El Papa Francisco y las diaconisas

 

María está presente en la historia de la Iglesia y la redención del género humano, no sólo a través del culto, la devoción y la piedad, sino también a través de una actitud que es la del respeto y consideración a la mujer como tal, especialmente a la mujer-madre. Varios dogmas han reconocido su virginidad e inmaculada concepción, pero también, ha sido la inspiración, entre otros, para un documento del Concilio Vaticano II titulado Mulieris dignitatem, “La dignidad de la mujer”, lo cual nos lleva a hablar de la existencia de una auténtica teología de la mujer, término creado por San Juan Pablo II cuando habló en Cruzando el umbral de la esperanza, al definir el papel de la mujer, no sólo en la vida familiar, sino también en la social y cultural.

El respeto de la mujer debe manifestarse en el misterio de la feminidad, que se testimonia en una rica tradición; sin embargo, la integridad de la mujer está sometida a una preocupante degradación que ha hecho que nuestra civilización la haya convertido en primer lugar en un objeto de placer en el mundo contemporáneo.

Además, no debemos permitir y decir que una diferencia biológica entre hombres y mujeres no significa nada, tal y como lo quiere afirmar la tendencia predominante, lo cual, realmente es una ideología igualitaria hostil a la propia mujer.

Peter Seewald, en sus diálogos con Benedicto XVI, decía que las mujeres no sólo son los seres más bellos, sino también los más evolucionados, a lo cual, el Papa emérito contestó que “No me gustaría abordar esta disputa. Que a las mujeres se les han concedido dones especiales, que en cierto sentido son más sufridas y fuertes, es indiscutible. Que precisamente ellas con esa forma especial de capacidad de amar que se les ha dado, puedan llevar en su seno a otro ser humano y darle sangre y carne, confiere a la mujer una distinción especial y una grandeza completamente propia. Por lo demás, los seres humanos, tanto hombres como mujeres deberíamos confiar en dios e intentar cumplir unidos todo lo que implica ser personas”.

Masculinizar a la mujer convirtiéndolas en soldados, cuando han sido las guardianas de la paz en el hogar oponiéndose al deseo masculino de guerrear y pelear, ha hecho que muchas vayan por ahí demostrando que pueden ser igual de belicosas, me permite decir, que cada cual debe conservar su lugar en la sociedad, sin que yo sea un representante de la falsa ideología de la diferencia, que posibilitó considerar a las mujeres como seres inferiores. Esta idea impide realmente percibir el carácter único de la creación divina, que a pesar de sus diferencias, es unitaria y complementaria y hace que hombre y mujer se pertenezcan mutuamente.

Juan Pablo II había cerrado el camino al sacerdocio femenino en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis de 1994, al decir que Jesús escogió a doce hombres como apóstoles.

Ahora, sin querer negar el papel primerísimo de la mujer en la Iglesia, que puede ejercer muchas tareas de apoyo importante, como el anuncio de la Palabra, la educación en la fe, las obras de caridad al servicio de los pobres, la distribución de la comunión, la animación de la liturgia o la gestión de las estructuras como escuelas e institutos.

Un grupo de madres superioras propuso no hace mucho al Papa Francisco, que se estudiara cómo dar un rol de más importancia la mujer en la Iglesia. “¿Cuál fue el papel de la diaconisa en ese momento?” El Papa respondió que una vez había hablado de la materia “hace algún tiempo” con un “sabio profesor”, que había estudiado la época de las diaconisas. “¿Tenían ordenación o no?”. “Fue un poco oscuro”, dijo Francisco.

A renglón seguido, el santo Padre admitió que le haría bien a la Iglesia aclarar este punto creando una comisión y, si las conclusiones de ésta prosperan, se podría dar ese paso histórico en la Iglesia en favor de la mujer.

 

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