Nadie sabe de lo que es capaz

 

Este es el texto de la carta que me envía un interno de uno de los Centros Penitenciarios en los que Solidarios para el Desarrollo desarrolla, cada sábado por la mañana, Aulas de cultura, Obras de teatro, charlas de amigos que llevamos a pasar la mañana con ellos. Cada semana se elige a una persona que ellos conozcan o les suene, pero siempre de gran nivel humano.

Comenzamos hace unos 30 años en el CP de Segovia porque me llamó un antiguo alumno y… comencé a ir cada sábado durante años. Me comenzaron a acompañar voluntarios de la universidad después de hacer un cursillo de preparación para saber cómo comportarse en cualquier ambiente de marginación, enfermos terminales, ancianos, personas sin hogar, prostitutas y chaperos, niños hospitalizados con cáncer y que esperan a que lleguen sus “amigos de la universidad” como payasos, malabares, guitarristas… yo que sé. Y entablan conversaciones de todo menos de sus circunstancias, eso corresponde a los profesionales de los diferentes centros.

Luego lo pidieron de otros CP de Alcalá, Sevilla, Granada, Murcia, Mallorca, Salamanca etc. Han pasado famosos escritores, artistas, directores de cine, Premios de literatura, médicos, y toda clase de profesiones y artes. Ya ha pasado cada mes de octubre, el Rector de la UCM de turno para “abrir el año académico”. Los medios de comunicación de un año no dejaron de publicar la noticia con el Título impactante “El Rector de la Universidad en la cárcel”.

Los voluntarios de estas tres décadas jamás lo olvidarán y no digamos los conferenciantes y futbolistas, tenistas, ídolos en cualquier aspecto del deporte. Parecía imposible pero todo nació de responder a la llamada de teléfono, hace 30 años, de un alumno mío que ingresaba en un CP… y pidió que no le fallara su profesor. Quería terminar su carrera y hoy es un gran profesional de los medios. Ante esta carta de hoy ¿qué les voy a escribir cómo director del CCS? Pues este pequeño ejemplo de que nadie sabe de lo que es capaz hasta que se pone a hacerlo, o responde a una llamada de teléfono o a una sugerencia de un amigo en una tarde de copas o de deporte.

Alguna vez he escrito aquí que en nuestra Facultad de Ciencias de la Información, colgamos cuatro sábanas grandes en el amplio y alto hall de entrada que permanecieron todo un año con estas pintadas: “Lo hicieron porque no sabían que era imposible”, en otra “Pueden quienes creen que pueden”, en otra “Si nadie nos tienen que mandar, a qué esperamos”, firmada por Orwell.

“Desde mi ventana abarrotada de monótono horizonte, se abre otra que sólo tiene por límite el que ponga la imaginación. Cada sábado, la fantasía aletargada tras el cristal blindado de las celdas vuelve a despertar entre los componentes del grupo de teatro de la prisión. Entran los voluntarios, los actores para iniciar el deseado proyecto de dar cuerpo a un taller de teatro que será el centro de las vidas de un ilusionado grupo de internos.

En estos tiempos inciertos en los que uno ya busca segundas intenciones incluso en quien tiende una mano solidaria, un grupo de teatro entre rejas encuentra colaboración sincera, comprensión sin lástima, amistad sin pedirla y una palmada de ánimo sin pena. En la miradas limpias de los actores, 25 internos leen muchos años de experiencia que desinteresadamente ofrecen.

Tantas veces les hemos admirado desde el patio de butacas o desde el otro lado del televisor que, sentir sus alegrías y sus lamentos, oírles declamar o escenificar un párrafo nos ayuda a detener el tiempo y olvidar que hay rejas a nuestro alrededor.

Deseamos trabajo, constancia y dedicación, para lograr lo que en el ahora es impensable y resulta cuanto menos difícil desde una cárcel. Queremos hacer oír nuestra voz y desde el arte hacer llegar nuestro mensaje: ayer como hoy, como mañana… como siempre, si de verdad quieres algo, no sueñes, despierta y haz, que si quieres… puedes.

Quien se ha subido alguna vez a un escenario ante sus compañeros de las demás galerías, sabe lo que se siente. Durante esos momentos la realidad cambia y uno deja de ser uno mismo para convertirse en lo que le dicte el personaje. Instantes en los que esa invención que se siente lleva al actor a donde ella quiera y durante un tiempo puede ser otra cosa y no estar ni aquí ni allí, aquel ‘ninguna parte’ mágico que soñaba Peter Pan. Eso no tiene precio, y aquí dentro, más.

El teatro es la puerta de salida de la rutina y la muestra de que la verdadera libertad está dentro de uno mismo, y sin esa, la otra es una mentira. Derribemos las barreras que separan al hombre de sí mismo”.

 

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