La revolución digital ha cambiado el panorama de los medios informativos, observó Steiger en su conferencia en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid. Es cierto que, por un lado, ha traído nuevas oportunidades: antes hacía falta una inversión enorme para comenzar un medio; ahora, Internet ha bajado la barrera de entrada y cualquiera puede convertirse en editor con un ordenador y poco más.
Pero Internet también ha traído la cultura del todo gratis, que ha puesto en crisis el modelo de negocio en que se basaba hasta ahora el periodismo. El primer perdedor ha sido la prensa escrita. Steiger citó unos datos difundidos por su colega Richard Tofel, actual presidente de ProPublica: en EE.UU. solo queda un periódico que venda, de media, algo más de un millón de ejemplares al día: The Wall Street Journal. El siguiente que más ejemplares vende es The New York Times (528.000). El resto, está por debajo del medio millón.
El futuro es digital
Los editores tienen claro que el futuro es digital. El reto es encontrar un modelo de negocio estable: no es fácil descubrir cómo hacer que la publicidad sea rentable, y solo unas pocas cabeceras tienen posibilidad de cobrar a suficientes lectores por acceso.
A falta de una solución, los medios tradicionales reducen plantilla; sobreviven, pero la calidad se resiente. También hay menos recursos para el periodismo de investigación. Casi todos coinciden en que es necesario. Pero si los lectores no pagan por la información, ¿quién lo hace?.
Aquí está la aportación de ProPublica, una agencia de noticias sin ánimo de lucro especializada en reportajes de investigación y financiada principalmente con donaciones. “El periodismo de investigación es un bien público: beneficia también a los que no pagan”, declaró Steiger.
ProPublica colabora con otros medios para dar a conocer los fraudes que destapa. Lo habitual es que se asocie para un proyecto determinado, como han hecho la BBC y Buzzfeed en el escándalo de los amaños sobre partidos de tenis.
En el caso de ProPublica, sus reporteros comparten borradores con los del otro periódico. Además, los abogados de estos medios –no los redactores– pueden preguntarles por sus fuentes.
¿Recibe ProPublica presión de sus donantes? La respuesta de Steiger es contundente: no, en absoluto. Los administradores y los donantes pueden sugerir temas a los editores, nunca a los redactores. Y los editores no están obligados a seguir sus pistas: en estos ocho años, solo lo han hecho una vez, “porque el tema era verdaderamente interesante”. Su política de no agradar a sus donantes les ha jugado alguna mala pasada, como en el caso de un demócrata entusiasta que se disgustó mucho por un reportaje sobre corruptelas de su partido en California. “Dejó de dar, pero luego volvió”.
Cuidar las historias
ProPublica se ha hecho famoso por la calidad de sus investigaciones periodísticas. Con dos premios Pulitzer a sus espaldas, el nivel de exigencia está muy alto. Sin embargo, las exclusivas no son toda la verdad: en ProPublica, se empiezan muchas historias, pero no todas llegan a buen puerto.
En el encuentro con los medios celebrado antes de su conferencia, Steiger lo explicó con una imagen tomada de la industria petrolera: “Empiezas a perforar un pozo, y al final descubres que es un pozo seco”. Los reporteros dedican mucho tiempo a buscar información. Pero si no da fruto, la historia se abandona y se empieza otra nueva.
Para encontrar una buena historia hace falta trabajarla y cuidarla mucho. En ProPublica, los redactores trabajan en pequeños equipos, supervisados por un jefe de redacción. Cuando una historia va por buen camino, se incorpora a una lista de temas que se revisa cada semana en una reunión con los redactores. La primera vez que se habla de un tema en esa reunión, cualquiera puede sugerir enfoques, pistas informativas, posibles problemas que pueden surgir… De esta forma, toda la redacción se implica en las historias. “Este método ha hecho que nos encontremos con menos pozos secos de los que esperábamos”.
Steiger citó como ejemplos de historias cuidadas dos investigaciones. Una, publicada este verano, fue un proyecto de tres años –con aplicación incluida– para puntuar la calidad de los cirujanos estadounidenses. La otra fue una serie de reportajes sobre prácticas financieras abusivas, con la que ProPublica ganó su segundo Premio Pulitzer.
El buen periodismo logra cambios sociales
La solvencia económica de ProPublica permite pagar bien a sus periodistas, aunque se mueven dentro del precio de mercado. Con uno de sus periodistas más experimentados firmaron un contrato de 200.000 dólares anuales; es mucho, pero la competencia le ofrecía más. En cambio, algunos de los más jóvenes que hubieran aceptado trabajar por 35.000 dólares anuales en una empresa, cobran 50.000 en ProPublica.
De todos modos, no todo es cuestión de dinero. A los periodistas presentes en el encuentro en el ISEM, Steiger les recordó que para encontrar información valiosa hay que ser “creativos”. Las nuevas herramientas digitales han traído nuevas oportunidades. Pero también hace falta garra periodística. En este sentido, elogió a los periodistas que en los años sesenta veían la segregación racial y la contaban: “El buen periodismo transformó en leyes la lucha por los derechos civiles”.