El camino a seguir. De un tiempo a esta parte no se siente la presencia de la clase trabajadora, en los debates ciudadanos por encontrar una solución a los problemas, de toda índole, que afecta a la nación. Tal ausencia es notoria, sobre todo, ahora cuando muchos se preguntan cuál será el destino de las organizaciones gremiales y sindicales, en estos días, cuando el trabajo virtual está superando los ámbitos del trabajo presencial y, en consecuencia, está abriendo grandes brechas en el cuerpo organizativo de tan importantes colectivos.
Si ayer era masiva la concurrencia de los trabajadores a los centros laborales y permitía el diálogo para intercambiar preocupaciones sobre las condiciones económicas y sociales, ahora ya no es tanto. El distanciamiento motivado por la era digital va lento, pero sin pausa y todo dice que esto continuará. Me pregunto: ¿Es acaso el fin de la clásica vida gremial y sindical? Considero que algo hay de eso.
Ahora, tampoco es que, en el ayer, el estado organizativo de la clase trabajadora aquí en el país y en líneas generales en América Latina, haya sido de lo mejor. Dejaba mucho que desear. En el propio territorio del sindicalismo establecido en esta región, se conocían déficits muy significativos y una merma creciente organizativa. En los archivos existen documentos que hacen recordar que, en esta región, más del ochenta por ciento de la población económicamente activa, aquella que trabaja y quería trabajar, estaba totalmente desorganizada. Entre los que estaban organizados, más del setenta y cinco correspondía al sector de ocupaciones y residentes urbanos, y menos del veinticinco por ciento a las áreas rurales.
Tal remembranza debería servir para que los dirigentes de este nuevo siglo, hagan sus propias evaluaciones en materia de desarrollo organizativo, de cara a lo que hasta ahora han podido conseguir y ponderando bien todo lo que hace falta. Lo aconsejable no es esperar años más difíciles. Lo recomendable es ponerse a trabajar donde es menester profundizar, sobre todo en cuanto al proceso autocrítico, de evaluación y de renovación de las metodologías, de los comportamientos y de los resultados concretos.
Aquí también hay que revisar lo que ha sido hasta ahora una especie de división del trabajo y de la responsabilidad en el plano nacional y en el plano latinoamericano. Esto permitirá determinar con mayor precisión lo que se debe y se puede hacer en el plano local como en el plano regional, que es como decir cuál es la responsabilidad y la autoridad que existe dentro del territorio y más allá de las fronteras nacionales.
Hasta donde se sabe esa importante y urgente tarea no se está cumpliendo, arguyendo mil problemas. Aceptables en cierto sentido, pero, de todas maneras, considero, sí aún existen dirigentes con personalidad y preocupación, estos no pueden darse por derrotados. Es mejor salir al frente y no descansar en los resultados únicos y exclusivos de algunos expertos, de algunos especialistas, que tienen sus propios criterios, los que algunas veces no coinciden con quienes son los verdaderos interesados en la problemática. Es lo que creo, es lo que pienso.