Si usted padece -por ejemplo- un frecuente y severo dolor de cabeza y… comete la ligereza de comunicar dicho malestar a un amigo o familiar, recibirá a contragolpe, una serie de recomendaciones analgésicas, que van desde un spot comercial, hasta lo que opina el yerbero del mercado, pasando,-claro está- por las propias experiencias de su animoso(a) interlocutor(a). Y si, tercos como solemos ser, usted persiste en la descripción, enumeración, reiteración, del citado sufrimiento, se iniciará el capítulo de reconvenciones, acerca de su habitual conducta psicológico-amorosa y hasta digestiva, con lo cual, usted se sentirá rápidamente como un pequeño gran imbécil, a quien parientes, amigos y etcéteras, le vienen recomendando seguir determinadas normas de salud, felicidad y anexos, desde hace muchos años sin que usted, terco(a) como es, atine a seguirlas rigurosamente, como haría cualquier ciudadano decente y además, ilustrado.
Pero, una vez que usted corte la comunicación con su talentoso(a) consejero(a), es probable que usted se quede a solas consigo mismo(a) y si no es un caído del palto, entenderá, que su padecimiento, puede y debe, tener una solución médica, o por lo menos, una opción-ensayo, basada en su propia experiencia.
En definitiva, lo que sucederá de todos modos, es que usted, a no ser un redomado “Pantaleón sin visitadora”, quedará a solas con “La Negra Soledad” y si tiene el importante “training”, con dicha ilusoria, veleidosa dama, entenderá de golpe y esquinazo, que es con ella con quien debe entenderse, y… si lo hace con inteligencia, habrá encontrado para siempre el más universal de los analgésicos.
Es decir, la soledad le enseñará en definitiva que los dolores, problemas, abandonos, incomprensiones y otras encrucijadas que inevitablemente nos presenta the life, sólo se resuelven con una sensata meditación -no condenatoria- un buen vaso de agua fría y un ejercicio de bicicleta fija que mejorará indudablemente su circulación sanguínea.
Y cuando este fabuloso medio, esté empezando a dar sus primeras señales bienhechoras, colóquese frente al espejo. Mírese con calma, y voluntad de comprensión. Estoy seguro que en el fondo de sus fondos, usted, más o menos, se ama, y desde luego, se comprende y también se perdona. Cómo no.
Y entonces pues, ha llegado el momento de ponerse bien con Dios. Ese gran tío, es paciente y hasta piadoso. Y lo más probable, es que le inspire calma y le ilumine el rumbo a seguir. Yo siempre sigo esta receta y funciona como cañón, en cuanto la cabeza amenaza dolerme.
Un toquecito final. No intente comprender a quien ama. Ámela nomas, hasta donde sea posible. Y si es imposible, tenga paciencia nomas. Ella se irá solita, lo mismo que un dolor de cabeza. La receta funciona. Habla la voz de la experiencia. Cada quien inventa su soledad … y también su felicidad.
Hasta la próxima…. rubia, morena o… por ahicito nomas… ¡Hasta la próxima!… Ella, no está lejos. ¡Firme!