerró y la dejó en un volquete, pero casi todo lo que se ofrece acá es usado. Mucha gente se está yendo del país por la crisis y vende o directamente deja en la calle ropa y utensilios de cocina. Siempre hay cosas”.
Marcelo, un vendedor que prefiere no decir su apellido, cuenta a IPS que trabaja durante la semana en un garaje de automóviles, pero que los fines de semana va a vender al Parque Centenario porque lo que gana cada vez le alcanza menos.
“Llegué a través de un conocido que viene hace tiempo y que me dijo que era posible hacer unos pesos. Generalmente vendo libros usados que compro al por mayor y a veces traigo un poco de ropa. También ocasionalmente vendo algunas cosas de cocina, que son de mi casa”, cuenta.
“Acá vienen a complementar sus ingresos encargados de edificio, plomeros o electricistas, pero también hay gente que no tiene otro trabajo. Esos son los que se angustian cuando llueve y la feria se suspende, porque entonces no tienen forma de hacer una moneda en toda la semana”, añade.
Ropa y alimentos
Como el Parque Centenario, gran parte de los espacios verdes de Buenos Aires y sus alrededores –un conglomerado urbano de casi 14 millones de habitantes- están hoy ganados por la venta informal.
“Se trae lo que se puede, lo que se compra a buen precio o lo que se encuentra en algún lado”, explica a IPS Cristina, una mujer que brinda solo su nombre y quien sobre una tabla con caballetes exhibe su mercadería en una plaza de El Jagüel, un barrio de clase trabajadora de los suburbios, cerca del aeropuerto internacional de Ezeiza.
Es un sábado a la mañana, ha llovido toda la noche y la plaza está embarrada y casi sin gente, pero ella decidió ir igual, porque tiene cuatro hijos y hace falta dinero. Además de algo ropa usada, exhibe en su puesto algunos paquetes de fideos (espaguetis) secos a 900 pesos (un dólar), que compró en un supermercado mayorista a 750.
Durante la semana, Cristina cuenta que recorre otras ferias de las muchas que hay en el municipio de Esteban Echeverría, porque ese es su trabajo.
De acuerdo a datos oficiales, Argentina, con una población de 46,2 millones de personas, tiene una desocupación de apenas 6,2 %, pero en la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), solo 47 % de los asalariados dijo que tiene beneficios sociales y descuentos jubilatorios.
Del resto, 27 % aseguró que cobra de manera informal y 22 % dijo que trabaja por cuenta propia, la mayoría de ellos con bajo nivel de calificación y bajos ingresos.
Los pronósticos para la economía este año son muy negativos, no solo entre los economistas argentinos sino también de organismos internacionales.
El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, estima una caída de 2,8 %, en el contexto de las severísimas medidas de ajuste fiscal y de liberación de precios dispuestas por Milei, un ultraliberal que desdeña cualquier tipo de controles y de medidas de protección para los sectores más vulnerables. La inflación, que en 2023 llegó a 211 %, será incluso superior este año, ya que alcanzará 250 %, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“Yo trabajaba limpiando casas de familia, pero me despidieron durante la pandemia y no volví a conseguir”, revela Mirta Trinidad, quien también vende zapatos usados en la plaza del barrio El Jagüel y ya se acostumbró a vivir al día. “Me parece que trabajo con salario no va a haber más. Ahora hay que arreglarse con esto”, se resigna.
ED: EG