RÍO DE JANEIRO – La Amazonia central, en el noroeste de Brasil, sufre este año una nueva sequía que amenaza repetir los daños de 2023 y 2010, pero su infierno climático también se compone de crecidas extremas que se multiplicaron en este siglo.
“En un período de 13 años, de 2009 a 2022, hubo nueve de esas crecidas, igual cantidad registrada en todo el siglo 20, y cuatro de esos casos recientes fueron los mayores de la historia” destacó a IPS el investigador Jochen Schongart, del Instituto Nacional de Investigación (Inpa).
Variados factores contribuyen a esa intensificación de los ciclos hidrológicos, desde el calentamiento de las aguas del Atlántico Tropical Norte y del Pacífico Ecuatorial, al cambio climático mundial, a la deforestación y a los incendios forestales que proliferaron este año, explica el experto alemán, que vive en Manaus desde 1998.
El evento extremo actual es la sequía que en muchas partes se prolonga desde el año pasado. Es que el fenómeno El Niño, nombre del calentamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial, tuvo inicio en junio de 2023 y duró un año.
De esa forma la sequía se prolongó hasta el final del año, retrasando las lluvias intensas que empiezan en octubre o noviembre, y empezó más temprano en 2024.
En el primer semestre, período usualmente lluvioso, ya estaban en sequía severa 61 municipios de la llamada Amazonia Legal, que comprende nueve estados del Norte brasileño que comparten el bioma, aunque no esté presente en todo su territorio en algunos casos.
“El cambio climático es ya una realidad en el mayor bioma forestal y la mayor cuenca tropical del mundo. La intensificación de su ciclo hidrológico es uno de los mayores desafíos a las políticas públicas, a sectores económicos y también a la ciencia y la educación”: Jochen Schongart.
En el año pasado solo 39 municipios registraron tal escasez de lluvias en los seis primeros meses. La sequía moderada más que se duplicó, de 126 a 300 municipios, según los datos del Centro de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden), parte del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
En total, incluyendo la sequía liviana, más de dos tercios del territorio amazónico legal sufrieron una merma de las lluvias, situación que se agravó en julio y agosto, periodo usualmente seco en la región.
Humaredas vuelan lejos
Una consecuencia es la proliferación de los incendios forestales, cuyos focos se duplicaron en comparación con el año pasado. El humo cubrió Manaus, la capital del estado de Amazonas, cuyos 2,1 millones de habitantes vivieron el mismo drama en 2023 y a los que las autoridades sanitarias recomendaron el uso de mascarillas.
La humareda, incrementada por los incendios que también azotan el Pantanal, el ecosistema húmedo del centro-oeste brasileño que se extiende a Bolivia y Paraguay, alcanza ya al sur de Brasil, en la ruta de los vientos que normalmente llevan la humedad amazónica, los llamados “ríos voladores” que distribuyen lluvias en el centro-sur brasileño y llegan hasta Argentina.
“Ya hubo sequías seguidas en la Amazonia, entre 2015 y 2017, pero no tan severas como las actuales, que preocupan porque se acumula el estrés hídrico desde 2023 y en este año no llegó al peor momento, que es septiembre y parte de octubre, cuando se espera que empiecen las lluvias usuales”, comentó Ane Alencar, directora de Ciencia del no gubernamental Instituto de Investigación Ambiental de la Amazónica (Ipam).
“Cuando se prolonga la sequía, aumentan las oportunidades de deforestación”, y eso se refleja en los incendios, observó a IPS, por teléfono desde Brasilia. Pero se redujo el área deforestada en el primer semestre de este año y volvió a crecer en julio, acotó.
A la sequía se sumó otro problema: una huelga durante los siete primeros meses del año de los inspectores del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), la autoridad ambiental. Pero con todo, la decisión gubernamental de combatir el fenómeno desalentó los deforestadores.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró su gobierno el primer día de 2023 restableciendo una política ambiental que su antecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro, (2019-2022) había desmantelado.
