Carlos Meneses Sánchez /EFE
Fuga de patrocinadores, lío judicial, críticas de jugadores y 1.800 muertes diarias por covid-19. Con ese mar de fondo empezará el domingo la Copa América en Brasil, un país devastado por la pandemia que decidió organizar a última hora la edición más controvertida de la historia reciente del torneo.
El «espectáculo» arrancará en el estadio Mané Garrincha de Brasilia con el partido entre Brasil y Venezuela después de dos semanas convulsas que pusieron en riesgo la celebración del certamen.
La Corte Suprema de Brasil despejó las dudas en el plano judicial al rechazar en la víspera tres recursos que pedían la suspensión del torneo por la altísima incidencia del coronavirus en el país, que acumula cerca de 500.000 muertos en menos de un año y medio.
Unos días antes, el martes, los jugadores de la selección brasileña ahuyentaban el fantasma del boicot, aunque con duras críticas a la Conmebol, organizadora del torneo.
La máxima autoridad del fútbol sudamericano se ha empeñado en llevar adelante esta Copa América, que ya fue postergada en 2020 por la pandemia, a pesar de la negativa de las dos sedes previstas inicialmente, Colombia y Argentina.
El primero, que afronta una ola de protestas sociales, pidió aplazarla, pero la Conmebol se mostró inflexible. El segundo renunció por la crítica situación de sus hospitales, similar a la de Brasil.
En ese impasse apareció la opción Brasil, el país de Latinoamérica más afectado por el SARS-CoV-2 y actualmente en pleno repunte de contagios, con una media diaria de 60.000 durante la última semana.
La Conmebol se puso en contacto con la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), que a su vez preguntó al Gobierno de Jair Bolsonaro, líder de una extrema derecha que niega la gravedad del virus.
El mandatario dio su visto bueno y el 31 de mayo se anunció a Brasil como única sede de la Copa América 2021.
El movimiento, cosido a las prisas y a menos de dos semanas para su inauguración, generó una enorme indignación entre los más diversos sectores políticos, desde la izquierda a la derecha moderada, sanitarios y deportivos.
Por su parte, el ministro de Salud, Marcelo Queiroga, subrayó que el torneo no supone un riesgo «adicional» y recordó que ya se juegan otras competiciones internacionales, como las Copas Libertadores y Sudamericanas o las eliminatorias para el Mundial de Catar 2022.
En el vestuario de la Canarinha se instaló un debate sobre si jugar o no.
También aparecieron rumores sobre un posible adiós del seleccionador Tite, en medio de una crisis interna con la CBF que culminó con la suspensión de su presidente, Rogerio Caboclo, uno de los padrinos de traer el torneo a Brasil y quien fue acusado por una empleada de la entidad de acoso moral y sexual.
En paralelo, dos partidos izquierdistas y una organización sindical recurrían al Supremo para tumbar el torneo, mientras el Gobierno pulía los detalles y definía cuatro sedes: Cuiabá, Goiania, Brasilia y Río de Janeiro.
En esas cuatro ciudades el sistema público de salud continúa fuertemente presionado por el coronavirus. En Río de Janeiro, por ejemplo, donde se jugarán ocho partidos, incluida la final, casi el 90 % de las camas de terapia intensiva están ocupadas.
Hubo contactos entre los capitanes de las selecciones, pero finalmente los anfitriones divulgaron un manifiesto en el que, desde una posición crítica, ratificaron su presencia.
«Estamos en contra de la organización de la Copa América, pero nunca le diremos no a la selección brasileña», afirmaron.
Después de tanto ruido, la Canarinha irá con todas sus estrellas: Neymar, Casemiro, Marquinhos, Thiago Siva, Firmino, Gabriel Jesus y compañía.
Por otro lado, entre el miércoles y el jueves, la Copa América de Brasil perdió tres importantes patrocinadores, Mastercard, Ambev y Diageo, que decidieron abstenerse de exhibir sus marcas en esta edición. Ninguno de las tres compañías ha querido tener asociada su imagen a la ya apodada como «Covid América».
Y como en toda novela política-judicial brasileña, el Supremo dio la última palabra y optó por liberar la realización del torneo, con la única condición de que sea presentado un protocolo de seguridad, que ya ha hecho público la Conmebol.
Si bien el alto tribunal lanzó una advertencia al recordar que las autoridades locales podrán responder ante los tribunales en caso de que se compruebe que el torneo agravó de alguna manera la crisis sanitaria del país.
Con todo los frentes despejados, la Copa América empezará el domingo con las diez selecciones suramericanas divididas en dos grupos. En el A estará Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay; y el B, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
De continuar la misma tendencia pandémica, el país superará la trágica marca de los 500.000 muertes por covid-19 durante la celebración de esta polémica Copa América, que finalizará el 10 de julio en el estadio Maracaná.
EFE