Este es un artículo de opinión de Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram. Chowdhury es un exprofesor de economía de la Universidad Occidental de Sídney y ocupó altos cargos en la ONU entre 2008 y 2015. Kwame Sundaram es un exprofesor de economía y ex secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.
SÍDNEY / DAKAR – Hace tiempo que se dice a los países del Sur en desarrollo que eviten pedir préstamos a los bancos centrales (BC) para financiar el gasto público. Muchos incluso han legislado contra la financiación del gasto fiscal por parte de esas instituciones monetarias.
Financiación fiscal de los bancos centrales
Estas leyes son supuestamente necesarias para frenar la inflación por debajo de una tasa de 5 %, si no de 2 % para acelerar el crecimiento. Estas disposiciones también han limitado el potencial papel de desarrollo de los bancos centrales y la capacidad del gobierno para responder mejor a las crisis.
También es necesario mejorar la coordinación de las políticas monetarias y fiscales para lograr la transformación estructural deseada, especialmente en las economías que se están descarbonizando. Pero demasiados países del Sur global se han atado las manos con una legislación restrictiva.
Unos pocos han suspendido de forma pragmática o han eludido de otro modo esas prohibiciones autoimpuestas. Esto les ha permitido pedir créditos a los bancos centrales para financiar los paquetes de ayuda y recuperación tras la pandemia de covid.
Estos cambios recientes han reabierto los debates sobre la urgente necesidad de coordinar las políticas fiscales y monetarias anticíclicas y de desarrollo.
La financiación monetaria, en entredicho
Pero los intereses financieros afirman que esto permite a los BC nacionales financiar los déficits de los gobiernos, es decir, la llamada financiación monetaria (FM). A menudo se culpa a la financiación monetaria de permitir el endeudamiento público, los déficits de la balanza de pagos y la inflación alta o galopante.
Como señaló William Easterly, los déficits fiscales recibieron gran parte de la culpa de los diversos males económicos que aquejaron a los países en desarrollo en la década de los años 80: el sobreendeudamiento y la crisis de la deuda, la elevada inflación y los malos resultados de la inversión y el crecimiento.
Por ello, los llamamientos a favor de la FM para enjugar los déficits fiscales suelen ser recibidos con escepticismo, cuando no con una oposición frontal. La FM socava la independencia de los bancos centrales, aducen los críticos, y por ello merman la estricta separación de las autoridades monetarias y fiscales, supuestamente necesaria para evitar una inflación galopante.
Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) insiste en que la FM entraña riesgos considerables. Pero reconoce que esa financiación monetaria destinada hacer frente a la pandemia no puso en peligro la estabilidad de los precios.
Un documento del Banco de Pagos Internacionales también ha concluido que la FM permitió a los países en desarrollo responder de forma anticíclica a la pandemia.
Los casos de financiación monetaria que han conducido a una inflación galopante han sido muy excepcionales, por ejemplo, Bolivia en la década de los 80 o Zimbabue en el bienio 2007-2008. A menudo se asociaron con el desmoronamiento de los sistemas políticos y económicos, como cuando se derrumbó la Unión Soviética, a fines de 1991.
Bolivia sufrió importantes choques externos. Entre ellos, las subidas de las tasas de interés decididas por el presidente de la estadounidense Reserva Federal, Paul Volcker, a principios de los 80, un acceso muy reducido a los mercados internacionales de capital y el desplome de los precios de las materias primas. Los conflictos políticos y económicos de la sociedad boliviana poco ayudaron.
Del mismo modo, la hiperinflación de Zimbabue se debió en parte a los conflictos sobre los derechos de la tierra, agravados por la mala gestión de la economía por parte del gobierno de entonces, presidido por Robert Mugabe, y los esfuerzos occidentales dirigidos por los británicos para socavar a ese gobierno.
Lecciones de India
El exgobernador del Banco de la Reserva de la India, Y.V. Reddy (2003-2008), señaló que la coordinación fiscal-monetaria había proporcionado fondos para el desarrollo de la industria, la agricultura, la vivienda y otros sectores, a través de las instituciones financieras de desarrollo, además de permitir el endeudamiento de las empresas estatales en anteriores décadas.
En su opinión, los resultados menos satisfactorios, como los continuos desequilibrios macroeconómicos y la monetización automática de los déficits, no se debieron a la actividad fiscal en sí, sino a las limitaciones presupuestarias de las empresas públicas y a la persistente falta de rentabilidad de las inversiones públicas.
La política monetaria se ve limitada por los grandes y persistentes déficits fiscales. Para Reddy, no cabe duda de que la naturaleza de la interacción entre las políticas fiscal y monetaria depende de la situación específica de cada país.
Reddy instó a abordar las cuestiones de coordinación de la política monetaria y fiscal dentro de un amplio marco macroeconómico común. De la experiencia india pueden extraerse varias lecciones.
En primer lugar, adujo, “no existe un nivel ideal de déficit fiscal, y los factores críticos son: ¿Cómo se financia y para qué se utiliza?” No hay alternativa a la eficiencia de las empresas públicas y a la viabilidad financiera de los proyectos de inversión pública.
En segundo lugar, “la gestión de la deuda pública, en países como la India, desempeña un papel fundamental en el desarrollo de los mercados financieros nacionales y, por tanto, en la conducción de la política monetaria, especialmente para una transmisión eficaz”.
