Por Víctor Carrato:
En boca de todos en manos de pocos
Las crisis del capitalismo son cíclicas, sin remedio. Y cada vez que aparece una desde los años 20 del siglo XX, se desempolvan las viejas recetas de Keynes. Ellas no salvarán al capitalismo, pero lo emparchan.
Azucena busca a Keynes, pero no lo encuentra.
Desde el viernes 3 de abril “Keynes” fue tendencia en Twitter, durante varios días.
El motivo fue la mención que hizo el presidente Luis Lacalle Pou sobre el economista John Maynard Keynes durante la conferencia de prensa realizada en la noche del jueves 2 de abril.
“No vamos a amputarnos ningún mecanismo para poner a andar al país”, indicó el presidente en referencia al día después de que la emergencia sanitaria sea superada. “No somos ortodoxos”, dijo y agregó: “Recuerdo acá que la ministra de Economía cita a uno de sus autores preferidos que es Keynes; a muchos les llama la atención, yo lo aprendí a valorar un poco escuchando a Azucena Arbeleche”, aseguró.
Arbeleche mencionó a Keynes en su primera disertación tras asumir como ministra. “El problema político de la humanidad es combinar la eficacia económica, la justicia social y la libertad individual”, dijo citando al economista. Y concluyó su presentación volviendo a parafrasear a Keynes: “La persona es el centro en toda decisión de política económica”.
LA OBRA DE KEYNES
La obra de Keynes es crítica de la teoría económica ortodoxa. Frente a la crisis de 1929, la creencia clásica de que el sistema económico se regula “automáticamente”, manteniendo así el nivel de empleo se desmoronó. En 1926, ya había publicado “El fin del laissez-faire”, en donde acusa de mito a “la mano invisible” del mercado y cuestiona los razonamientos matemáticos de León Walras, a este respecto.
La explicación clásica del desempleo se relativiza por la visión keynesiana. Esta última explica la existencia del desempleo por la insuficiencia de demanda en el mercado de bienes que producen las empresas.
Es decir, que aunque el salario coincida con el de equilibrio persistirá el desempleo en el mercado de trabajo, debido a que las empresas no pueden colocar la cantidad de producto que están dispuestas a ofertar a ese precio.
Eso lo explicó muy bien en su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” de 1936.
En una situación de crisis, cuando se cae la demanda y crece el desempleo, la teoría de Keynes apunta a inyectar dinero por parte del Estado y a través de este desarrollar grandes obras de infraestructura y programas de asistencia social urgente
¿TRUMP TAMBIÉN ERA KEYNESIANO?
La brutal crisis del coronavirus llevó al presidente de Estados Unidos (EEUU) a promover un plan de salvamento de un ritmo y volumen sin precedentes en la historia moderna.
Cuando llegó a la Casa Blanca, Donald Trump prometió convertirse en el mayor desregulador de la historia de Estados Unidos, por encima incluso de Ronald Reagan, y logró sacar adelante la mayor rebaja de impuestos desde el célebre presidente republicano de los 80, el que juró el cargo con una frase para recordar:
“El Gobierno no soluciona problemas, el Gobierno es el problema”. A menos de un año de la reelección, Trump se vio abocado a impulsar un plan de rescate económico multimillonario, para empresas y ciudadanos, y a activar incluso la Ley de Producción de Defensa, que data de la Guerra de Corea y permite al Gobierno intervenir las industrias para garantizar la fabricación de materiales necesarios para la nación.
BIDEN Y ROOSEVELT
En las semanas previas a asumir el cargo, el presidente Biden y sus asistentes pasaron tiempo investigando libros sobre Franklin D. Roosevelt, tanto biografías como volúmenes explorando sus icónicos primeros 100 días, con la teoría de que ningún presidente desde entonces ha asumido el cargo en el país. en una crisis tan grave.
Para salir de la Gran Depresión de 1929, Franklin D. Roosevelt se apoyó en las teorías de Keynes, promoviendo el New Deal que transformó considerablemente la economía estadounidense.
Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y Re dinamizar una economía estadounidense herida por el desempleo y las quiebras en cadena.
LAS IDEAS VERNÁCULAS
Cuando Ignacio de Posadas propuso, hace unos días, una especie de Plan Marshall para el Uruguay, está, quiéralo o no, retomando la inspiración keynesiana.
El economista canadiense John Kenneth Galbraith escribió su famoso artículo “Cómo llegó Keynes a Estados Unidos” a mediados de los años sesenta. En la introducción a Economía, paz y risa señala: “no sé por qué razón es el ensayo que más veces se ha reimpreso de los que he escrito”. En realidad, hay muchas razones. El artículo es muy informativo (aun un poco chismoso) así como característicamente agudo y ocurrente, y trata un tema fascinante: la transmisión y difusión de ideas económicas que llegan a ser políticamente poderosas.
Aquí mi propósito no es repasar el terreno que Ken ya cubrió con gran destreza. Me interesa en cambio un aspecto complementario de la historia en la que estuve involucrado mientras trabajé en el Plan Marshall en Washington, de 1946 a 1952: la reexportación de las ideas y doctrinas keynesianas desde Estados Unidos durante ese periodo de posguerra. Además, su artículo data de la época en que la influencia de las ideas keynesianas estaba en su cénit, mientras que mis observaciones no pueden dejar de ser afectadas por el notable cambio del clima intelectual que ocurrió en los veinte años posteriores”.
