El fútbol es apasionante porque mil y un episodio envuelve su entorno y en todo el enjambre de sucesos, habrá siempre piezas sueltas que da una idea de cómo un partido de fútbol no es lo que se ve en la cancha.
Hay tantas variantes que ahora mismo parte de la salida de Carlos Compagnucci de la dirección técnica de Universitario se debe a agujetas por dónde escudriñar. Sin que tal hecho al parecer insignificante parece tan importante como elaborar el gol a partir de una sublime jugada, contragolpe o error de la defensa adversaria.
Compagnucci colocado en el confesionario de sus interrogadores en un programa de TV, dio luces de cómo un entrenador muere en el intento. Y eso fue lo que le costó con tres derrotas sucesivas sin que por su pronunciada calvicie repasara sus falencias.
Con Jorge Murrugarra sucedió un silencio con su habitual titularidad el año pasado sin que en el 2023 apareciera en el equipo titular cuando para los entendidos es pieza clave para el armado de cualquier equipo.
Compagnucci lo explicó a su manera: “Murrugarra es utilizado como doble 6 con salida fluida pero corta. El ahora ex entrenado de Universitario dice que a Murrugarra lo necesitaba con salida larga. Tan simple al parecer, que Murrugarra fue borrado del once titular sin que tuviera alguna oportunidad de enmendarse.
Ese fue uno de los errores de Compagnucci de no saber llegar al jugador para convencerlo de los requerimientos que pedía de él. Y así, Murrugarra tendrá que esperar qué pasará con Jorge Fossati, el nuevo estratega con la misión de saber colocar sus piezas para que Universitario recupere el poder oculto a través de las paredes del Monumental.
Compagnucci es un caso cerrado en Ate, pero de sus errores los entrenadores que llegue a la “U” deberán en cuenta: Universitario es un equipo que apela a la garra cuando los cosas no salen, Compagnucci no cree en ello.
El argentino nunca fue capaz de estirar un diálogo más allá de lo necesario como llevarse a los jugadores a su casa y sostener un acercamiento más paternal.
En criollo, le faltó muñeca a Compagnucci para manejar el grupo. Ser parte del entorno y que Jaime Duarte en una ocasión resumió muy bien cuando Roberto Challe llegó a la selección peruana como entrenador para las eliminatorias de México 86. “Yo, por Roberto Challe mato”, dijo el eterno chiquillo del fútbol peruano.