Es uno de los sociólogos peruanos más comprometidos con el conocimiento de los problemas sociales del Perú contemporáneo y un gran animador de los debates en torno a la identidad, ese es Hugo Neira Samanez, un científico social que por haber vivido mucho tiempo fuera del país por voluntad propia y –también-por haber participado en el gobierno de facto de Velasco Alvarado, también es de los menos halagados, citados o criticados en los estudios, ensayos, debates y foros sociológicos del país.Destacado intelectual peruano, ahora retornado a su patria,está dedicado a la enseñanza en varias universidades de la turbulenta ciudad de Lima, es ahora un catedrático peruano, luego de jubilarse en la universidad francesa.
El sociólogo peruano, nacido en el Perú profundo, educado en la escuela pública peruana de los años 60, cosa de la que se precia y felicita, pues siente que en ellas recibió una buena educación que no han podido disfrutar las últimas generaciones, manifiesta. Hace días visitó una de las más antiguas Escuelas de Periodismo del Perú, allí expuso ante periodistas, docentes y estudiantes sus ultimas reflexiones sobre la triple crisis que experimenta el país y que configura una situación extremadamente grave, porque es una crisis a la vez: del régimen, una institucional y una social, por ello, es fundamental vincular el poder con la base, hoy no hay nada que los vincule. No hay partidos y nada los sustituye. El partido es un aparato que lleva información de gobierno y recoge información también con lealtad. Es un canal que hoy no hay. La política está hoy en manos de brokers.
Neira, sin embargo, trae a colación el tema de lo cholo en el Perú, de la choledad. Un polémico tópico que ha acometido con singular interés y sobre el que nos provee de muchas ideas para el análisis y la reflexión en torno a la identidad social y cultural de los peruanos. Encuentra que siendo una aporía, este concepto encierra mucho de la riqueza de la vida cultural y social de los peruanos. Esta discusión nos dice Neira, se hace “agria” cuando hay quienes quieren erradicar -de lo cholo- todo lo que no es nativo, propio, único, excluyente. El tema de la identidad, es vivida en el Perú – bajo una matriz cultural- sea como un agravio o con temor al otro o como suspicacia ante el extranjero, en todo caso como una angustia identitaria, que no nos dejan pensar y sentir.
Lo cholo en el Perú ha dejado de ser injuria desde hace algún tiempo, piensa Neira que ya no lo es desde “Cholo soy y no me compadezcas” del cantante Luis Abanto Morales, una melodía arcaica, pasatista y regresiva (una quejumbrosa canción popular), más si se considera todos los procesos y cambios generados por una migración provinciana, en las últimas décadas.
No deja de tener razón Neira, cuando hace el planteamiento anterior. Desde muy antiguo la palabra cholo aludía a un can, de los más chuscos, según lo contó Marco Aurelio Denegri en su programa de TV.Algunos consideran (www.interculturalidad.org) que: “Cholo y china son quechuizaciones tardías, que pasaron al castellano de los conquistadores, con el agravante de ser términos de un “desprecio al cuadrado”: el cholo y su china son despreciados por el maqta y su pasña, a los que, “a mi vez, yo desprecio…” heredamos un desprecio que ya era andino prehispánico. Y no hemos resuelto esa impostura”. Más tarde, en el siglo XX, de tanto hablar de los indios, por fin surgió el concepto de cholo, para invisibilizar al primero y transformar históricamente el concepto. Por años, existió poco interés en la investigación e información sobre lo cholo. No ha sido un tema que haya llamado la atención de los medios y fueron pocos los intelectuales que se abocaron a su estudio.
