El pensamiento pertenece al cro. Emilio Máspero, expresado en su libro “Movimiento de Trabajadores Siglo XXI”, donde también había expresado que “El primer enemigo del capitalismo es el mismo capitalismo”. La crisis nos golpea a todos, sin requerir consenso. La democracia nos atrae y se presenta esquiva.
El cro. Julio Fuentes, Presidente de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales – CLATE -, también lo manifiesta cuando nos dice:
“La CLATE no solamente lucha por defender los derechos y las reivindicaciones de los trabajadores estatales, sino también luchamos por la sociedad en la que queremos vivir”, consecuentemente, luchamos por la democracia que es parte de nuestro anhelo colectivo.
En este siglo XXI, la turbulencia es el tornado que jaquea a nuestras sociedades, y los valores e intereses confrontados, no nos ha permitido profundizar en el diseño y construcción de la democracia real con participación del pueblo y de la clase trabajadora.
Sabiendo que el tornado es el resultado de una interacción especial entre el viento frío y caliente de la atmósfera, podemos afirmar que estamos inundados por un clima de incerteza sobre lo que podemos entender y articular como democracia.
Y el cro. Emilio Máspero, ex Secretario General de la Central Latinoamericana de Trabajadores – CLAT – y quien falleciera a consecuencia de un cáncer terminal, insistía en la falta de consenso básico sobre la democracia, tanto reflexionando conceptualmente, como resultado de la experiencia concreta que hasta hoy se manifiesta con equívocos que nos pueden desorientar.
Emilio nos decía en su libro “Movimiento de Trabajadores Siglo XXI” lo siguiente:
“La vida política sigue bajo factores de ambiguedad, de confusión y de incertidumbres. Después de casi dos décadas de aperturas democratizadoras, no existe en la región un consenso básico sobre el tipo de democracia a construir, habiéndose limitado los procesos a la mecánica electoral y a la alternancia más o menos pacífica en el poder, con una ineficacia tremenda para resolver los problemas de la vida concreta de las gentes. A esto se une la ausencia casi general de una verdadera ética y cultura democráticas.”
En esta línea de pensamiento, la entonces filial de la CLAT, la Confederación General del Trabajo – CGT – de Colombia, fijando su posición ante el Tratado de Libre Comercio – TLC – firmado por el Gobierno de Colombia, con EE.UU. expresó con mucha claridad:
“La práctica de un modelo de apertura económica en los últimos 16 años, no ha significado avance alguno en los indicadores de desarrollo y bienestar social, por el contrario, las estadísticas reflejan una regresión de dicha apertura, constatándose que las tasas de desempleo y subempleo son de las más altas del continente, la reducción de los ingresos reales del sector laboral son innegables, la capacidad de compra es cada vez menor, la estabilidad en el empleo se volvió algo exótico, imperando la flexibilización, la desregulación laboral y fenómenos aberrantes de tercerización. Esta situación contribuye de manera determinante al aumento del clima de violencia que durante más de 4 décadas ha sumido a Colombia en la angustia permanente de un futuro incierto.
La firma de un Tratado de Libre Comercio traerá consigo la agudización del panorama descrito, pues solo consulta los intereses de las transnacionales con asiento en los Estado Unidos y de un pequeño grupo de empresarios nacionales, quienes con el fin de ampliar sus ganancias, no se detienen a pensar que dicho tratado lo que hará es agudizar la ya lamentable situación de las mayorías. Quienes adelantaron las negociaciones del TLC, bajo orientaciones del doctor Álvaro Uribe Vélez, no lo hicieron consultando el interés y querer nacional, sino más bien a espaldas de los mismos…
La información real de los pormenores del tratado nunca se pudo conocer por parte de la opinión pública nacional, debido a las condicionantes de confidencialidad esgrimidas e impuestas por el equipo negociador del norte…
Ninguna actividad humana en Colombia estará exenta de las regulaciones del TLC, regulaciones que no son otra cosa que la aplicación a rajatabla de las leyes del capitalismo en su más salvaje expresión, dejando a las fuerzas de la oferta y la demanda los bienes otorgados por el Creador para beneficios de todos…”
Es terminante la declaración, que además sorprende por su vigencia actual.
En estas condiciones que persisten hasta hoy en Colombia y en la mayoría de los países de la región, es imposible poder consensuar sobre la democracia que necesitamos y queremos.
Y ese es uno de los debates fundamentales que necesitamos realizar en cada uno de nuestros países, en nuestras organizaciones y en toda América Latina-Caribe.
Casi todo lo que hoy existe, es la negación de la democracia definida por el patriarca Abraham Lincoln, quien decía :
“La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Debemos persistir en la lucha y en el afán de luchar y construir en el espacio-tiempo del presente siglo XXI, la democracia lincoliana, con perfil de democracia real, participativa, protagónica, con justicia social y paz universal.