Charles Dickens.
El hecho de que estemos celebrando los 150 años de la muerte de Dickens supone que en las librerías encontramos nuevas ediciones de todos sus libros, en lugares visibles y, desde luego, tentadores. Un autor del que, quien más quien menos, ha leído algo, a pesar de que sus libros son de muchas páginas en su mayoría. Pero el autor inglés es amable en sus relatos, incluso cuando se trata de ambientes pobres, a veces miserables.
Uno de los libros breves y más conocidos es “Cuento de Navidad”. Incluso muchos que no leerían nunca un libro de este autor ni de ninguno otro, porque solo ven películas, les suena ese título, pues han vista la película correspondiente, que se ha proyectado con tanta frecuencia en Navidad. Quizá por eso a algunos les parece inapropiado leer este libro en medio del calorazo del verano. Quizá el ambiente de la película no dé para más. Ocurre con frecuencia. Pero esta historia, este cuento, nos habla de mucho más que las fiestas navideñas, que no son más que una excusa.
Nos habla Dickens de la infelicidad del usurero. Y al leer el libro nos damos cuenta, como ocurre en todos los cuentos, que el autor nos presenta un caso extremo, exagerado, porque quiere hablarnos del fondo que hay en una persona que solo piensa en el dinero. Y, claro, cuando se trata del egoísta que está cerrado en sus riquezas, en los tiempos que corren vemos tantos ejemplos que nos da miedo. Por eso creo que este libro hay que leerlo ahora, porque dejándolo al margen de las fiestas navideñas, somos más conscientes de lo que el autor quiere mostrarnos.
En las historias de Dickens hay pobres y hay ricos. También los hay en Pérez Galdós, pero son distintos y es otro el ambiente y el fondo. También los hay en Delibes, y también son distintos. El autor inglés, en otras obras suyas, pero sobre todo en este libro, quiere enfatizar los extremos y dejar claro el error tan grande que supone estar apegado a las riquezas. La felicidad como opuesta a la avaricia. Pocos autores llegan a estas conclusiones, porque para muchos el final feliz es una vida tranquila y apañada.
En este cuento de Navidad, como en todo cuento, se exageran los términos. Son los efectos didácticos de estos relatos, que suelen ser escritos breves que buscan, descaradamente, un final con una enseñanza. Aquí, notablemente, la alegría grande de las familias con muchos hijos, el gozo de la fiesta de gentes de la calle que se conforman con poco, y la tristeza profunda del apegado al dinero.
Esta historia es antigua como la Humanidad. Y es moderna, como podemos comprobar en tantas personas que solo viven para la riqueza, o que consideran como el fin de su vida vivir con gran comodidad, o quizá, con ostentación, porque a veces lo que más se aprecia es esto, las apariencias. Puede haber quien vive en un pisito de cualquier barrio de una ciudad importante, pero tiene un cochazo. Hoy en día no tener un cochazo es un pequeño desastre.
Este cuento se puede leer en Navidad, pero la verdad es que, salvo lectores muy lectores, la gente lee muy poco en esas fiestas, que son de ir y venir. Y, para entrar en el fondo que el autor busca, hace falta un poco de sosiego. Por eso no hay que desdeñar la posibilidad de disfrutarlo en estas fechas veraniegas, que son más tranquilas y más productivas para la lectura.
Charles Dickens, Cuento de Navidad, Nocturna 2017
Fuente: https://www.ideasclaras.org/