Si un padre le cuenta a su hijo adolescente que Panamericana Televisión fue hasta hace un tiempo el canal líder de nuestra TV, fácil que el muchacho le responde: “Ya pues, Papá, no me vengas con cuentos”. Es que parece justamente eso, una broma, un imposible, un absurdo. Es difícil de creer que un medio de comunicación como el 5 fuera durante décadas el baluarte de nuestra historia televisiva.
Hoy es una empresa que con las justas subsiste, incluso cuando uno ve Panamericana en la pantalla de un televisor y lo comparas con el HD de otros canales te das cuenta del aspecto vetusto, añejo, de otra época que tiene dicha frecuencia. Peor cuando se dedican a programar series de los años 60 o 70 en horario estelar.
Panamericana sólo presenta como novedad La Batería de Aldo Miyashiro, quien demuestra que es un comunicador social de trinchera, y no me refiero a la barra de Universitario de Deportes de la que es confeso miembro, sino a que su propuesta parece dar mejores brotes en un canal de “antena frígida” como la del otrora pilar de nuestra TV.
Solamente el espacio de Miyashiro y las propuestas periodísticas gozan de “alta definición” en el canal que administra Federico Anchoarena. Hay que señalar que esta caída libre no es responsabilidad necesariamente de los actuales dueños de la televisora de la avenida Arequipa, aunque sí formó parte de la culpa los delictivos tratos de Ernesto Schütz con el régimen de corrupción de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.
El otro gran culpable de la actualidad de Panamericana es el antiguo gestor de los mejores momentos de ese medio de comunicación, Genaro Delgado Parker, un empresario que pasó de pionero de la televisión a un triste y detestado estafador. Hoy, ni sus antiguos ayayeros se animan a defenderlos y hombres probos de la TV, como Humberto Polar, le recuerdan éxitos televisivos, pero también admiten que lo que hizo con una mano lo estropeó con la otra.
La mejor descripción de Genaro Delgado Parker y del menosprecio por la calidad humana de sus trabajadores, es una frase que pasó a la historia por ingeniosa, pero sobre todo por despiadada y sinvergüenza: “a las deudas viejas hay que olvidarlas, y a las nuevas dejarlas envejecer”. Estoy de acuerdo, la frasecita arranca carcajadas por ser ciertamente “astuta”, pero pierde lo risible cuando recuerdas a los centenares de acreedores que pasaban los meses clamando justicia, mientras el broadcaster navegaba en su yate por las playas de Miami.
La actualidad de Panamericana es una paradoja temporal, un domingo en la tarde mientras la competencia programa partidos de fútbol, películas de reciente estreno o especiales de sus mejores shows televisivos, en el 5 te repiten su homenaje itinerante de Cantinflas o sacan del “baúl de los recuerdos” el anime Candy Candy, que de tantas veces transmitido podemos notar hasta fallas en las imágenes.
De lunes a viernes, si quiere escapar de Esto es Guerra o de Combate, o quizás ya se hartó de los espacios de imitación de Frecuencia Latina, hay una serie nueva que Panamericana emite, parece prometedora y se llama El Gran Chaparral. Claro es una broma, no se trata de una novedad sino de un clásico televisivo norteamericano. Tampoco existe la intención de ser un medio “retro” sino que el presupuesto no alcanza para adquirir producciones nuevas.
La verdadera «pepa» informativa al poner la señal de Panamericana Televisión es presenciar un fenómeno que no se ve así no más, un canal de televisión que se parece a la serie The Walking Dead (el mayor éxito de la TV estadounidense, que traducido viene a ser algo así como la “muerte caminante”) pues el canal 5 hace rato anda muerto, pero en la avenida Arequipa parece que nadie se enteró. Foto: Gestión