Se imaginan que este 28 de febrero, la noche del premio Oscar 2016, anunciaran al ganador de la Mejor Película y no hubiera nadie que recogiera la estatuilla dorada, y lo mismo pasara con las demás categorías de la gala. La verdad, eso no va a suceder, pues no muchos se atreverían a faltar a la gran fiesta del cine, pero algunos no asistirán, como parte de un anunciado boicot.
Es importante aclarar, que aunque muchos suelen entender la palabra boicot como una incorrección o una conducta peyorativa, es en varios casos una manera de protestar no violenta ante una injusticia. Hoy, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas se ha visto enfrentada ante sus propios prejuicios racistas, una polémica que iniciaron ellos y hacen bien en darle respuesta.
Por segundo año consecutivo, las nominaciones al Oscar no encontraron los méritos necesarios en ningún actor de raza afroamericana, y simplemente los obviaron en las más de 25 categorías actorales y de dirección donde pudieron ser nominados. ¿Una casualidad?, francamente no parece que se trate de mera coincidencia.
Más aún, cuando la actual presidenta de la Academia, Cheryl Boone (curiosamente una mujer de raza negra) no reconoce directamente una intención oculta en la elección de los candidatos, pero sí indica que es necesario realizar cambios y revisar la lista de miembros de la entidad que otorga las nominaciones. Admite, eso sí, que no existe la diversidad necesaria entre los actuales integrantes de la Academia de Artes y Ciencias.
Entonces, entendemos que se habla de un proyecto, donde dentro de unos años podremos disfrutar de una versión del Oscar sin tintes racistas, por ahora hay que sentarse a ver pacientemente lo que unos señores prejuiciosos deciden que se premia o no. La verdad suena pésimo.
Los cambios en la vida no siempre pueden darse con una paciencia somnolienta, sino deben “obligarse”. El espíritu gremial se solidifica en crisis como está, para que el golpe sea contundente necesita del apoyo masivo, de la ausencia de grandes nombres, no sólo de los actores de la minoría afectada, sino de todo aquel que se sienta incómodo con esta situación.
Yendo más allá, hasta la respuesta de la teleaudiencia es muchas veces el factor de cambio. El arte debería de ser impenetrable para los prejuicios de cualquier tipo, pero la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas no siempre han sido coherentes en este aspecto.
Hubo un año, no hace mucho, donde los Oscar fueron para actores de raza afroamericana, ganó Denzel Washington, Halle Berry y hasta le otorgaron el premio a la trayectoria al gran Sidney Poitier, mi sensación fue que la Academia usó esa gala para congraciarse con los afroamericanos, casi diciendo “aquí tienen su fiesta, para que no molesten más”. Una ofensa.
En el 2004, la afectada fue la comunidad homosexual, El secreto de la montaña corría como favorita, y prácticamente lo hacía en solitario. Ganó buena parte de los premios, incluyendo Mejor Director (Ang Lee), pero a la hora decisiva perdió ante la más discreta de las nominadas a Mejor Película: Crash. El siempre genial Jack Nicholson no ocultó su ironía hacía la Academia al entregar esa estatuilla.
Por lo menos este año el Oscar ya aseguró el premio al Racismo del Año. No los felicitamos.