Algunos expertos aconsejan que en vacaciones limitemos el uso del móvil, para disfrutar de otras cosas buenas, de nuestro alrededor, y que nos perdemos por pasar demasiado tiempo con la vista pegados al móvil. Fruto de la fascinación por la tecnología que nos acecha, sin duda ésta es buena, pero también es cierto que hay que racionalizar su uso, ya que el uso abusivo de la tecnología nos aleja de la realidad.
El móvil nos empuja a estar hiperconectados, lo que no significa que estemos más acompañados, sino todo lo contrario. Uno se puede llegar a sentir solo, aunque tenga cientos de contactos y hable cada día con ellos, ya que esa relación no está basada en el conocimiento mutuo, más bien, los conectados son unos desconocidos.
Todos hemos sido espectadores de reuniones familiares o de amigos en las que varias de esas personas se comunican enviándose WhatsApp. Estas y otras situaciones nos interpelan a “levantar la vista” del teléfono móvil, para vivir el presente, para disfrutar de las personas que están a nuestro alrededor, para mirarlas a la cara, para enriquecernos y crecer al relacionarnos directamente con ellas, ya que las relaciones sociales son consubstanciales al ser humano. “Levantar la vista” para mirar y admirar, lo bueno y lo bello de este mundo.
La interacción de hombres y mujeres con el móvil es una constante en todos los países, en cualquier sitio y a cualquier hora, para ellos es una adicción que los lleva a entrar en redes o internet porque no saben hacer otra cosa, tienen “mono tecnológico”, muchas veces éstos buscan no sentirse solos. Ya no pueden -o, lo que es peor, ya no saben- relacionarse con los demás, tener amigos de verdad, vivir reposadamente la propia vida en vez de una vida ficticia y agitada en el mundo virtual. Han perdido la capacidad de escucha, de diálogo, de debate, etc., necesarias en toda relación de amistad.
JD Mez Madrid