En tercer lugar, “la aplicación armoniosa de las políticas puede requerir que una de ellas no suponga una carga excesiva para la otra durante demasiado tiempo”.
¿Lecciones de China?
Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Popular de China (BPC), su banco central, entre 2002 y 2018, hizo hincapié en las múltiples responsabilidades de los bancos centrales, que incluyen el desarrollo y la estabilidad del sector financiero en las economías en transición y en desarrollo.
El exjefe de ese banco central chino señaló en su momento que “la política monetaria se verá sin duda afectada por la balanza de pagos internacionales y los flujos de capital. Por lo tanto, la regulación macroprudencial y financiera son mandatos sensibles para los bancos centrales”.
Entre los objetivos del BPC, encomendados desde hace tiempo por el gobierno chino, se encuentran el mantenimiento de la estabilidad de los precios, el impulso del crecimiento económico, el fomento del empleo y la resolución de los problemas de la balanza de pagos.
La multiplicidad de objetivos ha exigido una mayor coordinación y esfuerzos conjuntos con otros organismos gubernamentales y reguladores. Por lo tanto, el BPC “trabaja estrechamente con otras agencias gubernamentales”, adujo.
Zhou reconoció que “lograr el equilibrio adecuado entre los múltiples objetivos y la eficacia de la política monetaria es complicado”. A su entender, al mantener una estrecha relación con el gobierno, el banco central ha facilitado las necesarias reformas.
También hizo hincapié en la necesidad de flexibilizar la política según convenga. “Si el banco central solo hiciera hincapié en mantener la inflación baja y no tolerara los cambios de precios durante las reformas, podría haber bloqueado la reforma y la transición en general”, consideró.
Durante la pandemia, el BPC desarrolló herramientas estructurales de política monetaria, dirigidas a ayudar a los sectores afectados por la covid. Las herramientas estructurales ayudaron a mantener la liquidez interbancaria abundante y a apoyar el crecimiento del crédito.
Y lo que es más importante, sus instrumentos de política monetaria selectiva estaban cada vez más alineados con los objetivos estratégicos a largo plazo del gobierno. Estos incluyen el apoyo a las inversiones deseadas, por ejemplo, en energías renovables, al tiempo que se evitan las burbujas de precios de los activos y el sobrecalentamiento.
En otras palabras, el BCC coordina la política monetaria con las políticas fiscal e industrial para lograr el deseado crecimiento estable, impulsando así la confianza del mercado. Como resultado, la inflación en China se ha mantenido contenida.
Según la publicación británica The Economist, la inflación de los precios al consumo solo ha alcanzado una media de 2,3 % en los últimos 20 años.
A diferencia de las tendencias mundiales, la inflación de los precios al consumo en China descendió a 2,5 % en agosto, y solo subió al 2,8% en septiembre, a pesar de su política de cero cotas y de medidas como los largos cierres de actividad.
Reformas necesarias
La coordinación eficaz de la política fiscal y monetaria requiere acuerdos adecuados.
Según un documento de trabajo del FMI, ni la independencia jurídica del banco central, ni la cláusula de equilibrio presupuestario, ni un marco de política monetaria basado en reglas son suficientes para garantizar una coordinación eficaz de las políticas monetaria y fiscal.
Los acuerdos institucionales y operativos adecuados dependerán de las circunstancias específicas de cada país, por ejemplo, el nivel de desarrollo y la profundidad del sector financiero, como señalan tanto Reddy como Zhou.
Cuando el sector financiero es poco profundo y los países necesitan una transformación estructural dinámica, es probable que el establecimiento de autoridades fiscales y monetarias independientes obstaculice, y no mejore, la estabilidad y el desarrollo sostenible.
Comprender los objetivos y los procedimientos operativos de cada una de ellas es crucial para establecer mecanismos de coordinación eficaces tanto en la formulación como en la aplicación de las políticas.
Un enfoque de este tipo permitiría lograr la coordinación y la complementariedad necesarias para reforzar mutuamente las políticas fiscales y monetarias.
Unas políticas macroeconómicas coherentes deben apoyar la necesaria transformación estructural. Sin una coordinación eficaz entre las políticas macroeconómicas y las estrategias sectoriales, la FM puede empeorar los desequilibrios de pagos y la inflación.
Las regulaciones macroprudenciales también deben evitar los efectos adversos de la financiación monetaria sobre los tipos de cambio y los flujos de capital.
Los gobiernos que no rinden cuentas suelen aprovechar las crisis reales, exageradas e imaginadas para aplicar políticas macroeconómicas destinadas a la supervivencia de su régimen y á beneficiar a sus compinches y a sus allegados financieros.
Sin duda, se necesita una gobernanza, una transparencia y una rendición de cuentas mucho mejores para minimizar los daños inmediatos y a largo plazo debidos a las fugas y los abusos asociados al aumento del endeudamiento y el gasto público.
Los ciudadanos y sus representantes políticos deben desarrollar medios más eficaces para disciplinar la elaboración y aplicación de políticas. Esto es necesario para garantizar el apoyo público para crear un espacio fiscal para un gasto anticíclico y de desarrollo responsable.
T: MF / ED: EG
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