Cuando el Partido Colorado, presentó sus “Ideas para un nuevo impulso”, también se está apoyando en Keynes.
Cuando el Movimiento de Participación Popular (MPP), sector mayoritario dentro del Frente Amplio, presenta 20 proyectos de ley vinculados a la necesidad de reactivar la economía y mitigar el impacto de la emergencia sanitaria, también toma recetas keynesianas.
Cuando el 21 de mayo, durante un viaje a Berlín, se le prohíbe a Daniel Cohn Bendit la entrada en Francia, por su liderazgo en la revuelta estudiantil francesa, vuelve, sin embargo, el 28 de mayo con los cabellos teñidos y gafas oscuras para una reunión en la Sorbona donde es aclamado. El eslogan “Todos somos judíos alemanes” simbolizó el apoyo de los jóvenes a aquel que la prensa denomina “Dany el rojo”.
De alguna manera se puede trazar un paralelo: “Todos somos keynesianos”
RECUADRO EL BARÓN KEYNES
John Maynard Keynes (1883-1946) fue un economista inglés que revolucionó las ciencias económicas al predicar, contra los conservadores, promover el intervencionismo estatal y las políticas económicas expansivas (lo contrario de los ajustes fiscales) en la economía como forma de resolver las depresiones (como la Gran Depresión de 1929) y las recesiones (como la Gran Recesión 2007-2010), es decir, las crisis recurrentes del sistema capitalista e inherentes a su existencia.
Como le tocó sufrir la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929, odiaba los conflictos militares, la miseria y el desempleo: por eso creyó y contribuyó a crear el Estado de bienestar, expresando que “el desempleo es un error económico y un crimen social”. “El objetivo práctico de la ciencia económica es proporcionar un cinturón protector para la civilización frente a las fuerzas de la miseria, la locura y la ignorancia” y “debemos resolver esto ahora; porque en el largo plazo, estaremos todos muertos”.
Además de tener una intensa vida cultural (integró el Grupo de Bloomsbury, acaso el mayor cenáculo de Occidente, junto con Virginia y Leonard Woolf, Bertrand Russell, Lytton Strachey, E.M. Forster, Duncan Grant y Dora Carrington, entre otras celebridades), fue un hombre de acción, ya que se opuso tenazmente (y con un libro histórico Las consecuencias económicas de la paz) al leonino Tratado de Versalles, que trajo, como él pronosticó, el rearme alemán y el surgimiento del nazismo; y le escribió cartas abiertas al presidente Franklin Delano Roosevelt para que adoptara políticas estatales intervencionistas y expansivas para derrotar la Gran Depresión.
Fue partidario de los monopolios públicos en ciertas áreas de las economías y de expresiones sindicales fuertes que lucharan por sus derechos como forma de sustentar el Estado de bienestar. Sus políticas (que han sido adoptadas en forma permanente, aunque silenciosa por las grandes potencias como Estados Unidos, China Popular, Alemania y Japón) llevaron a la “Edad Dorada del Capitalismo”, entre 1945 y 1973. Fue derrotado por los intereses de los conservadores norteamericanos en los Acuerdos de Bretton Woods en 1944 y así el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, que él soñó como instrumentos para hacer un mundo de desarrollo equilibrado, comercio igualitario y justicia social que asegurara una paz mundial duradera, se transformaron en «síndicos de las potencias desarrolladas», lo contrario de lo que quería.
Esa batalla lo aniquiló y falleció prematuramente en 1946 (ver la monumental biografía de Lord Robert Skidelsky), recibiendo un funeral de Estado en la Abadía de Westminster. Mayores impuestos a los sectores más privilegiados, una disminución de exoneraciones a empresas que no las necesitan y un fuerte apoyo al crecimiento y el empleo, sin descuidar los equilibrios macroeconómicos que Keynes siempre consideró, serían una combinación adecuada para mejorar la compleja coyuntura actual.
Esto dice del Keynesianismo, Jorge Caumont, economista neoliberal o neoclásico, firme admirador de las teorías enseñadas por Milton Friedman en la Universidad de Chicago:
“El keynesianismo revolucionó a la macroeconomía, por el momento en que John Maynard Keynes escribió su obra cumbre, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Tras la gran recesión iniciada en 1929 y el notable aumento del desempleo en Estados Unidos en un contexto caracterizado por una política monetaria sumamente restrictiva que acentuaba la depresión, el presidente Roosevelt lanzó el programa New Deal de gran expansión del gasto público. Tres años después, se publica la obra de Keynes que minimiza a la política monetaria y supone el fracaso de la economía neoclásica para sacar a las naciones de la depresión económica provocada, según el economista inglés, por caída de la demanda agregada. Ante la fragilidad del consumo y de la inversión privada -principales componentes de esa demanda-, el modelo keynesiano sugiere una política expansiva del gasto público que complementaría al privado y permitiría la recuperación de la producción y del empleo”.
ENCASTRES
<< “El objetivo práctico de la ciencia económica es proporcionar un cinturón protector para la civilización frente a las fuerzas de la miseria, la locura y la ignorancia” y “debemos resolver esto ahora; porque en el largo plazo, estaremos todos muertos”.>>
<< “Todos somos keynesianos”>>
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