El presidente de la República, ingeniero Martín Vizcarra Cornejo, ha señalado la necesidad de cerrar las brechas sociales, subrayando las profundas desigualdades que aún persisten en el país. Tal el caso de los problemas de exclusión y marginación que se da en los campos de la educación y la salud. Ha precisado que se trata de un desafío pendiente, a pesar de haber experimentado la nación un progreso sostenido.
El mandatario hizo la declaración en el marco de la presentación del Informe Global Sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas, durante la cual enfatizó que desde los inicios de su periodo gubernamental se fijaron cinco ejes de gestión, entre ellos el crecimiento económico competitivo y sostenible, así como, el desarrollo social y bienestar para la población.
De esto último vamos a escribir. Se trata de un tema de la mayor importancia. Qué duda cabe dado que hablar de equidad y desarrollo es de enorme complejidad y se presta para muchos enfoques distintos. Podría verse desde el ángulo filosófico, que permita una discusión detallada de naturaleza conceptual y epistemológica, derivando solo marginalmente hacia las políticas concretas, hasta otro que se detenga solo en estas.
En ese propósito de un enfoque adecuado podríamos formularnos varias preguntas, sobre todo ¿Por qué la preocupación de la equidad en el desarrollo? y ¿Cómo se relacionan equidad y desarrollo?
Para quienes profesamos un comportamiento humanista de carácter integral, es casi innecesario justificar la búsqueda de la equidad. La vigente visión tomista de las dos dimensiones de la justicia, conmutativa y distributiva, introduce ya en esta la exigencia de dar a cada uno lo que le corresponde, tanto lo que se entrega a cambio de un proceso de intercambio como la propia dignidad del ser humano demanda dentro de las relaciones sociales. Pero hay que ir más allá, por razones de misericordia y de caridad. Esta última, hay que tomar en cuenta tiene un carácter de obligación moral, aunque la definición de sus límites no sea absolutamente precisa. El respeto a esa dignidad constituye la razón moral definitiva para buscar la equidad. Aquí no cabe duda, la equidad es una exigencia moral. Sin embargo, habría que agregar que la idea de equidad que se tenía en el siglo pasado es distinta a la que se tiene hoy.
Además, es preciso señalar tres dimensiones de la equidad que son válidas en el mundo actual: El acceso a las oportunidades de progreso y a los medios para aprovecharlas, incentivando el desarrollo de los talentos potenciales de las personas y eliminando toda forma de discriminación; la desconcentración del poder y la riqueza, con el fin de evitar que estos restrinjan el ámbito de libertad de la actual generación y de la futura; y condiciones de vida para todos los pobladores del país, sobre todo de quienes están por debajo de los limites considerados socialmente aceptables.
Es plausible el enunciado presidencial. No se puede negar su vocación de servicio con aciertos y desaciertos, más allá de las conjeturas en esta última parte que sus enemigos políticos le endilgan, con frecuencia en forma desmesurada. Y es plausible porque la dificultad de llegar al ideal de equidad, significa también vencer exigencias morales y un grado suficiente de consenso social. Se puede advertir que la actuación gubernamental está llevada de una idea que significa pensar en la equidad como un proceso de mejoramiento en función de ciertos indicadores de aceptación general. Por supuesto, al elegir los indicadores del cambio en el grado de equidad, implícitamente se adopta una decisión fundamental. La elección de tales indicadores constituye una elección de los aspectos de la vida social que tienen connotación en la equidad y que podría caer en cierta limitación, si no se cuenta con la disponibilidad de información. La recomendación que cabe en este caso sería la de superar las limitaciones de la información disponible, por cuanto significa un poderoso ingrediente en la elección de los indicadores a utilizar y, por tanto, de los elementos que influyen sobre el grado de equidad en nuestra sociedad.
Para finalizar sería conveniente que el gobierno de turno no caiga en el error de hacer oídos a quienes no tienen más oficio que el de criticar por criticar o que sobreactúan llevados por males hepáticos. Estos no sirven para nada, salvo el de destruir lo poco o mucho que se pudiera haber hecho en favor del país. Pero por tratarse de una cuestión que envuelve recursos y poder, no se puede dejar de lado que la tarea emprendida está vinculada a la discusión política, en la que se mezclan el conocimiento objetivo y las legítimas convicciones, preferencias e intereses personales.