Es necesario globalizar la solidaridad y no la indiferencia

 

Audiencia al Comité Editorial del programa de televisión “A Sua Immagine”

Vatican News

Al final de la mañana de este sábado, 4 de marzo, el Santo Padre Francisco recibió en Audiencia al Comité de Redacción del programa televisivo «A Sua Immagine» y les dirigió el discurso que publicamos a continuación:

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Discurso del Santo Padre

Queridos amigos, ¡buenos días y bienvenidos!

Agradezco al padre Gianni Epifani sus amables palabras. Me alegra encontrarme con todo el equipo de «A Sua Immagine«: («A su imagen»): además de la presentadora, la señora Lorena Bianchetti, también los autores, los redactores, los técnicos y todos los que colaboran en el programa. Y extiendo también mi saludo a quienes les han precedido en el pasado.

Como sabéis, yo también sigo a menudo, al menos en parte, vuestro programa: cuando llego al Ángelus, casi al final de la misa, para volver a leer, empezáis vosotros y hasta mediodía os escucho. Un poco como una «sala de espera» para el Ángelus. Este programa nació de la colaboración entre la RAI y la Conferencia Episcopal Italiana. De hecho, la programación dominical coincide, en la última parte, con el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro; así que, antes de asomarme a la ventana, me gusta seguirlo durante unos minutos, y a veces menciono algún contenido que me ha llamado especialmente la atención.

Quisiera felicitar a quienes, hace veintiséis años, eligieron el nombre del programa: «A su imagen». Estas palabras nos remiten al principio de la Biblia, al libro del Génesis, donde en el momento culminante de la creación Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gn 1,26). ¡Hemos sido creados «a imagen» de Dios! No debemos acostumbrarnos a esta expresión, no debe dejar de sorprendernos: en cada ser humano Dios ha encendido de forma única una chispa de su luz. En cada persona, buena y mala, en todos; porque se trata de sustantivo, no de adjetivo: si es bueno, es creyente… no. A imagen de Dios: ese es el sustantivo. En este tiempo en el que hay una crisis del «sustantivo» y también del uso demasiado indebido de los adjetivos, estamos en la era de la adjetivación. Cuando te preguntan: «¿Quién es éste?». – «Es un ladrón, es esto y esto…». Primero el adjetivo, luego el sustantivo. No. Tenemos que recuperar el sustantivo de las cosas. Y «A Su Imagen», tu vocación, es buscar el «sustantivo» de las cosas y liberarnos de esta cultura de la adjetivación.

A su imagen. No dejéis que estas palabras, por costumbre, se conviertan en «palabras al viento», o se reduzcan a escribir en una pantalla. Conserva la maravilla de esta Palabra, para que puedas comunicarla. Es importante. El cambio de época que vivimos atestigua la pérdida, por parte de tantas personas, de la conciencia misma de ser hijos de Dios, creados «a su imagen». Es necesario reavivarla. Porque ahí, en esa «imagen», está el origen y el fundamento de la irreductible dignidad humana; el origen y el fundamento de que todos seamos hermanos, porque somos hijos del único Padre, amados y creados «a su imagen».

En coherencia con esta visión, su programa presenta rostros e historias de hombres y mujeres de nuestro tiempo. Lo hace, en particular, dando voz a los más débiles y a los que sufren; lo hace hablando de los que viven el Evangelio en las periferias geográficas y existenciales de Italia y del mundo; lo hace abriendo «ventanas» a situaciones y lugares que a menudo escapan al radar de la opinión pública. A través de vuestros invitados y películas dais testimonio, domingo tras domingo, con gracia y sin gritar, de tantas experiencias de vida y de servicio. Nos recordáis que hay jóvenes capaces de comprometerse y de gastarse por los demás; mostráis también los dramas de la humanidad, pero a través de historias que nos permiten mantener viva la esperanza, porque nos dejan entrever la belleza del Evangelio vivido.

Os animo a ello, os animo a seguir por este camino. Es necesario «globalizar» la solidaridad y no la indiferencia. Hoy en día, ¡la indiferencia está tan globalizada! Anunciar el Evangelio significa testimoniar con nuestra vida que hay un Dios de misericordia que nos espera y que nos precede, que nos ha querido y que nos ama. Y vosotros, con vuestro trabajo específico, podéis aportar mucho en este sentido. Y, en este sentido, os doy las gracias a vosotros y a la RAI porque ayudáis a dar resonancia a las llamadas que, después del Ángelus o del Regina Caeli, hago por nuestros hermanos y hermanas en condiciones de grave dificultad. Así ayudáis a los telespectadores a no olvidarlos, a estar cerca de ellos con la oración, con la ayuda concreta y con el compromiso cotidiano.

Queridos amigos, os doy las gracias por vuestro trabajo y por el modo en que lo realizáis. Lo acompaño con mi bendición, y os bendigo a todos vosotros y a vuestros seres queridos. Y os pido, por favor, que recéis por mí.

 

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