Las caras del egoísmo

 

Lucía Legorreta

Ser egoístas no es bueno ni malo, es necesario. Necesitamos pensar en nosotros mismos para sobrevivir física y emocionalmente.

Aunque la connotación que le damos al egoísmo es negativa, quiero decirte que es algo necesario en nuestras vidas. Es por ello que hoy vamos a diferenciar entre las distintas formas de egoísmo para disfrutar de las relaciones con los demás.

Al pensar en una persona egoísta, se nos viene a la mente alguien que presta demasiada atención a sus propios deseos, necesidades y bienestar y no toma en cuenta a los demás.

Las conductas egoístas se describen como inmorales, ya que una buena persona piensa en los otros primero: si quieres ser feliz en tu vida, ayuda a alguien. Es considerado como uno de los peores defectos del ser humano.

Sin embargo, hay otra clase de egoísmo que no busca el propio placer a cualquier coste, sino cubrir las propias necesidades, para desde nuestro bienestar, poder ser útiles a los otros. Estas son las razones para fomentar el llamado egoísmo en positivo:

– Mejora las relaciones sociales: contrariamente a lo que se pueda pensar, mirar por los propios intereses clarifica las relaciones con los demás. La gente tiene más dificultades para manipularte o aprovecharse de ti, si eres egoísta. Establecer límites significa saber dónde termina tu espacio y dónde comienza el de la otra persona.

– Facilita el vínculo sentimental: dado que respetar prioridades es un signo de madurez, las relaciones sentimentales que funcionan no son las que dos medias naranjas tratan de llenar lo que les falta, sino las de dos naranjas enteras. Es decir, dos adultos maduros que cuidan de sí mismo como tales y saben disfrutar del otro.

– Potencia el liderazgo en el entorno laboral, ya que la persona es segura de sí misma y no quiere renunciar a sus objetivos.

– Beneficia la salud: escuchar las propias necesidades implica también cuidar del cuerpo, de las horas de sueño, alimentación, ejercicio, etc.

– Promueve la felicidad: si eres consciente de lo que eres, de lo que te gusta, y aprendes a comunicarlo a los demás, serás una persona más dichosa. Ponerte en primer lugar, no es una cualidad negativa, es tu obligación para cuidar de ti mismo y obtener lo que necesitas para darlo a los demás.

La otra cara del egoísmo positivo es el egocentrismo, que es malo tanto para la persona como para quienes la rodean. La persona vive metida tanto en sí misma, que es incapaz de empatizar con quienes le rodean. El ego ocupa tanto espacio que apenas se deja sitio para los demás.

El egoísmo egocéntrico se nutre de nuestra sombra o lado oscuro, esto es, carencias, frustraciones y miedos. Estas son las armas con las que peleamos contra nosotros mismos y, por ende, contra los demás.

Esta cara del egoísmo lleva a la persona a construir una personalidad victimista y reactiva, quejándose o culpando siempre a algo o a alguien cuando las cosas no salen como uno esperaba. Esto tiene como consecuencia grave una sensación de vacío e insatisfacción, y por lo tanto de infelicidad.

Es irónico cómo este tipo de personalidad tacha a los demás de egoístas.

Etimológicamente, la palabra egoísta procede del latín ego, que significa YO. Lo cierto es que ser egoístas no es bueno ni malo, es necesario. Necesitamos pensar en nosotros mismos para sobrevivir física y emocionalmente.

Y de esta manera, estar preparados para dar lo mejor de nosotros a los demás.

 

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