Frente a tantas opciones que Hollywood se esfuerza, y gasta, en presentarnos, donde recibimos altas dosis de adrenalina con superhéroes, robots y monstruos prehistóricos, está todavía en cartelera una película que nos permite salir del cine recordando que somos seres humanos, dentro de un planeta donde no existe ninguna de las fantasías antes mencionadas.
El gran pequeño es una propuesta clásica de cinematografía familiar, que sin embargo se sostiene en una historia con ritmo, que no aburre ni resulta tediosa. Nos refresca la memoria sobre valores humanos, éticos, familiares, esos que muchas veces suenan a sermoncito casero o religioso, pero que entregados en un buen empaque, resultan de la trascendencia necesaria.
Porque la vida actual nos aleja demasiado de aquellas cosas que son realmente importantes, el conversar con un desconocido (claro con cierta prudencia), visitar a los enfermos, participar de la interacción de la familia, enorgullecerse de pertenecer a un país, sin que ello signifique cegarnos y creer que todo es perfecto.
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La cinta El gran pequeño es el retrato de la vida de un niño de baja estatura que siempre ha figurado sólo para ser objeto de burlas. Es sobre el nexo entre un padre y su hijo, trata del cariño y comprensión muchas veces silenciosa de una madre, de la incomprensión de la sociedad, de la tolerancia y también de la discriminación.
Te habla del horror de la guerra, de los distintos puntos de vistas entre los bandos contrarios, de la religión, del amor a la cinematografía, las fantasías de un niño y su choque con la realidad. Principalmente se refiere a la fe, en la humanidad, en Dios, en uno mismo. Como ven, es una película sobre un pequeño que a la vez abarca mucho.
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Pero no se aplica aquello “de quién mucho abarca, poco aprieta”. Pues la trama no deja vacíos, no es una propuesta compleja, más bien se presenta sencilla. Incluso, algunos niños podrían verla y disfrutarla, claro que entendiendo que hay escenas bélicas que pueden necesitar una explicación adulta. Pero tampoco hablamos de las carnicerías que muchas veces vemos en filmes sobre guerras.
El gran pequeño tiene otro motivo para enorgullecernos, a pesar de estar ambientada en un poblado norteamericano de los años de la Segunda Guerra Mundial, la dirige un mexicano: Alejandro Monteverde. Y nuevamente podemos ver como representantes del país azteca vienen trabajando y realizando disimiles obras cinematográficas en la tierra del Tío Sam.
Basta mencionar nombres como el reciente ganador del Óscar, Alejandro González Iñárritu, o Alfonso Cuarón y, sin olvidar, al siempre impredecible Guillermo del Toro. Son una muestra fehaciente que Latinoamérica tiene algo que decir en el cine, y que hay quienes realmente quieren escucharlo. No todos los norteamericanos son Donald Trump. A ese magnate lo podemos dejar con sus terquedades y engreimientos. Muy dentro de él sabe que su país nunca lo elegirá presidente.
Si tiene tiempo de ir al cine este fin de semana, vaya a ver El gran pequeño, uno sale de la sala cinematográfica recordando que somos seres humanos y eso es muy bueno.