India: el fin de Gauri Lankesh y la sombra de Anna Politkovskaya

 

Supe del asesinato de Gauri Lankesh el mismo día 5 de septiembre de 2017, cuando ya iba a dar las buenas noches (desde mi ordenador) a unos cuantos colegas y amigos. Confieso que me acosté inquieto, como si la actualidad de la India y ese crimen brutal se impusieran a mis problemas del día y a la actualidad. Como si tuviera más peso que las tensiones nucleares de Estados Unidos y Corea del Norte, mucho más que la batalla política de Cataluña, las novedades de la guerra contra el Daesh en Irak y Siria, los efectos de los huracanes en varios países o –incluso, aún más allá- más que la represión de los rohingas (o rohinyás) de Myanmar (antigua Birmania).

La apasionada periodista y activista social que era Gauri Lankesh se preocupaba por la suerte de los rohinyás, ahora que son perseguidos por el régimen de Aung San Suu Kyi, antigua resistente en defensa de los derechos humanos. La misma que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2009 y la misma que critica -ahora- al mundo porque acusan a su país de segregar y maltratar a esa minoría musulmana en una Birmania mayoritariamente budista. Lankesh lo denunciaba porque relacionaba el nacionalismo religioso (budista) del poder de Myanmar-Birmania con el gobierno nacionalista (hindú) de Nueva Delhi. Porque éste también ganó el gobierno y el poder a través del partido conservador del hinduismo más conservador, el BJP, el Bharatiya Janata Party, que a su vez se apoya en diversos grupos integristas -y en las tendencias más derechistas del hinduismo- agrupadas bajo un viejo paraguas ideológico llamado Hindutva.

Hoy he sabido (por mi amigo Olivier Da Lage) que Gauri Lankesh participó en París en el mismo programa europeo que nosotros dos. Yo lo hice en 1987-88, Olivier antes, y ella en 1993-94. Estaba dirigido a periodistas jóvenes. Era una beca de un curso en la Fondation Journalistes en Europe (hoy desaparecido), que incluía un período de meses como redactor de una revista plurilingüe, Europ, en la que había que hacer reportajes en varios países europeos. Quizá eso nos dio a algunos un cierto formato mental común. Quiero pensarlo así. Y también creo que la idea de que la India ha jugado un papel importante en mi formación personal, mi propia pasión india, contribuye hoy a acercarme a la memoria de Gauri Lankesh.

Desde luego, el hecho de que Gauri, Olivier y yo compartiéramos el espacio-tiempo JE (aunque no coincidiéramos en nuestra distinta reencarnación parisina), intuyo -quiero pensar- está en la base espiritual (que no religiosa) de mi inquietud nocturna. Una vez mi amigo José Antonio Guardiola me regaló un libro sobre un fotorreportero, Miguel Gil, que ambos habíamos tratado en Kosovo y Albania. Miguel Gil murió violentamente mientras cubría la guerra civil liberiana, junto a otro periodista -estadounidense- que yo había tratado en parecidas circunstancias: Kurt Schork. El encuentro con ese libro fue terrible porque -poco a poco- al seguir leyendo esas páginas de homenaje a Miguel Gil, me di cuenta de que había coincidido de cerca en los Balcanes y en el norte de África, en España también, con seis de los reporteros asesinados que se citaban en aquel volumen de recuerdo al gran Miguel Gil.

De modo que -aunque no la conociera- integro a Gauri Lankesh en esa lista inquietante. Su caso me parece muy similar al de Anna Politkoskaya, a quien Guardiola conoció bien (y yo no). Por el momento, no nos queda sino pedir a las autoridades indias que actúen, que hagan todo lo posible para detener a los asesinos de Gauri Lankesh. Según todos los testimonios de quienes la conocieron, ella era una mujer abierta, activa, peleona, gran conversadora, activista social y periodista inquieta.

Era editora del seminario Lankesh Patrike (desde 1980), que se publica en canarés (o kannaḍa), uno de los idiomas dravídicos que se hablan en los estados del sur de la Unión India. Una lengua que hablan tantos ciudadanos indios como habitantes hay en España. Un idioma con una tradición literaria de mil años. Así que imagino que Gauri podría haber hablado conmigo en francés o inglés y me habría podido explicar las peculiaridades del canarés. Quizá también por qué terminó peleándose con alguien de su familia para tener su propia publicación.