Otro sociólogo, José Guillermo Nugent Herrera, dice que en el Perú de hoy, cuando tenemos que referirnos a las personas utilizamos el concepto de cholo, chola, cholito, tanto para las que queremos como para las que no, empero sigue siendo entre nosotros, uno de los insultos más ofensivos y perversos (según la forma cómo se exprese). Sin embargo, cada vez el uso se extiende y deja de ser una etiqueta para ser asumidos y reconocerse miembros de una comunidad, con orgullo, a pesar de algunas características de la identidad social y cultural chola, como el descuido y el maltrato personal en la vida cotidiana, que perpetrado por unos y aceptado por otros, sin embargo, se observa que en las galerías de Gamarra se produce una verdadera revolución cultural silenciosa, con la imposición del orden y la limpieza en los quehaceres cotidianos; todo lo contrario a lo que sucede en las combis, en el transporte público masivo, donde todo está organizado para el maltrato de la persona, del pueblo; y no se trata solo de lo repleto que se desplaza una unidad de transporte. Para Nugent Herrera, esta es una evidencia de que a los peruanos, más aún en la cultura chola emergente, nos cuesta trabajo llevarnos bien con el cuerpo, a pesar de los producidos en décadas. Algo similar sucede con la higiene, con la limpieza. Según el periodista Hernán Velarde, una de las cosas más saltantes de la ciudad de Lima, es la suciedad. La muestra: los techos de Lima, que seguramente expresan el inconsciente de los limeños.
Lo cholo tiene un significado sufriente y quejoso. Algo que fue criticado por el poeta Antonio Cisneros, quien se refirió a César Vallejo Mendoza, como un “cholo llorón”. Un significado que no ha desaparecido. Hace décadas, Luis Abanto Morales cantó: “Cholo soy y no me compadezcas”,una canción sumamente popular y un gran éxito. Nugent Herrera, piensa distinto, pues las migraciones peruanas han creado un universo de la choledad, en el que todos participamos. La mayor transformación creada por la migración peruana, es un producto cultural: las ciudades peruanas. Ningún sufriente, adolorido y “llorón” puede haber transformado el paisaje de las tradicionales ciudades, sólo para una plebe criolla o un mundo indianizado; el Perú es un mundo en el que “todos compartimos”. Un país muy interconectado, aquí no hay compartimentos,donde lo indio está claramente demarcado de los otros, precisamente por esos factores raciales, como los hay en otros países, Bolivia o Ecuador. Un pueblo llorón, no podría pues haber creado un proceso y un ambiente tan diverso, complejo, pujante y emergente, casi igual a sus sueños.
Contra el pensamiento pesimista. En el Perú, y a través de sus más claros intelectuales, se consideraba que decir: “Feliz en el Perú, solo lo puede ser un miserable”. Hoy se puede rebatir esta idea o sentimiento arraigado en los peruanos, que bien puede expresar la desgracia criolla, pero no reconoce todas las transformaciones realizadas por una población muy entusiasmada con su futuro.
Evolución moral. Coinciden varios intelectuales en afirmar que hoy en el Perú, un rasgo en proceso de consolidación es reconocer que hay otras personas que tienen los mismos derechos que nosotros. Si antes aceptábamos estas normas por pura obediencia, hoy como que hay un cambio hacia una actitud más abierta, menos intolerante que hace apenas unos años. Es un gran cambio…en proceso. Los medios en este caso podrían influir, forzando con su poder coercitivo y prescriptivo una aceptación de las normas. No debemos dejar de lado que hoy esa aceptación normativa, también puede ser por miedo, para evitar la anarquía, para vivir en sociedad.No es impertinente recordar al “cholo vivo”, al “cholo pendejo”, que reservamos para otro momento.
En qué momento “se jodió el Perú”. Es una frase que constata la entronización de lo cholo en el Perú. Su “dominio”, su hegemonía cultural, porque esta frase es una queja de los grupos tradicionales de un país que ha cambiado y mucho, que unos lo han perdido dicen, entonces, el Perú se había “choleado”, por eso se “jodió”. Ahora, algunos podrían pensar que como el Perú es una marca, ya no van estas frases, porque el vendedor debe ofrecer un producto atractivo.
Nugent, dice que uno intelectual no quiere a su país, cuando lo refiere como un país “jodido”, lo dicen sin ningún pudor, y se excluye de él, además de hacer pasar la frase por inteligente. Los que gritan que “cuando se jodió el Perú”, hoy claman a los 4 vientosque el Perú es la “octava maravilla del mundo”, en un tránsito violento: de La conversación en La Catedral hemos pasado al país Marca Perú.
Finalizando estos apuntes, según Nugent, el mal de la choledad no es el racismo sino el gamonalismo,éste es una manera de hacer proliferar formas particulares de exclusión para evitar formas generales de exclusión, es decir, el fomento de las argollas. Un rasgo ¿Muy frecuente? de la cultura de la choledad, pero también de la organización histórica del poder.