Personas en situación de riesgo necesitan protección antes de otro verano caluroso

 

Este es un artículo de opinión de Jonas Bull, de la división de derechos de las personas con discapacidad de Human Rights Watch.

El pasado verano boreal España registró cuatro olas de calor, con un total de 24 días de calor extremo. Imagen: Shutterstock

BRUSELAS – La primavera, tradicionalmente, trae consigo un esperado nuevo comienzo: más horas de luz, flores que emergen y temperaturas agradablemente cálidas. Sin embargo, en los últimos años también ha traído temores justificados por el calor extremo, ya que los veranos en el sur de Europa son cada vez más intensos debido al cambio climático.

Entre los grupos más vulnerables se encuentran las personas mayores, los niños y niñas, las personas con discapacidad y aquellas con problemas de salud mental.

Leo, un niño sevillano de 10 años al que conocí mientras investigaba el impacto del calor extremo en las personas con discapacidad en Andalucía, padece epidermólisis bullosa o “piel de mariposa”, una rara enfermedad genética que hace que su piel se ampolle al menor contacto. Con el calor del verano, la sudoración puede provocar más ampollas y las heridas abiertas pueden llevar a la deshidratación.

A diferencia de la mayoría de los niños y niñas andaluces, para quienes el verano significa pasar tiempo en la playa con amigos y familiares, para Leo el verano es una agonía. Los últimos veranos, más calurosos que la media, fueron increíblemente difíciles para él, quien tuvo que permanecer varias semanas encerrado en casa.

El verano boreal pasado, España registró cuatro olas de calor, con un total de 24 días de calor extremo.

El autor, Jonas Bull. Imagen: HRW

Los científicos del clima han confirmado que el aumento de las temperaturas en España está relacionado con el cambio climático y prevén que las olas de calor aumenten en frecuencia e intensidad. Esto significa que es posible que Leo tenga que pasar aún más tiempo en casa este verano.

Las personas con discapacidad que conocí el año pasado me dijeron que, además de sentir los efectos físicos y psicológicos del calor, se sentían abandonadas por su gobierno y carecían de apoyo exterior.

Lidia, la madre de Leo, dijo que las autoridades locales no se pusieron en contacto con su familia ni les proporcionaron información específica sobre cómo protegerse durante las olas de calor.

Esto es un problema, ya que el gobierno de Andalucía, al igual que los de otras regiones de España y el gobierno nacional, creó planes de acción contra las olas de calor que ordenan a los servicios sanitarios y sociales emprender medidas específicas entre mediados de mayo y septiembre para responder y mitigar el impacto sobre los grupos de riesgo, ofreciendo apoyo a las personas vulnerables.

Los funcionarios municipales y del Ministerio de Sanidad con los que hablé admitieron que la información que proporcionaban sobre las medidas contra el calor no se facilitaba en formatos accesibles para personas con distintas discapacidades. Tampoco tenían una visión general de qué medidas de emergencia se habían activado en toda Andalucía, incluyendo dónde y cuántos refugios climáticos se habían abierto.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

El gobierno nacional tampoco recopila datos sobre las muertes de personas con discapacidad que hayan sido consecuencia del calor extremo.

El calor ya afecta a la salud mental de las personas, y la falta de una ayuda significativa puede empeorar los sentimientos de aislamiento y abandono en una época que coincide con un largo periodo de verano en el que cierran los colegios y muchos comercios y oficinas.

En otras palabras, es un periodo solitario para quienes no pueden salir de casa.  Me preocupa una mujer de 75 años que conocí, quien tiene una discapacidad psicosocial y vive sola en Córdoba. “Cuando hace calor, tengo ansiedad y me siento irritable”, me dijo. “En esos momentos, sientes que quieres morirte”.

Afortunadamente, los gobiernos han empezado a darse cuenta de que necesitan redoblar sus esfuerzos para cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos y proteger a la población en situación de riesgo.

La Junta de Andalucía ha hecho esfuerzos considerables para mejorar sus planes anuales de protección frente a las olas de calor.

En enero de 2024, nos informó que establecería un sistema para supervisar todas las medidas relacionadas con las olas de calor este verano y que pretende colaborar estrechamente con grupos de la sociedad civil para conectar mejor con las comunidades, especialmente con las personas más vulnerables. Estas medidas parecen prometedoras.

El gobierno nacional también está tomando medidas para proteger mejor a las personas en situación de riesgo.

En plena ola de calor del verano pasado, España anunció un nuevo organismo, el Observatorio de Cambio Climático y Salud, creado para desarrollar estrategias que ayuden a proteger a las personas de los desastres climáticos, como las olas de calor, mediante mejores sistemas de alerta, el refuerzo de los sistemas sanitarios y la mejora de la concienciación de toda la sociedad.

Queda por ver cómo se llevarán a cabo estas actividades y si conducirán a una mejor protección de las personas en situación de riesgo. Sin embargo, cada vez está más claro que no se debe dejar sola a la población ante la crisis climática y que los gobiernos deben poner de su parte para garantizar su protección.

Este es sin duda el caso de Andalucía y del resto de España, ahora que estamos encaminados a vivir otro verano caluroso que podría batir récords.

 

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