Secuestros, torturas, asesinatos, “marcas”, todas estas palabras partes significativas de la realidad actual del Perú. Podemos observarlas en una excelente película argentina que pasó por nuestro Festival de Cine de Lima, y que desgraciadamente como en muchísimos casos sólo podemos verla ya sea en copias “piratas” o “bajándola” por Internet.
Los méritos cinematográficos de El Clan saltan a la vista, es una historia muy bien contada por uno de los directores argentinos más frecuentes en el cine del hermano país “gaucho”, Pablo Trapero (gestor de dos muy buenos filmes con Ricardo Darín Carancho y Elefante blanco). Aunque esta vez deposita su confianza en el conocido Guillermo Francella.
A estas alturas, es importante resaltar que Guillermo Francella ya trascendió de ese hilarante cómico que se volvía loco cuando estaba frente a la “Nena”. Secuencia del programa cómico Poné a Francella que disfrutó de gran acogida en el Perú, donde la actriz Julieta Prandi (La Nena) pasó una exitosa temporada televisiva.
https://www.youtube.com/watch?v=n7kpI79cPBk
Guillermo Francella ya había sorprendido a propios y ajenos en su rol dramático en la oscarizada película El secreto de tus ojos. Luego de otras actuaciones de corte dramático y hasta romántico, lo vemos como el capo de una banda de delincuentes, conformada por miembros de su propia familia: Los Puccio.
La historia de Arquímedes Puccio y su familia, narrada magistralmente en El Clan, es totalmente real. Conmocionó a los argentinos en los primeros años de los ochenta, y basta con verla para poder descubrir un gran reflejo con nuestra sociedad. Puccio (Francella) había sido parte de la Operación Cóndor, que no era otra cosa que una estrategia de detención, tortura y asesinato sometidos sistemáticamente en varios países de América Latina (el Perú aparece entre los involucrados en dicho plan).
https://www.youtube.com/watch?v=I3s02oSZu_Q
Posteriormente, Arquímedes Puccio utilizó todo lo aprendido en esos crímenes de lesa humanidad para ejecutar sus propios “trabajos”, esta vez dejando de lado cualquier tinte político, sólo en pos de hacerse de dinero. En nuestro Perú hace poco se revivió ese ambiente de atropello a los derechos humanos, donde los homicidios contra todo aquel que estuviera en contra del corrupto Alberto Fujimori estaban a la “orden del día”.
Al recuperar un ambiente sin sesgos dictatoriales, nos vimos enfrascados en una ola de delincuencia feroz que no deja de incrementar. Siempre queremos buscar “culpables” en la influencia de otros países, el sicariato mexicano, rezagos de la guerrilla colombiana, o terroristas que vuelven a las armas (seguramente también habrá mucho de ello). Pero donde quedaron todos esos hombres “entrenados” para secuestrar, torturar y matar. Sueltos en plaza, con todas las herramientas y conocimientos para sembrar el terror en la población. Al igual que Arquímedes Puccio y sus secuaces.
A Puccio el gobierno argentino le tuvo paciencia, hasta que sus crímenes se convirtieron en demasiado llamativos. Igual, la condena carcelaria fue laxa y terminó muriendo en libertad. Acaso no vemos permisividad de parte de las autoridades que supuestamente “velan por nosotros”. ¿Será que los secuestradores de hoy tienen pruebas comprometedoras para más de un líder político? Arquímedes Puccio sabía demasiado, por eso lo trataron con “guantes de seda”.