La pérdida forestal alcanzó 1220 kilómetros cuadrados en primer semestre de 2024, 36 % menos que en enero-junio de 2023 y el mejor resultado en los últimos seis años, según el monitoreo del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon).
Pero la tendencia se invirtió en junio, alertó la organización no gubernamental con sede en Belém, capital del estado de Pará, en la Amazonia oriental.
Sequías más largas e intensas
Las sequías severas, que menudearon en este siglo al repetirse cada cinco años o menos, colapsan las economías y el modo de vida ribereño del interior amazónico, al menguar el caudal de los ríos, que además de fuente de alimentos, como el pescado, y agua potable, es la única vía de transporte para gran parte de la población.
Hay ciudades aisladas y sin electricidad porque ya no pueden recibir las embarcaciones con el combustible, en general el diésel, para sus centrales termoeléctricas. Así también las grandes cargas de alimentos y otros productos necesarios.
Parte de la agricultura local depende del ciclo de inundaciones y estiaje, así también la reproducción de los peces y la vida fluvial en general. Las alteraciones hidrológicas afectan la seguridad alimentaria local.
La sequía del año pasado se agravó por la simultaneidad de los fenómenos de El Niño Oscilación del Sur, en el Pacífico, y el calentamiento de las aguas del Atlántico Tropical Norte, en una sinergia que afectó toda la cuenca amazónica, explicó Schongart en entrevista por teléfono desde Manaus.
Este año la escasez de lluvias aqueja la parte sur de la Amazonia, especialmente el río Solimões, que cruza la Amazonia central y nace como río Marañón en Perú, y sus afluentes de la orillas derecha, como Juruá, Purús y Madeira.
El río Amazonas, formalmente, se forma al juntarse las aguas del Solimões y del río Negro, que nace en Colombia y aúna aguas del norte amazónico. Popularmente se conoce como río Amazonas la continuidad del Marañón, el Solimões y el mismo Amazonas en la parte baja de la cuenca.
La tendencia desde la década de los años 70 es de sequías más intensas y más prolongadas en el sur y más lluvias en el norte, y eso se agravó en este siglo, apuntó Schongart con base en los datos registrados desde 1902.
Crecidas más frecuentes
El drama de las sequías puede sugerir la conclusión de que están menguando las lluvias en toda la Amazonia, pero no es así. El nivel promedio del río Negro creció un metro en los 120 años desde 1902, más que la subida de los océanos, destacó el investigador, doctor en ciencias forestales con estudios sobre bosques inundables en la Amazonia central.
Los eventos extremos de crecidas y sequías se hicieron más frecuentes e intensos, pero últimamente hubo más casos de crecidas en Manaus, que refleja el conjunto de los procesos hidrológicos amazónicos porque es donde confluyen los ríos Solimões y Negro. Y en Manaus hubo más crecidas extremas que bajones en las últimas décadas.
Son varios los mecanismos que generan esas variaciones, resumió Schongart.
De las aguas ecuatoriales del Pacífico vienen la influencia de El Niño, cuando se calientan, y de La Niña, cuando se enfría, favoreciendo sequías y más lluvias en la Amazonia, respectivamente, pero con efectos distintos en el sur o el norte de la cuenca.
De la misma forma el Atlántico Tropical Norte, que oscila entre calentamiento y enfriamiento en ciclos de 30 a 40 años, en el primer caso desde el inicio del siglo. Al hacerse más caliente, sus aguas hacen que los vientos alisios alejen la llamada Zona de Convergencia Intertropical y sus nubes cargas, restando lluvias en la Amazonia.
Pero también aguas calientes del océano Índico, impulsadas por vientos al Atlántico Tropical, el recalentamiento global, la deforestación y los incendios locales que intensifican la sequía al contaminar la atmósfera con baja humedad influyen en los desastres climáticos amazónicos.
“El cambio climático es ya una realidad en el mayor bioma forestal y la mayor cuenca tropical del mundo. La intensificación de su ciclo hidrológico es uno de los mayores desafíos a las políticas públicas, a sectores económicos y también a la ciencia y la educación”, concluyó Schongart.
ED: EG