Energía solar y biogás empoderan campesinas en Brasil

 

Leide Aparecida Souza, presidenta de la Asociación de Pobladores del Asentamiento Genipapo, en la zona rural de Acreúna, municipio del centro-oeste de Brasil, al lado de los panes y pasteles de la panadería en que trabajan 14 campesinas. El empoderamiento y autoestima de las mujeres son elocuentes gracias a que conquistaron sus propios ingresos, más estables que los de la actividad agrícola, y brindan un servicio importante para su comunidad. Imagen: Marina Carolina / IPS

ACREÚNA Y ORIZONA, Brasil – Una panadería, la elaboración de pulpa de frutas y agua bombeada desde manantiales están empoderando a las campesinas en Goiás, en estado centro-oriental de Brasil. Nuevas fuentes de energía renovable impulsan ese proceso.

“Trabajamos en la sombra y tenemos ingresos seguros, estables, no inciertos como los agrícolas. No controlamos el precio de la leche, ni las sequías o las plagas en las siembras”, destacó Leide Aparecida Souza que dirige una panadería en la zona rural de Acreúna, un municipio de 21 500 habitantes en el centro de Goiás.

La panadería provee panes variados, también de queso o apropiados para perros calientes, además de pasteles, tortas y bizcochos a cerca de 3000 estudiantes de la red escolar del municipio, para el programa gubernamental de alimentación escolar, que asegura a la agricultura familiar al menos 30 % de sus compras. Las instituciones asistenciales son otro destino.

“La Red es el enlace entre la valorización de la mujer del campo, la agricultura familiar y la transición energética. Elegimos la agricultura familiar porque es la que produce alimentos saludables”: Jessyane Ribeiro.

Es una iniciativa de las mujeres del Asentamiento Genipapo, implantado en 1999 con 27 familias, en el ámbito de la reforma agraria permanente que tiene lugar en Brasil tras la dictadura militar  (1964-1985)  y que ya asentó 1,3 millones de familias.

Genipapo, nombre elegido para el asentamiento, es una fruta del Cerrado, la sabana que domina una extensa área central de Brasil. Cada familia asentada recibió 44 hectáreas y la producción local se concentra en soja, mandioca (yuca) y su harina, maíz, ganadería  lechera y avicultura.

Los seis paneles fotovoltaicos van a reducir los costos de la panadería de las mujeres, instalada en la antigua sede de la hacienda que sirvió al asentamiento de 27 familias en Acreúna, en el estado brasileño de Goiás, dentro de la reforma agraria permanente que se ejecuta en el país. Imagen: Mario Osava / IPS  

Panadería empodera mujeres rurales

Las mujeres de la Asociación de los Pobladores del Asentamiento Genipapo decidieron crear la panadería como una nueva fuente de ingresos hace 16 años. Conquistaron además autoestima y autonomía, al ganar su “propio dinero”. Los ingresos agrícolas y ganaderos son, en general, controlados por los maridos.

Cada trabajadora gana cerca de 1500 reales (300 dólares) al mes, 6 % más que el salario mínimo nacional. “Empezamos con 21 participantes, ahora tenemos 14 disponibles para el trabajo, porque algunas se mudaron o desistieron”, detalló Souza.

Hace un año el proyecto obtuvo un sistema de energía solar con seis paneles fotovoltaicos del proyecto Energía de las Mujeres de la Tierra, impulsado por Gepaaf Asesoría Rural, con apoyo del Fondo Socioambiental de la Caja Económica Federal, el banco regional volcado al área social, y de la Universidad Federal de Goiás (UFG), también estatal.

Gepaaf es la sigla de Gestión y Elaboración de Proyecto en Asesoría a la Agricultura Familiar y su origen es un grupo de estudios de la UFG. La empresa tiene sede en Inhumas, una ciudad de 52 000 habitantes a 180 kilómetros de Acreúna.

Por dificultades en el inversor, dispositivo necesario para conectar la generadora a la red de distribución de electricidad, la planta solo empezó a operar en marzo. Ahora se verá si el ahorro alcanza los cerca de 300 reales (60 dólares) que le cuesta la energía eléctrica a la panadería.

Iná de Cubas junto al biodigestor que obtuvo con el proyecto Energía de las Mujeres de la Tierra, en el municipio de Orizona, centro-este del estado brasileño de Goiás. El biogás generado beneficia las actividades productivas de campesinas en asentamientos rurales, así también plantas solares en escala familiar o comunitaria. Imagen: Mario Osava / IPS

“Es poco, pero para nosotros cada centavo cuenta”, observó Souza. La electricidad es barata en su caso porque se trata de consumo rural y nocturno. La producción de panes empieza a las 17 horas y termina a las 3 o 4 horas de la madrugada siguiente, de lunes a jueves, según Maristela Vieira de Sousa, secretaria del grupo.

El horno industrial que emplean es de bajo consumo de leña. Hay otro, a gas, que solo utilizan en las emergencias, “porque sale caro”. El biogás es una posibilidad para el futuro, que contaría con los muchos desechos agrícolas del asentamiento.

Energías alternativas viabilizan agroindustria

Iná de Cubas, otra beneficiada del proyecto Energía de las Mujeres, si tiene su biodigestor que abastece su fogón, además de ocho paneles fotovoltaicos. Generan la energía para producir pulpas de frutas que también provee a las escuelas de Orizona, municipio de 16 000 habitantes en el centro-este de Goiás.

