Estaba en un tranvía y leí esta frase en un muro: “¡Fuera extranjeros!”. Bueno, estaba en alemán: “Ausländer raus!”
Yo tenía 18 años, estaba viviendo en Austria, estudiando música y alemán.
Tres años más tarde, me fui a los Estados Unidos. En la universidad, tomé un curso de redacción en el cual yo era la única extranjera. El profesor pidió que los alumnos se juntaran en grupos. Como no conocía a nadie, me quedé sola. Pero unos minutos después, una joven de color me llamó para participar en su grupo. Todas las demás también eran de color.
Por estos y otros motivos sé que vivir en el exterior no es tan fácil. Por ejemplo, hoy en día Chile y Brasil reciben haitianos y venezolanos que salen de su país en busca de trabajo y comida y terminan viviendo en condiciones muy precarias.
Hace unos meses, la historia de un haitiano que vive en Chile y sufrió discriminación en el Metro de Santiago, se hizo rápidamente conocida en las redes sociales.
Pero, no solo los extranjeros enfrentan dificultades. Millones de personas son discriminadas en sus propios países por su descendencia, el color de su piel o su religión.
Por ejemplo, en los últimos días, el mundo se sintió conmocionado por la manifestación de gente que apoya la supremacía de la raza blanca en Charlottesville, Virginia, EE.UU., y por los ataques terroristas en Barcelona, España.
En contraste a esas noticias desconcertantes, el mensaje que recibió más “me gusta” en la historia de Twitter fueron las palabras de Nelson Mandela que el ex Presidente Obama compartió. El párrafo completo dice: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.
¡Cuán sencilla y profunda es esta afirmación! Las manifestaciones de odio que vemos no son naturales, pero el amor sí es natural. Cuando uno habla con el corazón lleno de amor, solo puede tocar el corazón del otro. Un corazón lleno de amor no se deja contaminar por el odio. El origen del amor es divino, por eso es natural. La capacidad de amar es innata en todos.
La gran cuestión es, ¿cómo podemos ver más de ese amor en el mundo para disminuir y hasta eliminar el odio que produce la discriminación?
Necesitamos protestar mentalmente contra el odio y aceptar que solo el amor es natural y omnipotente.
La teóloga y pensadora Mary Baker Eddy lo explica de una manera clara y amplia: “Un único Dios [el Amor], el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila… todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos…”
Sentirse amado por el Amor divino también elimina el rencor o el sentimiento de inferioridad, como yo misma lo pude experimentar. Somos todos iguales. Dejarse motivar por el Amor, nos hace respetar al prójimo, diseminar el bien y la fraternidad.
Esperemos que, como el polen, ese Amor llegue a los corazones fértiles y produzca muchos frutos de paz, igualdad y justicia.
(Escribe: Leide Lessa, maestra y conferenciante de la Ciencia Cristiana y escribe reflexiones sobre la vida y la espiritualidad. E-Mail: lessal@csps.com Twitter: @LeideLessa).