He podido saber que Gauri (¿me dejáis hablar así, como si la hubiera conocido de cerca?), se hizo cargo del semanario (Lankesh Patrike) que publicaba su padre, Palvada Lankeshappa, desde el año 2000. Para algunos, en ese momento era la joven periodista, “la hija de…” aquel escritor, poeta, periodista y cineasta, que hizo una publicación que se mantenía sin anuncios, sólo con el apoyo de numerosos suscriptores.

Esa situación no duró mucho tiempo, porque Gauri se peleó con su hermano (y co editor) Indajit, a causa de sus reportajes sobre el movimiento (guerrillero, o terrorista, como prefieran) llamado “naxalita”, que persiste en algunos Estados de la India desde hace décadas. Fue fundadora de foros de diálogo y defensa de las minorías y de las castas bajas.Y se convirtió en una experta de esos naxalitas, que son de ideología lejanamente maoista y no son muy conocidos en Europa. Han sido comparados con el sombrío Sendero Luminoso de Perú. En fin, Gauri Lankesh fundó su propio semanario y siempre negó las acusaciones públicas de su hermano, de quien denunció amenazas, sobre su supuesta complicidad con los dirigentes naxalitas a los que había entrevistado en la jungla. Tras varios de esos choques con su hermano, decidió empezar su propia publicación (Gauri Lankesh Patrike), distinta a la que heredara de su padre. Hasta su trágico fin.

Gauri Lankesh se opuso firmemente al chovinismo nacionalista de todo signo, empezando por el Hindutva (“hinduidad” o hinduismo profundo). Defendió a sectores marginados, como el campesino de su área geográfica, y siempre -en ocasiones diversas- la libertad de prensa. Fue acusada de nuevo de ser una naxalita disfrazada porque defendió la necesidad de negociar con los líderes de ese movimiento, para ponerlo fin. Criticó con firmeza algunas tradiciones del país y el sistema de castas propio del hinduismo.

Defendió a escritores atacados por unos y otros, no siempre coincidentes con su propia perspectiva. En una de esas batallas, sufrió una condena por “difamación” y una sentencia de seis meses de cárcel (que no tuvo que cumplir). Como Anna Politkovskaya, Gauri Lankesh ha perdido la vida a la puerta de su casa, asesinada a tiros por sicarios que dejaron claro su carácter profesional. Ambas fueron mujeres y periodistas de carácter, que trataban de informar en países plurales y diversos, con una larga trayectoria de conflictos históricos violentos, con muchas minorías olvidadas. Culturalmente antiguos, milenarios, fascinantes. Las dos escribieron de la corrupción de sus clases políticas y de la relación de esa corrupción con los conflictos armados internos y con la violencia.

El 5 de septiembre pasado, los tres asesinos de Gauri le dispararon siete balas cuando abría la puerta de su casa. Recibió balazos en la cabeza, el cuello y el pecho. Los sicarios escaparon en moto, sin dejar sus cascos de moteros en ningún momento.

Varias manifestaciones han rendido homenaje a Gauri Lankesh a lo largo de toda la India. Las autoridades de la Unión India (gobernada por el nacionalista hindú Narendra Modi) y del Estado de Karnataka, capital Bangalore (o Bangaluru en la nueva denominación), han prometido una profunda investigación sobre el caso. En las fotos y vídeos que he visto de las manifestaciones que ha desencadenado este crimen, abundan los periodistas, sobre todo mujeres. Como la Federación Internacional de Periodistas, reclaman una acción firme para que esa muerte no quede impune.

Según el Sindicato Nacional de Periodistas de India (National Union of Journalists–India), “en el estado de Karnataka, hay una creciente intolerancia hacia todas las voces críticas. En junio de 2017, el parlamento de ese Estado hizo encarcelar a dos editores. Los multó también por publicar reportajes críticos referidos a algunos diputados regionales. Destacados defensores del laicismo racionalista (opuestos a todos los integristas religiosos) han sido asesinados en los últimos años en circunstancias similares. Lankesh es la segunda víctima de la profesión que muere asesinada en la India este año, donde siete periodistas han perdido la vida del mismo modo en los últimos 18 meses”.

En su entierro, convertido en funeral de Estado con presencia de las principales autoridades de Karnataka, su familia ha hecho respetar su deseo de tener un funeral sin ritos religiosos. Gauri Lankesh siempre defendió sus convicciones laicas y racionalistas.

 

 

 

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