Carla Samon Ros/ EFE
Sin oxígeno ni vacunas, con una sanidad pública descuidada por décadas y una campaña de inmunización que marcha a cuentagotas, la gestión de la pandemia será sin duda uno de los retos más urgentes del nuevo presidente de Perú, quien heredará el deber de encauzar el país para frenar un virus que no da tregua.
Más de 25 millones de peruanos acudirán a las urnas el domingo 11 de abril para elegir a sus representantes y lo harán en plena segunda ola de contagios de covid-19, que desde que se oficializó en Perú a mediados de enero ha dejado un exceso de 83.000 muertes, entre confirmadas por el virus, sospechosas y otras aún por investigar y clasificar, un 176 % más que los alrededor de 30.000 fallecidos registrados en el mismo período de 2020.
La falta de anticipación a este nuevo evento epidemiológico llevó al país a repetir escenas dantescas, apenas pocos meses después de que la primera ola desnudara las deficiencias de su frágil sistema público de salud, rezagado por décadas a la sombra del sector privado.
Se agudizó la escasez de oxígeno medicinal y de camas de unidades de cuidados intensivos (UCI), mientras las autoridades luchaban infructuosamente para cerrar acuerdos con laboratorios y comenzar la campaña de vacunación contra el virus.
En esta espiral de decadencia encontrará al Perú el próximo Gobierno, que asumirá las riendas el 28 de julio con el vasto desafío de revertir esta crisis sanitaria que atraviesa el país, que se añade a su enorme daño económico, que en 2020 se tradujo en la peor recesión en treinta años.
¿UNA TERCERA OLA BRASILEÑA?
Durante el breve armisticio que el virus dio entre los meses de agosto y diciembre, las acciones públicas para mitigar la segunda ola fueron prácticamente nulas y las medidas decretadas para frenarla, insuficientes.
Así lo denunció en una entrevista con Efe el doctor Godofredo Talavera, presidente de la Federación Médica Peruana (FMP), quien tachó de «lamentable» la situación epidemiológica del país.
«No hemos reactivado el primer nivel de atención y la cuarentena ‘light’ que hizo este Gobierno (del presidente transitorio Francisco Sagasti) no sirvió para nada», se lamentó.
Ante el repunte de casos, hospitalizados y demanda de camas de unidades de cuidados intensivos (UCI), «actualmente un paciente de 60 años para arriba ya no tiene ninguna opción de llegar a una cama UCI porque se está prefiriendo a gente joven», explicó Talavera.
Las cifras aún están en niveles muy altos, tanto en la velocidad de propagación del virus como en la tasa de fallecidos, por lo que los expertos no descartan que se presente una tercera ola más mortal y marcada por la presencia de las nuevas variantes de la enfermedad.
«Sí va a haber una tercera ola, creemos que va a haber un repunte de casos a mediados de mayo» y «se va a caracterizar por un 100 % de la variante brasileña», advirtió a Efe el doctor Miguel Palacios, decano nacional del Colegio Médico del Perú.
Un informe del Instituto Nacional de Salud (INS) alertó a fines de marzo de que cerca del 40 % de los casos de covid-19 confirmados en Lima era causado por esta nueva cepa del país vecino.
Palacios insistió en que si en los próximos meses no hay un aumento del 30 % de camas UCI, la mortalidad de la tercera ola va a ser «mayor» y el colapso sanitario, «peor».
OXÍGENO, GRAN CUENTA PENDIENTE
Al ser uno de los países de renta media con menos camas UCI en relación a su población, ya en el año pasado muchos enfermos optaron por cuidarse en sus propias casas, lo que disparó la demanda de oxígeno medicinal, un fenómeno que se recrudeció en la segunda ola con un incremento de la demanda del 300 % y un déficit de más de 100 toneladas diarias.
En parte, la falta de oxígeno en Perú se explica por el gran retraso en la instalación de una serie de plantas generadoras de este insumo vital, pues hasta finales de febrero solo funcionaban 5 de las 47 plantas que la Universidad Nacional de Ingeniería se comprometió a proveer a Minsa para ampliar la producción nacional.
A fin de mejorar la provisión, el Gobierno concretó licitaciones internacionales para importar 960 toneladas de oxígeno desde Chile y otras 216 de Ecuador.
Pero estas cantidades «no son suficientes», reclamó Talavera, quien sostuvo que el país «no puede pasar un día más sin oxígeno» y que, a estas alturas, el desabastecimiento es «imperdonable».
VACUNAS QUE NO LLEGAN
El otro gran cabo suelto es la adquisición de vacunas y la campaña de inmunización, que avanza a paso lento y con contratiempos.
El país recibió a inicios de febrero su primer lote, un millón de dosis de Sinopharm, con el que empezó a vacunar a su personal sanitario.
Casi dos meses después, todavía faltan cerca de 20.000 médicos por vacunar, de los más de 76.000 registrados a nivel nacional, según reveló Talavera.
En marzo, llegaron semanalmente 50.000 dosis de Pfizer, que se sumaron a otras 117.000 vacunas de la misma empresa que entraron mediante el mecanismo Covax Facility y sirvieron para comenzar la inoculación a adultos mayores y al personal de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas.
Hasta la fecha, se inoculó la primera dosis a 578.000 personas, a un ritmo que, de seguir así, podría llevar al país a demorar siete años y medio en completar la campaña de inmunización.
Pero los expertos confían en que, tal y como defiende el presidente Sagasti, «se pueda vacunar a toda la ciudadanía en el año del Bicentenario de la Independencia».
«Nos quejamos que hay poca velocidad», pero es una velocidad «ficticia» porque en realidad el problema es que «no hay vacunas». «Cuando lleguen, el Perú imprimirá velocidad», aseveró Palacios.
La gestión de Sagasti logró asegurar, hasta el momento, 48 millones de dosis: 20 de Pfizer, 14 de AstraZeneca, 13,2 de Covax y 1 de Sinopharm, que puede ampliarse hasta los 38.
Ahora, las expectativas están puestas en las negociaciones a contrarreloj con los laboratorios Gamaleya y Johnson & Johnson para cerrar la compra de las vacunas que faltan para alcanzar los 90 millones de dosis que el Ejecutivo augura dejar a disposición del próximo Gobierno.
EFE