La planta solar, instalada hace dos años, viabilizó el negocio al eliminar la “cuenta de luz”, elevada porque dos refrigeradores necesarios al almacenaje de frutas y pulpas consumen mucha electricidad.

La abundancia de residuos de las frutas le ofrece los insumos para la producción de biogás, una innovación en una región donde, en general, son más usados los excrementos.

Los refrigeradores en que Iná de Cubas conserva las frutas y las pulpas de frutas variadas que elabora para la venta a las escuelas de Orizona, en el centro de Brasil. Ese equipo indispensable para la actividad consume mucha electricidad al operar permanentemente. Imagen: Mario Osava / IPS

“Solo uso una carga adicional de heces de animales cuando necesito más biogás”, dijo Cubas, que que recurre a las vacas del vecino, ya que no cría animales.

En sus cinco hectáreas de tierra, Cubas dispone de numerosas especies de frutas para su industria familiar.

Además frutas típicamente brasileñas, como el cajá (Spondias mombin), pequi (Caryocar brasiliense) y jabuticaba (Plinia clauriflora), que se puede encontrar también en países vecinos, hay limones, mangos, naranja, guayaba y aguacate, entre otras.

Para las pulpas aprovecha también frutas de los vecinos, la mayoría parientes. La distribución de sus productos se hace a través de la Asociación Estatal Agroecológica de Goias (Aesagro), que agrupa 53 familias de Orizona y alrededores.

La agroecología es norma en la finca, donde la familia también cultiva arroz, frijoles y ajo. Para tanta producción, se irriga las siembras con agua bombeadas desde nacientes cercanas que fueron recuperadas por el alejamiento de una carretera y cercas para bloquear el acceso del ganado que pisoteaba las orillas.

“El objetivo de todo es fortalecer la agricultura familiar, la calidad de vida en el campo, el  ingreso, el cuidado con el medio ambiente y ofrecer alimentos saludables, sin veneno, especialmente para las escuelas”, explicó Iná de Cubas.

Los biodigestores de hierro y cemento, la energía solar para distintos fines, incluso el bombeo de agua, la captación y acopio de agua de lluvia hacen parte de las “tecnologías” que trata de diseminar el proyecto Energía de las Mujeres, resumió Gessyane Ribeiro, administradora de Gepaaf.

En el territorio de Iná de Cubas, el proyecto instaló cinco biodigestores y siete bombas solares para familias campesinas, además de plantas solares en escuelas, ejemplificó.

Los ocho paneles solares fotovoltaicos en el tejado de la casa de la familia Cubas, en la zona rural de Orizona, viabilizan los pequeños procesos agroindustriales que sacan mayor valor a la amplia diversidad de frutas nativas de distintos biomas de Brasil, como el Cerrado y la Amazonia, junto con especies importadas a lo largo de la historia del país. Imagen: Mario Osava / IPS

Mujeres campesinas en red

La Red Energía de las Mujeres de la Tierra, articulada por el proyecto y coordinada por Ribeiro, actúa en seis territorios, áreas definidas por el gobierno en función de similitudes ambientales, económicas, sociales y culturales. En total involucra 42 organizaciones en 27 municipios de Goiás.

Los consejos territoriales eligen las beneficiadas de los proyectos, todos implantados con trabajo colectivo y volcados a actividades productivas de mujeres, a la preservación del Cerrado. Todas las beneficiadas se comprometen a contribuir a un fondo solidario para financiera nuevos proyectos, explicó la agrónoma Ribeiro.

“La Red es el enlace entre la valorización de la mujer del campo, la agricultura familiar y la transición energética”, resumió. “Elegimos la agricultura familiar porque es la que produce alimentos saludables”, acotó.

“Ofrecemos soluciones tecnológicas que se sostienen en el nexo entre alimentos, agua y energía, hacia una transición energética que puede de hecho enfrentar el cambio climático”, matizó la socióloga Agnes Santos, investigadora y comunicadora de la Red.

Recuperar y proteger nacientes es otra acción de la Red de Mujeres.

Dos paneles solares activan una bomba instalada en una naciente en el bosque para alzar el agua necesaria a las 29 vacas de la familia de Nubia Lacerda Matias, en, en Orizona, en el estado de Goiás, cerca de Brasilia. Así las vacas dejaron de buscar agua en las nacientes que ahora están cercadas. Es vital para esta y otras familias locales que viven río abajo. Imagen: Mario Osava / IPS

Nubia Lacerda Matías celebra el momento en que la invitaron al movimiento. Ganó una bomba solar, compuesta de dos paneles solares y tuberías, que llevan agua a su ganado que antes dañaban la naciente hoy protegida por una cerca e un pequeño bosque.

“Es importante no solo para mi familia, sino para la población que vive abajo” donde el aporte de otras nacientes compone un riachuelo, reconoció.

Pero la leche de las 29 vacas y las siembras de maíz en la finca de 9,4 hectáreas no son suficientes para mantener la familia con dos hijos jóvenes. El marido, Wanderley dos Anjos, trabaja afuera, como conductor de microbús escolar.

También la pareja de Iná de Cubas, Rosalino Lopes, trabaja como técnico de la Comisión Pastoral de la Tierra, organización católica volcada al trabajador rural.

En las horas ociosas, Lopes inventa máquinas agrícolas. Junta y combina partes de motocicletas, tractores y otras herramientas, en un esfuerzo para suplir una carencia de la pequeña agricultura, menospreciada por la industria mecánica y las investigaciones científicas en Brasil.

ED: EG

 

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