El siglo XX, y estas primeras décadas del XXI, deben ser los periodos en la historia de la humanidad, en los que hemos demostrado la capacidad destructiva del hombre, y su voracidad por consumir, por encima de los límites de lo permitido, los recursos que nos brinda la naturaleza.
Se creía que vivíamos en un mundo inagotable y por ejemplo se le llamaba “nieves eternas” a los glaciares de la cordillera de los andes, y con esa lógica, hemos deforestado bosques, perforado y dinamitado las cordilleras y depredado los océanos.
Hemos destruido tanto, que las cordilleras, antes blancas por las nieves, hoy se han ennegrecido. Las laderas de los cerros, con pastos para el ganado, son terrenos eriazos porque la explotación a tajo abierto ha dejado cráteres y terrenos irrecuperables. Los ríos ya no tienen vida, el aire tiene ácidos por la emanación de gases de los carros y las fábricas. Y, el océano, es el gran botadero de basura.
Para agravar esta grave situación, en estos días, la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, soporta un incendio que está devorando miles de hectáreas. Nadie sabe cómo se inició el fuego, pero si son hábiles para culpar a la propia naturaleza: es “el clima seco”, “el calor en el trópico” y “el retraso de las lluvias”.
¿Y no tendrán algo que ver las grandes empresas ganaderas, que están convirtiendo a Brasil en el primer producto de carne en el mundo, justamente convirtiendo miles de hectáreas de bosques en pastizales?
¿Y las grandes empresas productoras de soya transgénica para producir aceite y biocombustibles no estarán interesadas en ampliar la frontera agrícola? Y la única forma de ganar terrenos, es la roza del bosque, y luego quemar los árboles talados.
El daño está hecho. El incendio en la Amazonía no es un episodio más, porque en esos términos, quieren ocultar los hechos las autoridades brasileñas. Y rehúyen señalar, que existen políticas de estado que incentivan, bajo el supuesto de alcanzar el desarrollo, la tala de los bosques y la expansión de la ganadería y agricultura, sobre un área que debería ser preservada para que se mantenga el ciclo de vida que garantiza la amazonia.
El Acuerdo de París, asumido luego de la Convención de las Naciones Unidas para enfrentar el Cambio Climático, establecía medidas y los países que suscribieron ese acuerdo se comprometieron en aplicarlo, de manera que se controle el calentamiento global.
Los pocos avances se han visto entorpecidos con los triunfos de Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, ambos incrédulos de que existe el calentamiento global. De seguir ellos en el poder ¿Se cumplirán las profecías pesimistas sobre la suerte de la tierra?