Algo que les «solucionase» la vida

 

Nunca me ha gustado la expresión “mercado de trabajo”. La ley de la oferta y la demanda no sirve para todo, ni menos aún para las circunstancias prevalentemente personales. Y la realidad es que están cambiando, a mi juicio para bien, muchos datos que estaban en el origen de las políticas sociales.

    A la salida de la pandemia, se observa cómo crecen tendencias en las jóvenes generaciones. Una de estas es el rechazo del trabajo como fin en sí mismo, o con la única finalidad de conseguir dinero. Cada vez cuentan más las características del empleo, su componente completivo de la personalidad, la posibilidad de crecimiento humano, la satisfacción ante un servicio prestado con visión universal.

    A los mayores nos asombra que tantos jóvenes cambien de trabajo con frecuencia y no tengan prisa por encontrar uno nuevo. Muchos querrían que sus hijos tuvieran algo que les “solucionase” la vida. No entienden –como tampoco gobernantes que apuestan por el mero trabajo indefinido- que la temporalidad es un signo de nuestro tiempo, facilitada además por las prestaciones propias del estado del bienestar: renta básica o mínima, cobertura del desempleo, sanidad universal, formación profesional gratuita, etc.

Además, quienes prefieren la seguridad a la antigua usanza, cuentan si quieren con la hipertrofia de las administraciones públicas y el consiguiente aumento de plazas de funcionarios, jurídicamente inamovibles. Por si fuera poco, y al margen de identidades políticas, se repite ahí el fenómeno del tránsito de lo interino a lo definitivo, sin apenas esfuerzo personal añadido, algo muy probablemente injusto.

Jesús D Mez Madrid

 

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